Adolfo Barrena Salces.- Ayer, aniversario del tejerazo, vivimos todo un número institucional, a mayor gloria de la democracia, de la constitución y de la monarquía. No hay más que ver las portadas de hoy de la prensa, oír la radio y las tertulias.

Para toda esta gente, ya no digo esa corte de palmeros y palmeras habituales, estamos en una democracia, la constitución es perfecta, todo lo salvó el rey y es inadmisible que haya quienes cuestionan la calidad de nuestra democracia. Todo está en su sitio y tan solo extremistas, la izquierda radical, los antisistemas, el independentismo y Unidas Podemos, se sitúan fuera de esta "normalidad democrática" y osan decir que hay que mejorar las cosas y avanzar hacia un nuevo proceso constituyente.

Empecemos por reconocer que nuestra Carta Magna tiene clarísimos elementos del franquismo que, nos dicen, pretende superar. No hay más que ver la "indisoluble unidad de la Nación Española" en el artº 2. Si vamos al artº 8 leemos que "las Fuerzas Armadas tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el orden constitucional". El artº 16 sigue, como hizo el franquismo, manteniendo las relaciones de cooperación con la Iglesia Católica.

La Constitución legitima esa herencia del franquismo que es la monarquía y le atribuye al rey la jefatura del estado, le denomina símbolo de su unidad y le nombra arbitro del funcionamiento regular de las instituciones, Artº 56.

Y a ello le añadimos, algo tan franquista y propio de dictaduras, como es dejar sin responsabilidad alguna al jefe del estado que, tal y como señala el Artº 56,  la " persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad".

No deben estar tan seguros y seguras del papel del Rey aquella famosa noche quienes se oponen a que se desclasifiquen los documentos de aquellos años. Háganse públicos y así sabremos todos y todas la verdad y tendremos elementos de juicio suficiente para formar nuestra propia opinión.

Pero no, a Juan Carlos se le da el título de salvador de la democracia, se le ensalza y, de paso, se blanquean sus corruptelas, comisiones, devaneos, cacerías y demás cosas que hay que perdonarle porque salvó nuestra democracia.

Tampoco puede cuestionarse la perfección de nuestra Carta Magna que, además de estar trufada de la herencia franquista, permite dejar en nada los derechos fundamentales de la ciudadanía.

Así que sí, ayer tuvimos numerito, otro más de blanqueo de la monarquía y de defensa de una Constitución que no  eliminó los privilegios fundamentales del sistema franquista aunque les dio una capa de barniz democrático. Otro más de ensalzamiento de la "modélica transición".

Una transición que permitió que el franquismo, en todos sus ámbitos, siguiera instalado en el sistema democrático. La transición pactada no acabó con el antiguo régimen.

El numerito de ayer en el Congreso sigue defendiendo que es una democracia aquella cuyo jefe de estado no lo elige la ciudadanía, sino que lo es por herencia y porque un dictador genocida así lo impuso.

Lo triste es que ayer, una vez más, el numerito sirvió para ensalzar a un campechano que, huido con las maletas llenas, vive a nuestra costa en una mansión de lujo.