Adolfo Barrena Salces.- Uno que, como tantos y tantas otros y otras, sufrió esa educación nacionalcatólica del franquismo recuerda (al fin y al cabo los grabaron a base escribirlos y recitarlos miles de veces, de más de un castigo y amenaza de caer en los más siniestros infiernos y alguna que otra hostia) que la manera de ganarse el cielo, de ser una persona honrada y temerosa de Dios, era cumplir, sin discusión alguna, los 10 mandamientos.

Nos los subdividían en dos categorías. La primera, cono no podía ser de otra manera, eran obligaciones para con Dios, nuestro bendito y amado padre. Eran esos de amarle por encima de todo, de oír misa, y de no cargarse en él ni blasfemar.

Luego estaban los otros, los 7 siguientes. Esos eran para reflejar nuestro deberes para con los hombres.

¡¡Pues vaya con el clero¡¡, parece que no van con ellos.

Está eso de No robarás, pero roban miles y miles de propiedades que, por ser la Iglesia, se apropian gracias a una ley del PP de 1998. Pero roban también impuestos, puesto que robar de la caja común es no pagar que es lo que les permite el Concordato franquista que los 40 años de democracia todavía no han denunciado.

Que les voy a contar de eso que manda el 6º, el de los actos impuros cuando la Iglesia mira para otro lado con el sangrante, y vergonzoso, tema de los abusos a menores.

Bueno, pues con todo esto, nos sale la Conferencia Episcopal, se supone que luz, guía y faro, de las gentes de orden y buen vivir, diciendo que "reconocen" que tienen "un millar" de inmuebles que no son suyos (la lista de inmatriculaciones es de 35.000).

Joder, pues si no son tuyos devuélvelos sin más, que ya tardas.

Pero, claro, viene nuestro Presidente, D. Pedro, y nos sale "pactando" con el jefe del episcopado de este puñetero país un proceso para devolver "algunos bienes".

Uno ya no sabe si esto es fruto de la visita de Sánchez al Santo Padre en Octubre de 2020, o es de esas cosas de las que no pudo hablar Yolanda Díaz en la visita al vaticano del pasado mes de diciembre. Lo que sí que se es que, con este tema, se está haciendo un vergonzoso ridículo, legitimando un robo, o si quieren por aquello de que alguien pueda ofenderse, una apropiación indebida.

También sé que, no actuar ante este robo, no defender el patrimonio público, no denunciar el Concordato, es amén de dejar que nos rían en nuestra cara, hacerse cómplice del abuso constante de la jerarquía católica.