Adolfo Barrena Salces.- Ha saltado la noticia de que las infantas se han vacunado contra el COVID en Abu Dabi. Bueno, pues más allá de que es otra de la familia Borbón, no es más que un ejemplo de que, hasta en las pandemias, mantienen sus privilegios las élites sociales y económicas.

Insolidaridad donde la haya, demostración de que con la pasta, reforzada además por un título de infanta real, se puede saltar el orden de vacunación, y demostración, una vez más, de que no existe esa igualdad de todo el mundo que dice nuestra bendita Constitución.

Tú no puedes ir a tu pueblo, mucho menos irte de viaje, pero estas borbonas pueden irse hasta Abu Dabi.

Ves el tema de las vacunas y hay algo absolutamente escandaloso del que, en este primer mundo que la gente clasista dice , nadie habla. Pero vuelve a saltar el clasismo, la insolidaridad y la pasta cuando hay más de 130 países, imagínense cuales, que todavía no han recibido ninguna vacuna contra el COVID. La propia ONU denuncia que tan solo 10 países han acaparado el 75 % de las vacunas.

Tenemos aquí, y en Europa, y en Canadá, y en EEUU, el gran debate de cuantas nos llegan, sopbre todo al ver que las multinacionales se nos ríen en la cara, y en qué orden vacunamos, pero nadie dice nada de esa inmoralidad internacional que el poderío económico impida la distribución equitativa, y solidaria, de las vacunas.

Se nota el poderío, y la pasta, y la sumisión de todo a los mercados, cuando las multinacionales de las vacunas hacen negocio suculento con la vida de la gente y se permiten el lujo de incumplir sus obligaciones contractuales y, en vez de sancionarlas, se les suplica que, por favor, lo cumplan.

Clasismo puro es decretar que se vacunan antes militares y policías que cajeras de supermercados, o camareros, que están directamente en contacto con la gente y tienen que coger el metro, o el tranvía, o el autobús, a diario para ir a trabajar.

La pandemia, el puñetero bicho, también practican el clasismo. Los datos dicen que castigan, en una proporción de 1 a 4, más las clases populares, a la población trabajadora. Claro que de eso no tiene la culpa el bicho, la culpa la tiene este capitalismo salvaje que, por encima de todo, es clasista, es insolidario y es explotador.

¿No lo entenderemos nunca?