Adolfo Barrena Salces.- No encuentro las palabras que sean capaces de expresar todo lo que siento.
Unas niñas asesinadas por un cobarde desalmado que, para matar en vida a su madre, mata a sus hijas.
Imposible describir el horror, el asco, la rabia y la impotencia.
Es la misma náusea inmunda que siento ante cada asesinato machista pero aumentada de manera insoportable, como en todos los casos en los que niños y niñas son víctimas indefensas de un cobarde asesino.
Hoy el asco y la vergüenza de compartir especie con machistas asesinos es mucho más hiriente al pensar que hay gentuza que niega el machismo, que alienta el maltrato a la mujer, que blanquea la violencia machista, que sigue considerando a la mujer como algo subsidiario y obediente al macho.
¿Cuándo hostias vamos a reconocer que el machismo asesino es estructural en esta sociedad que sigue siendo patriarcal?
¿Qué pasa por la cabeza de jueces y juezas al decretar custodias compartidas con maltratadores declarados?
¿Cómo coños no entienden el riesgo y el peligro que corren niños y niñas indefensos a quienes se les obliga a convivir con maltratadores?
¿En qué cabeza cabe, salvo en la de un machista, decretar que una criatura, aunque no quiera, tiene que ir unos días a casa de su padre, un maltratador que tiene orden de alejamiento de su madre?
¿No van a entender nunca las puñeteras señorías que el derecho de la patria potestad hay que quitárselo a quien maltrata?
Digámoslo claro. Un maltratador no es un padre, ni siquiera malo.
La seguridad de niños y niñas debe estar por encima del derecho de la patria potestad que debe perderla de inmediato quien ejerce la violencia y el maltrato.
Es algo que hay que reclamar a nuestras instituciones. Hay que actuar contundentemente con el maltratador, no olvidemos que si hay víctimas maltratadas es porque hay maltratadores.