Adolfo Barrena Salces.-Un 4 de agosto, hace ya 82 años, 13 jóvenes, trece mujeres, trece resistentes al franquismo, vivían sus últimas horas.
Sabían que iban a ser asesinadas en la madrugada siguiente.
Lo sabían igual que los 43 hombres que, como ellas, iban a ser fusilados en las tapias del madrileño cementerio de la Almudena.
El día anterior, 3 de agosto, el Consejo Permanente de Guerra había sentenciado a ellas y ellos a muerte. Esas 56 personas fueron declaradas “responsables de un delito de adhesión a la rebelión”.
Era una burla cruel que quienes se habían sublevado contra el legítimo Gobierno de la República acusaran de rebeldes a quienes plantaban cara a los fascistas sublevados.
La realidad es que eran asesinadas y asesinados como venganza cruel de la muerte en atentado de un oficial de la Guardia Civil y para hacer una demostración de la brutalidad del régimen franquista que había vencido en la guerra.
Una tarde como la de hoy, esas 13 rosas y esos 43 claveles, rojos como la sangre, estaban "en capilla", les permitieron escribir una última carta de despedida.
De todas ellas la más conocida es la escribió Julia Conesa que la acabó pidiendo que "su nombre no se borrara de la historia".
No se ha borrado, ni se borrará nunca. Ni el de Julia, ni el de sus compañeras. No hemos dejado que sus nombres y los de todas aquellas otras personas que fueron asesinadas por el franquismo se olviden.
Junto al recuerdo va nuestro sincero homenaje. Lo hacemos frente al revisionismo que pretende reescribir la historia, lo hacemos frente al fascismo que resurge, lo hacemos frente a esa equidistancia que trata por igual a víctimas y a asesinos.
Hoy seguimos su lucha por la libertad y la democracia.
Hoy, y siempre, seguimos reclamando Memoria, Verdad, Justicia y Reparación.