Adolfo Barrena Salces.- En estos tiempos en los que tanto se habla de libertad, y teniendo la libertad y el tiempo necesario para escribir sobre ello, hablo de esos liberticidas que asesinan y destruyen la libertad.
Con esa banalidad propia de estos tiempos que vivimos hay gentes que se consideran campeones de la libertad, incluso se suman a ello jueces y juezas, por defender sus apetencias, caprichos, intereses, necesidades o estupideces.
Son liberticidas quienes pertenecen a esa horda que cuestiona y critica las decisiones que se toman pensando en el bien común, en el interés general.
Es esa puñetera, insolidaria, y egoísta gente que se salta el confinamiento a la torera porque le sale de las narices, la que clama a todos los cielos por las medidas restrictivas que el dichoso COVID ha obligado a tomar.
Son quienes consideran que se vulnera la libertad porque conducir bebido, o drogado, está penado. La misma que consideraba vulnerados sus derechos porque se prohibió fumar en los bares para proteger la salud de usuarios y trabajadores.
Es esa gente que defiende la libertad de hacer lo que le venga en gana, pero pone a parir la ley del aborto, o la de la eutanasia.
La que, en nombre de la libertad exalta el franquismo, pero aplaude el encarcelamiento de artistas, twiteros y sindicalistas.
Esa horda son, en definitiva, gentes que anteponen lo suyo a todo lo demás. Aunque lo suyo implique riesgo colectivo.
Son los mismos que defienden la "libertad de mercado" para seguir explotando, a trabajadores y al planeta. Quienes defienden el mercado pero se cabrean por el precio de la luz.
Son los mismos que claman contra inmigración pero besan el culo a los sátrapas del petróleo que campan por Marbella.
Esta gente es la que pervierte el significado de la libertad, la que la supedita al individualismo feroz, la que matan la libertad y las libertades para imponer, aunque sea por la fuerza, las suyas.