“La línea maestra de la historia presente viene trazada por la presencia de una burguesía dependiente, heredera de la vieja oligarquía -tanto en su modo de actuar como en sus mismos apellidos-, que ha perdido la capacidad de control en unas coordenadas económicas derivadas de un mundo globalizado.”
EquipoTuareg. 11/03/23.- La historia siempre es el referente del presente, del presente que continúa. Pedro María se mueve en esos parámetros donde el presente está siempre en contacto directo con todas las formas y modos verbales y sus nombres y sus raíces históricas. En este caso con el caciquismo. Lo traemos, nuevamente, para que reflexione sobre las referencias históricas del presente. Y nos encontramos con un pasado tan infectado de linajes, caciques y clientelismo que explica la naturaleza neoliberal del régimen “valcarcista” que domina nuestra región.
Empecemos por tratar de definir el marco historiográfico en el que pretendemos movernos en esta conversación. En 1998 la Editora Regional publicó Historia de la Región de Murcia de Miguel Rodríguez Llopis. Desde ese momento esta región no solo tiene historia sino que también tiene una primera síntesis global de su historia, dado que los intentos anteriores de este tipo se movían fundamentalmente en el plano secuencialmente descriptivo. ¿Ese hito historiográfico y “editorial” marcó un nuevo paradigma de historiográfico o simplemente fue una obra de ordenada síntesis de todo lo anterior?
La aportación del profesor Rodríguez Llopis fue de una enorme relevancia para el conocimiento de la Historia de la Región de Murcia. Una síntesis de los principales hilos conductores de los procesos económicos, sociales y políticos, con una importante renovación metodológica, prestando especial atención a las relaciones de poder. En el orden metodológico, prevalece el análisis sobre la sobrecarga inútil de datos y números. Detrás, la preocupación por hacer llegar al gran público el conocimiento de su tierra, dominando la interpretación sobre la descripción y primando su carácter didáctico. No se puede desconocer la contribución que supuso la edición en 1980 de la Historia de la Región de Murcia en 10 volúmenes, publicada bajo la dirección del profesor Francisco Chacón y realizada por especialistas en cada temática abordada, lo que supuso la puesta de largo de la Historia regional con criterios científicos.
“Más que una absorción de la nobleza y los terratenientes por la burguesía ocurrió lo contrario la absorción de la burguesía por los terratenientes. Nació así la nueva oligarquía. Ahí radican las razones de la capacidad de permanencia de ciertos linajes murcianos.”
Cualquiera que se haya acercado a la obra que usted tiene como historiador sabe que se ha centrando en el estudio de las relaciones de poder y de memoria histórica, sin olvidar sus aportaciones a la historia económica regional. Desde esa amplia perspectiva planteamos esta cuestión. ¿Se pueden considerar antecedentes históricos del caciquismo lo que Rodríguez Llopis (en su ya mencionada Historia de la Región de Murcia) denomina “linajes murcianos” en la medida en que crearon un estructura socioeconómica y de poder con fuerte capacidad de permanencia?
La transición a la sociedad de clases se realizó en España sin ningún tipo de revolución social campesina. Como ha escrito Santos Juliá, el viejo orden de la propiedad fue abolido por las clases medias. Su llegada al poder no fue consecuencia de una revolución, sino de una guerra civil, la carlista. No pretendían transformar la sociedad, tan sólo evitar la vuelta del absolutismo. Se aliaron para ello con la corona, la nobleza y los terratenientes. Los señores feudales no fueron expropiados. Es lo que Richard Herr llamó atrincheramiento de la nueva oligarquía. La burguesía temerosa del campesinado y del radicalismo popular pactó con la nobleza para salvar el orden establecido. Más que una absorción de la nobleza y los terratenientes por la burguesía ocurrió lo contrario la absorción de la burguesía por los terratenientes. Nació así la nueva oligarquía. Ahí radican las razones de la capacidad de permanencia de ciertos linajes murcianos.
La alianza de intereses comenzó a fraguarse con las desamortizaciones. En la compra de aquellos bienes se dieron la mano nobles y burgueses: Martín Almela, José Cardona, Antonio Crespo, Diego Chico de Guzmán, conde de Roche, Gonzalo Martínez Fortún, Salvador Meseguer, José Monassot, marqués de Camachos y de Casa Tilly, conde de Sástago y marqués de Espinardo, José Servet y Miguel Ángel Stárico. La minería, el desarrollo agrario, la industria conservera y pimentonera encumbraron a otra pléyade de burgueses, fueron los casos de Cierva y Maestre. No descartaron las estrategias matrimoniales para ennoblecerse. Muchos de ellos dieron el salto a la política, que aseguraba sus intereses económicos, lo que puede definirse como caciquismo empresarial.
La política funcionó mediante una red de patronazgo y clientelismo: el caciquismo. El cacique controlaba el poder local, era jefe de un partido político dinástico -conservador o liberal-, es el intermediario entre el poder central y local, estableciendo una jerarquía paralela. La presencia de los caciques en la vida local arranca con los ayuntamientos electivos y las elecciones a diputados a Cortes, alcanzando su máximo desarrollo durante la Restauración de la monarquía borbónica.
“La política funcionó mediante una red de patronazgo y clientelismo: el caciquismo.(…) La trama se completaba con un sinfín de agentes locales.”
En la pregunta anterior hemos analizado cómo surge el caciquismo. Díganos ahora, ¿cuáles son las características históricas del caciquismo murciano y cómo se consolida el caciquismo histórico si así hubiera sido?
La fuerza política más sólida fue la del Partido Conservador, que desde 1903 estaba bajo la dirección de Juan de la Cierva, contando con José Maestre para controlar el distrito de Cartagena, señalado por un electorado nada dúctil. El tándem Cierva-Maestre funcionó a la perfección, hasta el punto de que nada fue posible sin contar con él, estrellándose cuantas propuestas modernizadoras intentaron abrirse paso.
Murcia se convirtió en un cerrado coto conservador, con el continuo desbordamiento de la legalidad. La máxima “Mata al rey y vete a Murcia” se empleó para definir aquella inmanencia. Ortega podía escribir: “Del modo que los ríos van a dar en el mar, todas las políticas murcianas van a dar en el señor La Cierva”. Indalecio Prieto lo sentenciaba como “cacicón murciano”. Tuñón de Lara lo acabó de perfilar: “… cacique todopoderoso de Murcia y su provincia, donde era fama que no se nombrara tan siquiera un peón caminero sin que hubiera dado su visto bueno”. Desde su despacho en Madrid y con la inestimable colaboración de su hermano Isidoro y la no menos eficaz de Ángel Guirao y Emilio Díez de Revenga, tejió una amplia red de amigos políticos. En Cartagena, José Maestre; en Lorca, Simón Mellado y, a su muerte, Miguel Rodríguez Valdés y José Muliáa Ladrón de Guevara; en Mula, Juan Antonio Perea; en Cieza, Juan Pérez Martínez y Diego Martínez Pareja; en Cehegín, el conde de Campillos y en Yecla, Vicente Llovera Codorniú y Luis Ibáñez Pisana
La trama se completaba con un sinfín de agentes locales: Francisco Bruno Martínez en Fuente Álamo, los Carreño en Bullas, Lorenzo Rubio Narbona en Alhama, Julián Martínez Iglesias López en Caravaca, Gabino Soler Galiana en Calasparra, Jerónimo Belda en Fortuna y Eugenio Espinosa de los Monteros en Jumilla. Por debajo una extensa red de caciques comarcales y locales -la gallofa electorera y criminal-, secretarios de ayuntamientos, controlará el proceso electoral hasta el último lugar. Caciquillos conocidos algunos de ellos por sus apodos: Pilones, Ojo de Perro, Cananeo, Legañas… Su eficacia resultó manifiesta, como revelan los resultados electorales. En las diez convocatorias del reinado de Alfonso XIII fueron elegidos un total de 74 diputados ciervistas, frente a 34 liberales, un datista y un reformista.
Tuvo a su favor la extensa desmovilización política, asentada en el mundo rural. La población ocupada en la agricultura osciló del 82,3% en 1900 al 65,6% en 1920. Medió el abandono escolar y las elevadas tasas de analfabetismo. En 1910 la provincia ofrecía el mayor número de analfabetos de toda España, el 75,8%. Contribuyó el dominio de los grandes propietarios sobre la masa rural, la división de los distritos electorales, donde el número de votantes campesinos superaba al de ciudadanos. Terció la configuración territorial de Murcia, integrada por grandes municipios, lo que facilitó la centralización comarcal, unidas a las malas comunicaciones, con el consiguiente alejamiento de los vecinos de la política.
¿Cuáles fueron los principales “linajes” caciquiles murcianos y tienen continuidad en el presente bien en forma de “dinástica” o bien en el hecho de su forma existencia como tal? Le hacemos esta pregunta pensando en apellidos actuales como Valcárcel, Fuertes, o instituciones como la UCAM, o el propio Obispado.
Las elecciones a diputados Cortes constituyen un ajustado barómetro del poder y la permanencia de los linajes murcianos. Con Juan de la Cierva repitieron escaño en numerosas ocasiones Ángel Guirao Girada, marqués de Pidal, Ángel Moreno, José Martínez Pérez, Eduardo Espín, Antonio García Alix, José Maestre Pérez, Miguel Rodríguez Valdés, Vicente Llovera Codorniú, Joaquín Codorniú Bosch, conde de Campillos, conde de Heredia-Spínola e Isidoro de la Cierva. En las filas del Partido Liberal la reiteración fue mucho menor: José García Vaso, Miguel Jiménez Baeza, Teodoro Danio, Ángel Aznar, duque de Pastrana, Carlos Mazón y Joaquín Payá.
A destacar la extensión de los parentescos en particular de Juan de la Cierva y José Maestre. También el número de títulos nobiliarios: Alfonso Pidal y Chico de Guzmán, marqués de Pidal; Joaquín Chico de Guzmán, conde de Campillos; Alfonso Martos y Arizcún, conde de Heredia-Spínola; Rafael de Bustos y Ruiz de Arana, duque de Pastrana; Álvaro Figueroa y Torres, conde de Romanones y Eugenio Mª Espinosa de los Monteros, barón del Solar.
Tras la guerra civil de 1936-1939 surgieron nuevas formas de acumulación. Primero el mercado negro -el estraperlo- durante los años de hambre, y en los 60 el negocio inmobiliario. A ello se sumaron los nuevos moldes de la política. Sobre sendas realidades se edificaron las relaciones de poder. Algunos ejemplos nos lo da la jerarquía falangista. Entre otros, Carlos Valcárcel fue Juez depurador de funcionarios y secretario de la Delegación Provincial de Justicia y Derecho de Falange, como miembro de la Diputación Provincial, vio aprobada su moción para crear una medalla provincial para condecorar a “nuestros camaradas en la División Azul”. En 1947 fue designado vocal de la Junta Provincial de Libertad Vigilada. Nicolás Fontes Espinosa, ocupó la Secretaría de la Delegación Provincial de Sindicatos; Adrián Viudes Guirao, la Delegación Provincial de Ex cautivos; Emilio Díez de Revenga fue secretario provincial de FET-JONS y Enrique de la Cierva vicepresidente de la Diputación Provincial.
“Estudiantes de otras universidades, que buscaban en Murcia el aprobado fácil: una fábrica de abogados.”
¿Se conoce alguna anécdota que pueda ser significativa de cómo el caciquismo materializaba sus relaciones de poder?
El Partido Conservador se convirtió en árbitro indiscutido de la realidad política regional. Su dominio fue total, contribuyendo a la desideologización de la sociedad murciana, atenta a la consecución de favores del cacique. Así lo recogía El Liberal de Murcia, uno de los periódicos más influyentes del momento: “… las ideas nos tienen completamente sin cuidado, y sí mucho los puestos posibles que, como es natural, alcanzaremos por la gracia de don Juan de la Cierva y Peñafiel…”. La adhesión se cifraba en los favores otorgados, como señalaba el propio hijo del cacique de Cieza, Juan Pérez Martínez: “Desde su sillón en la cocina de casa, en Cieza, él podía resolver directamente, por sus relaciones, muchos de los problemas que inquietaban a los vecinos: destinos de reclutas, colocaciones en Ferrocarriles o en Correos, concesión de estancos, oposiciones, condonación o rebaja de multas o sanciones…”.
El favor más conocido fue la creación de la Universidad de Murcia, nacida en marzo de 1915 gracias a las gestiones de Juan de la Cierva. Se la calificó por ello de “sórdido engendro del caciquismo”. Juan de la Cierva fue nombrado su secretario general. Una sola facultad, la de Derecho, en la que los alumnos libres representaban el 90%. Estudiantes de otras universidades, que buscaban en Murcia el aprobado fácil: una fábrica de abogados. Las clases estaban en manos de auxiliares, los catedráticos brillaban por su ausencia. Hasta 1918 no pudo tener rector. La ley exigía que la mitad más uno de la plantilla fuesen catedráticos.
“La respuesta política siempre ha sido la misma: el silencio y la complicidad de los gestores regionales.”
Y por último dos reflexiones. Primera ¿Cuáles son los principales eje, o si prefiere estratégicos, por los cuales discurre (o está discurriendo para ser más exactos) la historia contemporánea de la Región de Murcia y si nos pueden ayudar a comprender y también a entender nuestro presente y diseñar prospecciones a futuro? (En la siguiente pregunta abordaremos los retos que se derivan de esta primera reflexión)
La línea maestra de la historia presente viene trazada por la presencia de una burguesía dependiente, heredera de la vieja oligarquía -tanto en su modo de actuar como en sus mismos apellidos-, que ha perdido la capacidad de control en unas coordenadas económicas derivadas de un mundo globalizado. Los ejemplos se multiplican. Ocurrió con la “salida” de la multinacional Peñarroya de la Sierra Minera de Cartagena-La Unión, que abandonó la zona de explotación sin respetar la ley minera de 1971 que exigía dejar el terreno tal y como estaba antes de las labores, con un impacto medioambiental irreversible. No menos sospechoso resultó el cambio de ubicación de las instalaciones de General Electric Plastics, que pasaron de la propuesta inicial en el polígono industrial del Cabezo Beaza a La Aljorra, a los terrenos de uno de los compradores de las minas de la multinacional francesa. Más recientemente, las inversiones descontroladas en el Campo de Cartagena y su coste ecológico en el Mar Menor. La respuesta política siempre ha sido la misma: el silencio y la complicidad de los gestores regionales.
Segunda. Como veíamos en la primera de estas dos reflexiones finales, la historia, observada y analizada desde nuestro presente, nos muestra una serie de líneas/ejes que devienen retos de futuro desde este presente. Desde el punto de vista del historiador de lo contemporáneo, ¿cuáles serían esos retos de futuro que nos demandan esos ejes por los cuales transcurre nuestra historia regional?
El fracaso de la política actual exige un replanteamiento en cuanto a la estrategia a seguir, empezando por un control de las inversiones y el seguimiento de sus impactos tanto sociales como económicos y ecológicos. Para ello sería necesaria una clase política sin anclajes en los intereses económicos, libre de injerencias de los lobbies, con visión de futuro y atenta a los intereses de los ciudadanos. No caben muchas esperanzas mientras no cambien las coordenadas regionales, donde el viejo caciquismo se ha vertido en los modernos moldes del cabildeo.