“Ante las próximas elecciones de mayo, las organizaciones que están a la izquierda del PSOE deberían constituir una mesa de partidos y establecer un procedimiento de trabajo que facilitase la confianza mutua, el respeto a la pluralidad y la creación de órganos estables de cooperación.”
EquipoTuareg. 25.0.3/23.- Antonio Campillo no necesita presentación. Es una de las figuras más relevantes, por no decir la que más, del pensamiento contemporáneo en Murcia. Filósofo, sociólogo, traductor e incluso editor, y por supuesto catedrático de nuestra UMU. Reciente ha participado en dos de los 35 grupos de trabajo que han estado elaborando una propuesta de país para la próxima década a iniciativa del proyecto SUMAR que lidera Yolanda Díaz. Concretamente en el de Universidades, coordinado por la socióloga Margarita Barañano, y el de Transición ecológica justa, coordinado por la ecofeminista Yayo Herrero.
Con sus reflexiones desde la universalidad del pensamiento filosófico, pórtico creador de nuevos espacios constituyentes, iniciamos esta serie de conversaciones con la región. Hoy hablamos de ese marco regional en el y del cual dimana el resto de puntos de vista analíticos.
Leyendo “El Ser y la Nada” de Sartre se aprende, entre otras cosas, la necesidad de analizar la realidad desde sus formas temporales, tanto en su unicidad como en la dialéctica relación entre pasado, presente y futuro. Sabedores que, desde tu perspectiva como filósofo, integras ese aspecto “sartriano”, vamos a intentar adentrarnos en nuestra región. Empecemos por ese pasado (aun) presente que nos ha llevado a la materialización del Régimen del 78 en lo que para entendernos denominaremos “valcarcismo”, y que permanece en plenitud con López Miras, aunque ya con ciertas muestras de decadencia. ¿Cuáles son los fundamentos y formas constitutivas del “valcarcismo”?
Tu pregunta nos sitúa en un tiempo y un espacio muy delimitados. España estuvo gobernada por el PSOE de González entre 1982 y 1996. En esa etapa se consolida la democracia, se gesta el Estado de bienestar y entramos en la UE y en la OTAN. Además, se construye el Estado de las Autonomías, entre ellas la murciana, que en ese mismo periodo también estuvo gobernada por el PSOE (1979-1995). A mediados de los noventa se produce un cambio de ciclo. En 1996, el PP de Aznar llega al gobierno central y se alinea con la derecha neoliberal anglo-americana. Pero el cambio se había iniciado ya en las elecciones municipales y autonómicas de 1995. Ese año, el PP de Valcárcel conquista el gobierno regional murciano y el de muchos municipios.
El PP pierde el gobierno central en 2004 y el PSOE lo recupera con Zapatero. La Gran Recesión de 2008, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, los primeros recortes emprendidos en 2010 y la irrupción del 15-M desgastan a Zapatero y hacen que el PP de Rajoy regrese al poder en 2011. Comienza una época de terribles retrocesos sociales, pero también de movilizaciones y «mareas» reivindicativas. En 2015 irrumpen Podemos y Cs, y en 2018 Sánchez llega al poder con un gobierno de coalición de izquierdas (PSOE-Unidas Podemos), el primero desde la II República. La derecha y la ultraderecha reaccionan de manera furibunda, negando incluso la legitimidad del gobierno.
Una “nueva vertebración de la sociedad civil es imprescindible para que la región se desprenda definitivamente de la pesada herencia del valcarcismo y se acerque a las comunidades socialmente más avanzadas de España y de Europa.”
Lo más relevante del “valcarcismo” es que ha permanecido casi inmune a esos sucesivos cambios de ciclo en el gobierno de España y en el de otras comunidades vecinas, como Castilla-La Mancha y la Comunidad Valenciana. El PP murciano logró instaurar un régimen de partido casi único que controló con mayoría absoluta la asamblea regional, los municipios más importantes y gran parte del entramado empresarial y social de la región. Ese régimen ha sobrevivido al propio Valcárcel (1995-2014) y ha continuado hasta hoy, con el mayor porcentaje de voto derechista de todas las comunidades (en torno al 60%), aunque en las elecciones de 2019 perdió la mayoría absoluta. Además, los sucesivos presidentes han tenido un mandato breve y precario (cuestionados por el propio PP como Garre, o imputados como Sánchez, o sostenidos por los tránsfugas de Cs y Vox como López Miras).
¿Qué fortalezas y debilidades sistémicas se pueden observar en el “valcarcismo”?
La principal fortaleza, como ya he dicho, ha sido su capacidad para implantarse de manera profunda y duradera no solo en las instituciones regionales y municipales, sino también en el entramado social de la región, mediante una amplia red clientelar y el control de la mayor parte de los medios de comunicación, todo ello haciendo un uso patrimonial del dinero público.
Su principal debilidad es que no ha logrado que la región mejore su posición con respecto a las demás comunidades (para no hablar de la UE) en la mayor parte de indicadores de desarrollo humano. Basta pensar en los elevados niveles de pobreza, desigualdad, bajos salarios, precariedad laboral, privatización de servicios públicos, listas de espera sanitarias, segregación educativa, abandono escolar temprano, degradación ambiental y, por último, falta de transparencia, participación ciudadana y rendición de cuentas.
Como sabemos todo régimen político funda, crea, su modelo de sociedad ¿Qué características tiene y cómo definiría ese modelo de sociedad que ha constituido el “valcarcismo” en nuestra región?
Ese modelo se encuentra muy bien descrito en los sucesivos informes sobre El otro estado de la Región publicados por el Foro Ciudadano (2003, 2006, 2010 y 2014) y también en el libro colectivo La resistencia cívica (2019).
Conviene distinguir dos momentos diferentes. El primero va de 1995 a 2008. Es la época de la Ley del Suelo de Aznar (1998), agravada por la Ley regional (2001), que abren la puerta a la «quimera del ladrillo»: la especulación urbanística, el aumento de la inmigración y del turismo residencial, los delirantes «grandes proyectos» público-privados y el paraíso de la «corrupción organizada». Se crea un modelo insostenible e injusto, basado en la depredación del patrimonio natural y cultural (basta pensar en la desprotección de espacios naturales, el expolio de los acuíferos y la degradación del Mar Menor), la concentración de la propiedad del territorio en manos de una nueva oligarquía terrateniente y aguateniente, y la explotación de una mano de obra barata, precaria, poco cualificada y con una gran brecha de género.
Además, se fomenta la privatización de los servicios públicos, la dualización del sistema educativo y la exaltación identitaria del nacional-catolicismo franquista. Lo más llamativo es que el PP consigue legitimar ese modelo con la consigna del «Agua para todos», con la que construye una identidad regional murciana hasta entonces inexistente, a la que desde el Foro Ciudadano dimos el nombre de «nacionalismo hidráulico», y que, junto con la explotación laboral y la segregación social de los inmigrantes, ha sido el fundamento ideológico de su sólida y duradera hegemonía política. En esa época, la contestación social la protagonizó el movimiento «La Región de Murcia No Se Vende».
Entre 1995 y 2008, el PIB regional creció por encima de la media española. Sin embargo, al estar basado en una explotación insostenible e injusta de su entorno y de su población, no acortó la enorme distancia entre la comunidad murciana y las otras comunidades. Daré un solo dato: en 1995, la renta per capitamurciana era el 82,6 % de la media española; en 2009, el 81,3 %.
El segundo momento comienza en 2008 con la Gran Recesión. Su impacto fue mayor en esta región porque su modelo social tenía los pies de barro. La «quimera del ladrillo» se desmorona y entramos en la época de los «recortes», lo que provoca una mayor precarización de las condiciones de vida, nuevas privatizaciones y una nueva ola de movilizaciones sociales. Pero lo sorprendente es que el PP murciano no paga por ello ningún coste electoral.
“Lo más llamativo es que el PP consigue legitimar ese modelo con la consigna del «Agua para todos», con la que construye una identidad regional murciana hasta entonces inexistente, a la que desde el Foro Ciudadano dimos el nombre de «nacionalismo hidráulico», y que, junto con la explotación laboral y la segregación social de los inmigrantes, ha sido el fundamento ideológico de su sólida y duradera hegemonía política.”
Pasemos ahora al presente (aun) pasado. En la pregunta primera dejábamos caer la posibilidad de que el “valcarcismo” estuviera ya en decadencia. Cuestión que pudiera ser confirmada por el hecho de que la unidad de la izquierda transformadora avanza, con las dificultades lógica, en su proyecto de unidad. Al respecto, y pensando en los últimos movimientos que se están produciendo en la izquierda murciana, ¿cómo definiría usted el momento presente, de continuidad con el proyecto que se deriva de aquel momento rupturista que fue el 15M o nos encontramos ante las puertas de un momento rupturista de nuevo cuño alternativo al “valcarcismo” y que supere al del 15M?
Estamos ahora en un tercer momento, marcado por varias novedades. Tras el 15-M, aparecen Podemos, Cs y más tarde Vox, por lo que PP y PSOE pierden sus mayorías absolutas y han de recurrir a coaliciones de gobierno, sea a escala estatal, autonómica o municipal. Los muchos casos de corrupción se judicializan y los jueces, a su vez, se politizan. Aumentan la desigualdad, la precariedad y la pobreza. A eso se añaden los impactos del cambio climático, la pandemia, la invasión rusa de Ucrania, la crisis energética, la inflación, etc. Menos mal que en estos difíciles años hemos tenido en España el gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, habría sido terrible un gobierno PP-Vox.
En la comunidad murciana, el PP no tiene ningún proyecto de región, excepto el de perpetuarse en el poder mediante la compra de voluntades. Es grotesco que resucite el «Agua para todos» cuando el cambio climático está demostrando que habrá «menos agua para todos», como ya escribí en un artículo de 2008. Eso revela hasta qué punto sigue sometido a las oligarquías de la agroindustria, las macrogranjas y la construcción, como se ha visto en el caso del Mar Menor. Pero es posible que su desgaste no beneficie a la izquierda, sino más bien a la ultraderecha. Podemos asistir a una alianza (ultra)derechista entre PP y Vox, como en Madrid, Andalucía y Castilla-León.
El PSRM-PSOE está muy debilitado, porque sucumbió en parte a la agenda del “valcarcismo” (regadíos ilegales, boom inmobiliario, «Agua para todos», etc.), porque ha quemado uno tras otro a sus propios líderes y porque no ha elaborado un proyecto de región que incluya al movimiento ecosocialista. En cuanto a los partidos que están a la izquierda del PSOE, se encuentran más debilitados todavía, porque hasta ahora no han sido capaces de implantarse socialmente, aliarse entre sí y presentar una lista unitaria a las elecciones.
“Es grotesco que (el PP) resucite el «Agua para todos» cuando el cambio climático está demostrando que habrá «menos agua para todos”
Es conocida su participación y firma en el “Manifiesto por la Unida de la Izquierda en la Región de Murcia” que se hizo público en octubre del pasado año, donde además de pedir candidaturas unitarias a la izquierda murciana hablaban que “la izquierda tiene la obligación de ser capaz de diseñar un programa claro y creíble”. Según usted ¿cuáles tendría que ser las bases que fundamentaran ese programa de modelo alternativo de región y cuáles serían sus componentes fundamentales y, en consecuencia, articuladores?
Un modelo alternativo de región tendría que incluir, al menos, estas seis líneas de actuación: 1) una transición ecológica justa hacia un modelo económico que fomente la autosuficiencia energética y alimentaria, mediante energías renovables, agroecología, economía social y empleo de calidad; 2) una ordenación del territorio que proteja su patrimonio natural y cultural, y lo vertebre mediante un plan de transporte público integral, descarbonizado y accesible a todos; 3) unos servicios públicos universales, gratuitos y de calidad (sanidad, educación, cultura, cuidados, dependencia, etc.); 4) unas políticas sociales que reduzcan la desigualdad, eliminen la pobreza, garanticen el derecho a una vivienda digna, combatan cualquier forma de discriminación (etnia, género, discapacidad, etc.) y promuevan el carácter laico de las instituciones públicas; 5) una sociedad basada en el conocimiento y en la creatividad, lo que exige el apoyo firme a la educación pública, las universidades públicas, la investigación científica y la promoción de las artes y la cultura; 6) una apuesta firme por la regeneración democrática de todas las instituciones, la creación de cauces estables y efectivos de participación ciudadana, el control democrático de los medios de comunicación públicos, la transparencia de la gestión, el buen gobierno, la redición de cuentas, etc.
“Un modelo alternativo de región tendría que incluir (…) una apuesta firme por la regeneración democrática de todas las instituciones, la creación de cauces estables y efectivos de participación ciudadana, el control democrático de los medios de comunicación públicos, la transparencia de la gestión, el buen gobierno, la rendición de cuentas, etc.”
Por último veamos la Región desde ese futuro (aun no) presente. En su último artículo nos recuerda que “Michel Foucault definió su obra como una “caja de herramientas””. Al respecto, ¿cuáles serían las “herramientas” necesarias para la construcción o/y constitución de ese modelo alternativo de región del que hablábamos en la pregunta anterior?
Habría que dar tres pasos cruciales. Ante las próximas elecciones de mayo, las organizaciones que están a la izquierda del PSOE deberían constituir una mesa de partidos y establecer un procedimiento de trabajo que facilitase la confianza mutua, el respeto a la pluralidad y la creación de órganos estables de cooperación. Eso les permitiría pactar un programa común y una candidatura unitaria que fuera creíble y que movilizara al electorado. Si no se logra esto y hay dos o más candidaturas, será un auténtico desastre.
Una vez pasadas las elecciones, esa mesa de partidos tendría que negociar con el PSRM-PSOE para formar una coalición de gobierno en los lugares donde tengan mayoría, o una coalición de oposición donde estén en minoría.
En tercer lugar, esa mesa debería promover la unidad de la izquierda en el marco del proyecto Sumar, de cara a las próximas elecciones generales. Pero ese proceso unitario fracasará si se plantea como una mera coalición de partidos para el reparto de los puestos y el dinero, y no como un proyecto de región que debe implicar al mayor número posible de organizaciones de la sociedad civil: asociaciones, sindicatos, cooperativas, empresas, entidades culturales, universidades, centros de investigación, etc. Esa nueva vertebración de la sociedad civil es imprescindible para que la región se desprenda definitivamente de la pesada herencia del valcarcismo y se acerque a las comunidades socialmente más avanzadas de España y de Europa.