Adolfo Barrena Salces.- En el que, casi todo el mundo, cuando le recomendaban cosas, o tomaban decisiones, para proteger la salud, o para mejorar su estado, decía aquello de "A mí me van a decir lo que tengo que hacer¡

Esa frase, actualmente, se ha convertido en "Quien me va a recortar a mí mi libertad".

No es nueva la cosa. Recuerdo cuando se prohibió fumar en los bares y restaurantes. En algunos aparecieron carteles que nos recordaban que "Con Franco se podía fumar". Aquella decisión, acompañada de multas, generó un encendido debate en el que, como tantas otras veces, aparecieron legiones de expertos, sabios,... que, sin ningún rigor, sin un mínimo conocimiento, pontifican, argumentan, dan lecciones y, sobre todo, viene la famosa coletilla del "A mí me van a decir lo que tengo que hacer".

Lo de menos era si fumar era bueno o malo para salud. Clamaron los establecimientos hosteleros, y clamaron los fumadores. La salud era lo de menos. Para esta gente importaba más el euro que el riesgo sanitario.

Así hemos visto como la salud, con todo esto de la pandemia, ha pasado a ser subsidiaria del negocio, de la economía y de las ganas de divertimento y marcha de la gente.

A ello se han sumado alegremente jueces que se atreven a impartir justicia sobre temas sanitarios, papás y mamás que protestaron hasta el infinito por las restricciones sanitarias en los centros de enseñanza, pero pagan y animan a romper todas las precauciones en "viajes de estudios" y claman  a todos los cielos cuando el nene o la nena, que ha cogido el bicho y puede transmitirlo, tiene que pasar una cuarentena. El fondo es el mismo.

Es aquella libertad que, a golpe de bandera y de coches fassion, pedía la cayetanada en el barrio de Salamanca madrileño.

Es esa libertad para irse de cañas, o de compras al Corte Inglés, o de bares de copas, que ha elevado a Dª Isabel a los altares del Gobierno madrileño, aunque cierra centros de salud y  abre el Corte Inglés para vacunar.

Ahora, con esto del consumo de carne, volvemos a lo mismo. Hay un ilustre prócer, presidente del PP por más señas, que viene a decir eso de ¡¡ Métanse en sus casas y dejen de decir a la gente lo que tiene que comer¡¡

Claro que me recuerda a otro ilustre pepero, de apellido Aznar, que decía, con ocasión del endurecimiento del código de circulación en relación con la bebida, que a él, en su mismisidad, nadie le decía cuanto vino podía beber. Lo de menos para esta gente era el riesgo de accidentes.

Bueno, pues de eso van la mayoría de los comentarios que, azuzados por tertulianos y por esa jungla que son las redes sociales, tercian en el debate último.

El colmo ya es considerar estas cosas propias de comunistas.

Es un hecho, hasta la Unión Europea, dice, recomienda y se plantea, reducir el consumo de carne. El tema no es nuevo, viene de atrás, de muy atrás, pero se empeñan en considerarlos una salida del actual Ministro de Consumo. Ciertamente, además de la carne tenemos que hablar de otras cosas que también producen riesgos sanitarios y están en los mercados. Pero vamos, esto de la carne, especialmente la procesada, ya nos lo vienen advirtiendo desde hace años.

Una pena que, aunque esto empieza como un cuento, sea la triste realidad de este país.

La imagen se la dedico a Pedro Sánchez.