Adolfo Barrena Salces.- Como todos y todas sabemos se está negociando sobre la reforma laboral que implantó el PP.

Habrán observado que no pongo "derogación". He puesto, con plena conciencia, "negociando" porque es de eso, y no de otra cosa, de lo que hay que hablar.

Lamentablemente de lo que más nos hablan es del ruido. Está en el debate público la "pelea entre los socios del gobierno" más que el alcance y el contenido de lo que se está negociando.

Al hilo de ello, este país que está lleno de entrenadores de futbol, de ingenieros de obras públicas, de epidemiólogos, de vulcanistas y de todo lo que ponen de moda tertulianos, tertulianas y medios de comunicación, ahora se llena de negociadores/as que saben como hay que hacerlo.

No pretendo dar lecciones a nadie. Pero miro para atrás y, quizá porque ya soy mayor, recuerdo cuando negociaba.

Son muchos los convenios y acuerdos que negocié en mi pasado sindical. Muchos los acuerdos y negociaciones en Leyes, Presupuestos, incluidos una Ley de Muerte Digna y un nuevo Estatuto de Autonomía, en mi época de diputado. Varios acuerdos de coaliciones electorales en la vida orgánica de Izquierda Unida y algunas cosas más que, seguro, no recuerdo en estos momentos.

En todo ello siempre he tenido presente dos cosas. La primera, que para que una negociación pueda llegar a acuerdo es necesario que participen todas las partes implicadas. Que vetar a una de ellas es garantía de fracaso. Lo digo por esas voces que se alzan desde esos espacios de la pureza del izquierdismo que dicen que los empresarios que nada, que les den, que se acuerda sin ellos.

La segunda es que, si queremos llegar a acuerdos, no hay que poner ninguna raya roja, ningún "punto irrenunciable". Al igual que no se pueden poner imposibles.

Luego, que es algo que parece que nadie tiene en cuenta, en una negociación seria hay que saber, además de con quien negocias, que fuerza tienes en la negociación, si eres la parte más fuerte o la parte más débil. No se olviden de que aquí, gracias a ese sistema neoliberal y capitalista que tiene esa Europa de la que formamos parte, en las negociaciones siguen jugando fuerte los hombres de negro. ¿Recuerdan cuando hablábamos de la troika?, bueno pues ahí siguen. Luego, bajen al suelo y piensen si tenemos el patio como para montar una movida como aquellas huelgas generales que paralizaban el país. Miren, además, la relación de fuerzas parlamentarias como para derogar, hace falta mayoría, y para, después de derogar, aprobar lo que tenga que sustituir a lo derogado.

Finalmente, cosa que en estos tiempos que corren se me antoja imposible, la negociación hay que hacerla en la mesa, no en las tertulias y medios de comunicación. Una negociación seria requiere discreción. Aún recuerdo que, en Madrid, cuando fui responsable federal de organización de IU, los compañeros de la prensa me llamaban "el muro" porque nunca dije nada, de ninguna negociación en las que participaba, fuera de la mesa en la que se negociaba.

¿Nos rendimos, entonces?, pues no queridos y queridas, resistimos, intentamos organizamos, tratamos de recuperar espacio para la izquierda, pero mientras resistimos y hacemos lo demás, negociemos lo que podamos.