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Beiras: “El PP es un partido podrido que debería estar ilegalizado” Featured

Cuarto Poder.- Es uno de los dirigentes políticos en activo más veteranos de la izquierda. Se inició políticamente fundando en la clandestinidad el Partido Socialista Galego en los años 60. En 1982 formó parte de la construcción del Bloque Nacionalista Galego (BNG) y en 1985 se convirtió en diputado autonómico en el Parlamento Gallego, donde permaneció varias legislaturas. En 2012 fundó Anova, un partido surgido de una corriente del BNG, Encontro Irmandiño. Actualmente es portavoz nacional y diputado de un partido que concurrió aquel año junto a Esquerda Unida (IU en Galicia) dentro de Alternativa Galega de Esquerdas (AGE) en las autonómicas. Ese proyecto obtuvo 9 escaños y sus integrantes lo consideran clave en el embrión de lo que años después supusieron las mareas y otros tipos de confluencia. Anova también forma parte de la coalición En Marea, junto a EU, Podemos o Equo, que se presentó a las generales el 20-D y que reeditará fórmula para el 26-J. Xosé Manuel Beiras (Santiago, 1936), considerado referente político para dirigentes como Pablo Iglesias o Alberto Garzón, atiende a cuartopoder.es en una cafetería madrileña al día siguiente de participar en una conferencia junto a Julio Anguita.

— Desde Anova y Esquerda Unida siempre ponen en valor lo que supuso la creación de AGE para la confluencia. ¿Qué experiencia se puede sacar de lo que conllevó aquella alianza?

— Significó romper un tabú que existía desde los tiempos de la organización del nacionalismo gallego en la clandestinidad ante el franquismo. Existía una divisoria infranqueable, utilizando el léxico de aquella época, entre nacionalismo y españolismo. Es decir, entre la expresión de la izquierda en clave de la nación gallega y la izquierda presente en Galicia pero de carácter estatal. Eso fue una divisoria que se traspasó con AGE. Anova nació como una organización impulsada inicialmente por contingentes venidos del nacionalismo que habíamos militado en el BNG pero con un proceso muy abierto en la primavera de 2012. Se convocaron asambleas por toda Galicia, más de 40 en dos meses, sin ningún documento previo para ver si se adhería la gente o no. Simplemente con unos postulados que eran la defensa de la identidad y el derecho del pueblo gallego como sujeto político y un nuevo proyecto estratégico en clave rupturista y de izquierdas. Inmediatamente después se lanzó la propuesta de un frente amplio. Eso fue respondido afirmativamente por EU, luego Espazo Ecosocialista y Equo. Mientras, el BNG lo rechazó. AGE fue la forma en que se concretó un frente amplio traspasando las fronteras de la izquierda y de ahí en adelante continuó un proceso que se fue ampliando. Y se metamorfoseó por el camino hasta dar lugar a las mareas.

— ¿Cómo ha vivido Anova el surgimiento de Podemos y su encaje en esos procesos hasta llegar a En Marea?

— Para entenderlo hay que referirse al proceso de las municipales. Las mareas gallegas, surgidas como alternativa electoral en las elecciones de 2015, el legado que expresan es el salto que supuso el cambio político fundamental en la sociedad española. La ciudadanía, cada vez más desencantada de los partidos que no los representaban, incluidos los partidos de izquierdas, comienza a pensar en autoorganizarse y en ser protagonista de una alternativa política electoral. Es decir, no ser sólo representados sino también representantes. Cuando eso comienza a surgir, ya en el verano de 2014, Anova se posicionó a favor de que los partidos nos integrásemos en el proceso de las mareas en lugar de concurrir con nuestras propias siglas. Esa línea arrastró a EU. Podemos decidió no presentarse como Podemos a las municipales y facilitó ese proceso. Se dio lugar a las mareas, que no son sólo las grandes más conocidas de Santiago de Compostela, A Coruña y Ferrol, sino que se crearon hasta 70 candidaturas de unidad popular. Inmediatamente después de eso, las propias mareas de las grandes ciudades establecieron una relación entre ellas proclamando que había que acabar con el localismo, con los conflictos entre ciudades, etc. Lanzaron la idea de las ciudades rebeldes en conexión con otras del Estado español y el mensaje de que había que llegar a una marea gallega. Sobre esas bases comenzó el diálogo con Podemos. Fue complicado porque Podemos había decidido que para las elecciones a las Cortes de 2015 se presentaría como Podemos y no había otras opciones. Pero seguidamente reconoció que podría haber hechos diferenciales en Galicia o Cataluña para crear algo con la fórmula Podemos y un guión. En Galicia conseguimos que se formalizara En Marea como tal, aunque figuraran los partidos integrados.

Fue algo bastante tenso porque hubo diferencias. Hay que comprender que cuando se salta una frontera estamos combinando culturas muy diferentes. Culturas de grupo o con esquemas ideológicos distintos que incluso en el pasado habían estado en conflicto muchas veces. Eso requería un proceso de maduración, de consolidación. Lo que sí se logró fue establecer un documento político de postulados básicos entre Anova, EU y Podemos que dio lugar a que todas las mareas se pudiesen integrar. Eso fue ya un logro porque ahí están las bases de lo que es En Marea como un movimiento con vocación de no sólo acudir a las elecciones sino de que esté en constante ampliación. Hay por ejemplo contingentes de militantes que se salen del BNG que apuestan por las mareas. Y ciudadanos no adscritos a partidos. Todo es un proceso que resulta siempre complicado. Pero lo positivo es que va adelante.

— Obtuvieron un buen resultado el 20-D y ahora repiten fórmula. Anova ha sido crítico con el proceso. ¿Qué ha sucedido?

— Para mí lo más importante de lo que aconteció primero con AGE y después con En Marea el 20-D es que se puso de manifiesto que la ciudadanía va por delante de los partidos. Hemos vivido por dentro todas las dificultades para las listas, por ejemplo. Cuando decíamos dos puestos de salida y cosas así, yo decía que si sólo sacábamos dos diputados iba a ser un fracaso. En el caso de AGE fueron 9 y el sorpasso al BNG. Lo mismo se repitió con En Marea el 20-D. En un principio dijimos que tenían que ser las bases de cada uno de los actores las que decidiesen las listas, pero que los partidos hacíamos una propuesta. Fueron 6 diputados. Y 410.000 votos en Galicia, que es un país con una demografía en retroceso, con menos habitantes que hace 30 años, considerado como feudo del PP, son increíbles. La referencia era el mejor resultado del BNG en el año 1997, que pasó al PSOE. Fueron cerca de 400.000 votos en elecciones al Parlamento de Galicia, no al Estado. La gente esta vez quería unidad y lo premió con esos resultados. La cuestión es que hay que continuar ampliando y democratizando más el proceso interno. Porque se han registrado defectos en el funcionamiento por dentro de En Marea precisamente por asuntos de conductas de cuadros de partidos que siguen operando con los esquemas de vieja política, aunque estén integradas en la nueva. Hay un órganos de coordinación y En Marea tiene dos documentos políticos de base. La mesa coordinadora es la que tiene que tomar las decisiones políticas, son las que guían al grupo parlamentario. Pues interferencias en el grupo de la coordinadora daban lugar a que no se tomasen decisiones y acababa tomándolas el grupo aunque no le correspondiera. Este tipo de cosas son las que dieron lugar a disfunciones. Es lo que estamos decididos a corregir. Sólo se corrige mediante la maduración de los proceso de participación. Si se amplia En Marea cada vez más va a redundar en que no pueda depender el eficaz funcionamiento de la actuación anómala de algunos cuadros miembros del organismo que en principio marca las pautas. Porque tiene que ser a su vez algo que sólo lleve adelante lo que decida el conjunto de la militancia.

Por ejemplo, el 15 de mayo se celebró una asamblea abierta. Hubo muchas reticencias en la coordinadora para convocarla y finalmente por mayoría aprobó que la asamblea no podría ser decisoria. Es decir, que no se podía votar si se creaba un partido instrumental o se hacían unas primarias o una revalidación. 1.000 personas participaron, y en el debate lo que se puso de manifiesto por el comportamiento de los militantes era que la inmensa mayoría estaba de acuerdo con aquello que no había querido hacer la coordinadora. Eso es lo que hay que corregir para ser congruentes con el discurso que se predica. Si queremos la libre determinación de los pueblo no puede haber interferencias de cúpulas estatales en las decisiones de En Marea o de sus propias organizaciones en Galicia, como Podemos.

— ¿Su intención es que se corrijan estos errores de cara a las elecciones autonómicas?

— Exactamente. Y seguir ampliándolo. Siempre es un camino largo. Es una opción que tiene la vocación de ser la herramienta primordial, de ser el sujeto político que es la mayoría social gallega, como mayoría social de un pueblo con una ruta rupturista dentro de la segunda restauración borbónica en el Estado Español. Es una línea de acumulación de fuerzas rupturistas frente a lo que representa el edificio de la UE. Esa política de alianzas es la que hay que hacer.

— La principal novedad de cara al 26-J es la alianza entre Podemos e IU. ¿Influye de alguna manera en el contexto de Galicia? ¿Tiene esta coalición, con todas las confluencias, posibilidades de ganar al PP?

— Creo que sí pueden. El verano pasado fui convidado por Alberto Garzón a un curso de verano en El Escorial. En la mesa redonda donde yo participé dije que consideraba necesario un acuerdo entre ambos sobre unas bases político-programáticas y no sobre consideraciones demoscópicas, que era lo que estaba pasando. Por tanto, a mí me parece que el acuerdo es positivo. Estoy convencido de que va a hacer efecto de bola de nieve en el ámbito de la ciudadanía, en esa izquierda social. La repercusión en Galicia también va a ser positiva. Porque además no va a deturpar el perfil de En Marea como fuerza propia gallega porque está explicitado que Unidos Podemos no presenta candidaturas aquí. Por tanto no interfiere. Podría interferir con determinados comportamientos que no tengan en cuenta que hay determinadas sensibilidades en las sociedades periféricas que son importantes porque tienen el corazón partido. Hay ciudadanos que son nacionalistas, que votaron al nacionalismo siempre y llegaron a la conclusión de que nuestra alternativa sigue con esos ejes pero de forma más abierta que aquello otro que está ensimismado. Pero si se toman determinadas decisiones que afecten, aunque sea simbólicamente, puede que esa gente diga que no van a estar una vez más atendiendo que vengan de Madrid a decir lo que tienen que hacer. Pero no soy pesimista a ese respecto, es un aprendizaje que se va haciendo. El efecto del acuerdo Podemos-IU va a ser de aceleración del proceso de acumulación de fuerzas en el cambio electoral.

— ¿Confían en tener grupo parlamentario propio? Anova ha defendido construir un partido instrumental pero al final no se ha aceptado. ¿De qué depende?

— El partido instrumental era la triquiñuela técnico-jurídica que blindaba a En Marea frente a una decisión arbitraria de la Mesa del Congreso. Lo blindaba porque eliminaba la coartada que utilizaron. Los dictámenes e informes de expertos dijeron que era una decisión arbitraria. Lo del partido era una decisión técnica, sin contenido político relevante porque el partido dejaría de existir tras las elecciones. Pero en cambio eso blindaba. ¿Por qué se impidió? ¿Por qué desde la dirección, sobre todo de responsables de organización, de Podemos, impidieron que incluso Podemos Galicia tomasen esa decisión? Sus bases estaban a favor. Es una incógnita. Pero bueno, dejemos eso. La argumentación que se utilizó por destacados miembros de En Marea como Yolanda Díaz o Antón Gómez-Reino era que el asunto consistía en que teniendo hegemonía en el Congreso la Mesa ya sería distinta. Muy bien, pues vamos a tener grupo. Habrá que demostrar que con otra composición de la Mesa nos dejan tenerlo.

— Es decir, que todo dependerá de si ganan las elecciones.

— Claro

— A usted le citan como referente tanto Iglesias como Garzón. Este último, en entrevista con este medio, señalaba que sería importante que tanto usted como otras personas participaran en un gran acto. ¿Cómo va a ser su participación en la campaña?

— Todavía no tengo hecha ni sé mi agenda ni el programa de campaña. Tengo mis propios criterios en principio. Ando muy cansado, seré selectivo en eso. En cambio haré una labor más de proximidad que siempre me fue muy bien. Ahora, lo que más me importa es que dirigentes políticos estatales me mencionan elogiosamente y me ponen como ejemplo. Incluso que, de alguna manera, mis actuaciones fueron una fuente de inspiración como decía Pablo Iglesias, que fue asesor de Yolanda Díaz en la campaña de AGE en 2012. A mí lo que me importa en esos casos es que se actúe coherentemente con eso. Por tanto, que las direcciones de esos partidos presionen para que lo que yo represento y ellos proclaman sea respetado en la práctica. El mejor elogio que se me puede hacer a mí es que evidentemente si Podemos en Galicia decide una cosa, y no va contra las bases ideológicas y es congruente, que lo haga libremente y no que se le diga desde su organización que no puede. Ese es el mejor elogio. Dicho esto, para participar en un acto a nivel de Estado no tengo ningún reparo. De hecho participé en uno antes del 20-D con Mónica Oltra, Ada Colau y el propio Pablo Iglesias.

— Dice usted que Galicia es una colonia interior a diferencia del País Vasco y Cataluña. ¿Por qué? ¿Tiene tanta fuerza o visibilidad el nacionalismo gallego como el de vascos y catalanes?

— No tiene tanta visibilidad porque la de los movimientos políticos en tantos años de nuevo régimen de restauración siempre se mide por el escenario electoral. Y eso es una deformación de visión brutal. Las elecciones son un reflejo muy deformado de la realidad socio-política. ¿La realidad de IU socio-políticamente son dos escaños con casi un millón de votos? En Galicia por ejemplo el sindicalismo de clase gallego organizado en los años 70 empataba ya con algunos grandes como UGT y CCOO. En las empresas con mayor número de trabajadores, ganaban. En Cataluña nunca hubo un sindicato de clase en clave catalanista. En esa época los dos sindicatos nacionalistas vascos estaban muy por detrás. En el plano electoral es distinto. Precisamente porque en Galicia no existió nunca un nacionalismo burgués equivalente a CIU o el PNV. Porque la formación de una burguesía propia fue muy tardía como también lo fue de una clase obrera importante. Nunca hubo un nacionalismo conservador y eso en la Transición fue decisivo. Porque los nacionalismos que pintaron en esos momentos fueron el de PNV y CIU. Esta es la explicación.

Lo de que somos colonia interna lo vengo diciendo desde los años 60. Tengo ilustres maestros como Pablo González Casanova que acuñó el término de colonialismo interno en México. Galicia es una colonia interna del Estado español pero el Estado español es un protectorado del IV Reich de la UE. Ni Cataluña ni Euskadi se pueden considerar así. No hay expolio allí. En los últimos tiempos lo poco que quedaba de centros empresariales con el centro de decisión en Galicia fueron descabezados. Por ejemplo Fenosa ha sido absorbida por Gas Natural. El Banco Pastor absorbido por el Popular. Esto no se puede decir de la economía catalana. Y la colonización es también ideológica y cultural. En el idioma existe diglosia, en Cataluña no. Yo siempre practiqué el máximo posible de relaciones y alianzas con el nacionalismo vasco y catalán. Incluso con el PNV, por ejemplo. Pero siempre tuve claro que las tres naciones tenemos en común que no tenemos Estado. Estamos oprimidas porque no se nos reconoce. Pero hay diferencias.

— Dijo usted en la conferencia del jueves que Tsipras no tuvo el coraje que tuvo su pueblo frente a la austeridad. En este marco, dentro de esta UE, ¿se puede cambiar algo? ¿No desalienta la experiencia de Grecia?

— Sí, claro que desalienta. Pero a mí no. A mí me desalentaría que la operación de estado de sitio, los chantajes sistemáticos de fumigar con estupefacientes mediáticos al máximo, de golpe de Estado financiero, hubiese derrotado al pueblo griego. Si no derrotó al pueblo griego, aunque capituló su Gobierno, eso es lo importante. Porque que capitule un Gobierno si el pueblo no fue derrotado es resoluble incluso a corto plazo. Vamos a ver si hay un resultado en las elecciones que supone un cambio serio de que esa izquierda emergente a través de las mareas, En Comú Podem, Compromís, Unidos Podemos, etc. sean segunda o primera fuerza. Deberían ser primera fuerza porque el PP es un partido podrido que en realidad debería estar ilegalizado. Si eso se da, y se le planta cara a la UE y se establece una alianza que refuerce al Gobierno portugués, se reactive a Grecia, Syriza cambiaría de posición. Si eso empieza así y arrastra, cambiará. Si nadie da el paso a jugarse el tipo entonces sí que no. Pero la izquierda o está para jugarse el tipo o tiene que decir que no es de izquierdas. No se puede ser de izquierdas con esquemas conservadores. No se pueden dar pasos para atrás antes de que te pongan las bayonetas en el pecho. Eso no puede ser, es conservadurismo.

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