El drama: Las izquierdas, pivotadas por el primer gobierno de coalición de la democracia, tras superar con sobresaliente los efectos de una pandemia con unos resultados devastadores y las consecuencias de la guerra de Ucrania, mediante un escudo social sin precedentes y con medidas en favor de los trabajadores, los autónomos, las gentes más desfavorecidas, los pensionistas… como nunca se habían conocido hasta ahora, se desangra en un estéril debate sobre derechos civiles, como la necesidad de reformar la ley del “solo sí es sí” en sus efectos indeseados (rebaja de penas a condenados por violencias de género), dándole munición a una derecha que da por perdida la batalla sobre la economía del país. “Cuando todo estaba ganado, se impone la búsqueda de un protagonismo autodestructor”, este es el drama que desbroza el camino a las derechas.
El esperpento: La ultraderecha presenta una moción de censura (la segunda de la legislatura) contra un gobierno salido de las urnas al que no le reconoce su legitimidad, presentando como candidato a un nonagenario excomunista y antifascista que hace tiempo perdió el rumbo y ve su oportunidad de tener un minuto de gloria. “¿No hay ningún familiar ni amigo que aconseje a este anciano?”.