Entrevista al ingeniero, ecologista histórico y colaborador de cuartopoder
María F. Sánchez/cuartopoder.- En los últimos años de la dictadura de Franco, la protesta anti-nuclear dio forma al movimiento ecologista en forma de intensas protestas. Sin esa batalla, el régimen habría construido 37 centrales nucleares, pero solo diez de ellas (siete actualmente) salieron adelante. Nos lo cuenta uno de los líderes de aquella lucha por el medioambiente, a quien agradecerle la hazaña. Pedro Costa Morata (Águilas, Murcia, 1947) no es solo referente, también parte muy activa del movimiento ecologista, sobre todo en su tierra natal. Es sociólogo, politólogo, periodista, ingeniero de Telecomunicación. También Premio Nacional de Medioambiente (1998). Ha sido profesor de la Universidad Politécnica de Madrid y de la Universidad San Carlos de Guatemala, país en el que dice haber rejuvenecido hace unos años. Al pasmoso currículum del que solo mostramos una parte, le quita importancia porque "antes se vivía muy rápido", resume.
Se trata de una conversación de despedida. Costa Morata escribe en cuartopoder y nunca le habíamos entrevistado, a pesar de su interesante trayectoria. La ocasión de nuestro cierre es una buena excusa. Hablamos de la lucha ecologista, la pandemia, el fracaso de Iberdrola para urbanizar un Parque Natural en su región... También imprime su propia visión optimista respecto a nuestro futuro en manos de grandes corporaciones y burócratas: si tenemos el rumbo claro, es posible vencer a base de "guerra de guerrillas". Habrá mucho más en el libro que publicará próximamente con la editorial Trotta , Manual crítico de cultura ambiental.
Ahora que hemos anunciado el cierre de cuartopoder, me contabas que fuiste redactor en un periódico en plena Transición.
Yo fui redactor en Diario Económico, que pertenecía a Publicaciones Controladas. Me llamaron los periodistas que llevaban Doblón, un semanario político y económico anterior que empezó en el año 74. En aquellos años me había enfrascado en la lucha anti-nuclear y había tenido que aprender un poco a la fuerza sobre energía, medioambiente... Me ficharon para escribir en energía y, por extensión, de industria, en la época del desarrollismo franquista. A la vuelta de las vacaciones de verano en el año 76, lo cerraron. Nunca supimos muy bien por qué. Ese año no se sabía muy bien si habíamos salido del franquismo o si iba a haber democracia de verdad. Habría que hacer un estudio minucioso de todo lo que sucedió. Sabíamos que era el año de nuestra vida, que España ya no podía parecerse al año anterior. Aunque yo era ingeniero ya escribía en varios medios progresistas, veía que el periodismo era la clave del tiempo. Había que contribuir a un cambio mejor y eso estaba, esencialmente, en manos de los periodistas.
Fueron los años de las primeras movilizaciones ecologistas...
Las grandes movilizaciones ecologistas son a finales del año 73 y en el 74. La lucha anti-nuclear más importante, la mas dura, fue durante Franco. No nos importaba el dictador, había que hacerlo y lo hicimos. Todo empieza en la segunda mitad del 73 en el País Vasco y Navarra y luego en el 74 con la lucha contra la central nuclear de Águilas y los proyectos de Cataluña, Tarifa, Huelva... Si se hubieran aprobado todos los proyectos nucleares que lanzaban a los BOE en aquellos años, habríamos tenido 37 centrales nucleares, pero quedaron en 10. Ahora tenemos siete centrales. Lo que hicimos fue sofocar los proyectos en la cuna. Hicimos que fueran los Ayuntamientos los que dijeran que no. Los últimos proyectos nucleares salieron en abril y mayo del 75. Eso dio lugar al primer movimiento ecologista, un movimiento de naturaleza esencialmente política que contribuí a crear. Creo que este movimiento acude y analiza las razones de la destrucción ecológica del planeta, y esas razones son en primera instancia políticas y en segunda instancia, económicas.
¿Cómo tomaste consciencia de que la energía nuclear o las centrales nucleares eran perjudiciales?
Como ingeniero técnico de Telecomunicación, entré en empresas que eran de electrónica . Viví cinco años de profesión, del 69 al 74, viajando y resolviendo averías. Siempre estuve en multinacionales y en la última, Fischer&Porter, me correspondió trabajar en el proyecto de la central nuclear de Lemoniz. Mi empresa aportaba instrumentación electrónica de la planta de residuos radiactivos, y lo llevaba yo. Ya sabía algo de energía nuclear y en la navidad del 73, me encontré en mi pueblo con el proyecto de una central nuclear. Se produjo mi revulsivo. Decidí oponerme a todo eso. A los 9 meses dejé la empresa, la dejé yo porque mis jefes me defendieron mucho. No podía trabajar de lunes a viernes por la energía nuclear y, el fin de semana, trabajar en contra.
Ahora que las centrales nucleares están de capa caída, ¿victoria ecologista en España y Europa?
La energía nuclear ha quedado en países como Francia donde el ecologismo no fue inteligente. Aunque nosotros los tomábamos de ejemplo, consintieron que se construyeran 50 centrales nucleares, algo incomprensible. Les dimos una lección. Han quedado las centrales nucleares en países autoritarios: Corea del Sur, China, Taiwán... Hay dos o tres proyectos europeos que no van para delante, están atascados. Es una debacle histórica.
¿Qué piensas del nuevo movimiento ecologista joven internacional articulado a través de Greta Thunberg
Yo he hablado en cuartopoder de esta tontería de descubrir ahora que el clima es el problema más rágico y que eso lo tenga que hacer una chica sueca que se parece a Juana de Arco. Los ecologistas viejos, los históricos, sabemos que cuando los asuntos se banalizan en los medios, pierden solidez. Sabemos que el sistema socio-económico imperante se encarga de fagocitar todo. Fagocitan todo tipo de oposición, tanto en lo económico como en lo político. El sistema tiende a apoderarse de ti, a decirte que está de acuerdo. Lógicamente te desmoviliza. Todo eso hay que saberlo. Cuando surgen iniciativas muy respaldadas por la prensa, hay que analizar. ¿Es nuevo lo que dicen? Si fuese nuevo tiene mérito, pero ya lo venimos diciendo los viejos desde hace tiempo. Yo pertenezco a un movimiento que no puede aliarse con el mundo empresarial ni con los planes ambientales de la UE, que son puro reflejo de los intereses económicos europeos. Veo que el sistema va ganando y neutralizando buena parte de la crítica ecologista.
¿Crees que hay relevo generacional de esa lucha ecologista que empezasteis en los 70?
Como en tantas cosas, el relevo generacional es escaso y relativo. Naturalmente que sí (hay relevo), como profesor además, tengo algunos 'discípulos' que me piden consejo. Es evidente que la historia sí ha ido contra la movilización, contra el interés o la generosidad por trabajar por intereses comunes y generales. Por el consumismo y el desarrollo económico, que es muy individualista. Esa realidad hay que tenerla en cuenta. Pero hay fuerzas y ganas de trabajar entre la juventud. Los de antes tenemos una labor pedagógica de seguir siendo útiles. En general, el movimiento ecologista no ha mantenido el vigor que tenía en los años 70. Se ha ido o suavizando o adaptando o haciéndose más realista. Aquellas ideas claras contra el sistema, en el caso de España era una dictadura, no ha seguido una evolución lineal. Está muy institucionalizado o cree demasiado en la Justicia. Pero se trata de manifestarse, de decir este proyecto "no se hace aquí porque no queremos y porque somos muchos, no se va a hacer porque no nos da la gana”.
Recientemente has escrito un artículo en cuartopoder que ha levantado ampollas sobre “el rotundo fracaso -jurídico, empresarial- de Iberdrola” en “su empecinamiento en violentar la protección del Parque Regional de Cabo Cope y Calnegre”, en los términos murcianos de Águilas y Lorca.
Iberdrola, en mi tierra, compró 300 hectáreas con kilómetro y medio de playa para una central nuclear, una comarca litoral entre sierras. El proyecto nuclear fracasó, nos lo cargamos los ecologistas, yo entre ellos. En 1992 todo esto se declara Parque Natural con un Gobierno autonómico socialista y, en el 2001, el Gobierno popular de la Región de Murcia dice que solo hay que proteger una pequeña zona, las Puntas de Calnegre y Cabo Cope. Lo demás es urbanizable. Crean una actuación de 2.100 hectáreas para urbanizaciones de lujo: 60.000 personas, cinco hoteles y un súper puerto deportivo. Se cargan el Parque Natural de un plumazo. Empezó la batalla tremenda que duró desde el 2002 hasta el 2012, cuando el Constitucional sentencia que la comunidad autónoma no podía desproteger un espacio protegido anteriormente por ella misma. Iberdrola, con 300 hectáreas es el principal propietario de la urbanización, ha ido perdiendo en todas las instancias. Concretamente su presidente, José Ignacio Sánchez Galán, dijo que tenían mucho ilusión en este proyecto... ¿Qué hace una empresa eléctrica jugando a las urbanizaciones de lujo? Lo que tiene que hacer es regalar esto o llegar a un acuerdo con los grupos ecologistas porque nunca va a poder urbanizar. Sánchez Galán es un tiburón que no tiene ninguna noción política ni histórica y realmente cree que va a llegar hasta el final. Eso no es así. En el caso de Iberdrola menos todavía, porque su historial es tremendo. El presidente de Hidroeléctrica Española era don José María de Oriol Urquijo, de una familia que era esencia del franquismo y no concebían que se opusiera nadie a ellos. Con respecto a Sánchez Galán, cuando tenga oportunidad de saludarle un día, me entenderé con él porque los dos somos ingenieros. Le diré “no os enteráis, vives en una burbuja rara que sí está muy protegida, pero te la pinchamos cuando queramos. Eres intrínsecamente débil porque una guerra de tanques se puede ganar con flecha y lanzas”. Y los españoles hemos inventado la guerrilla, es nuestra especialidad. En la lucha ecologista somos los guerrilleros de siempre. El enemigo es fuerte, se exhibe con una fuerza descomunal, pero no nos impresiona, porque sabemos que con unión, inteligencia y organización equilibramos el poder. Y ellos no son inteligentes, son torpes.
Como ecologista, ¿cómo entiendes la pandemia de la covid-19 que ha dinamitado nuestras vidas?
Los únicos que entendemos la pandemia y que la interpretamos somos los ecologistas. La pandemia viene de la intrusión indebida de los ecosistemas alterados en el mundo de la naturaleza. Los virus son parte de la naturaleza y están en el mundo animal silvestre tan tranquilamente. A través de las inmensas instalaciones ganaderas de miles de cabezas aviares y porcinas en ese mismo mundo, como ocurre en China y ahora también en España, las aves silvestres se mezclan con las domésticas porque comen lo mismo. El virus SARS-CoV-2 se almacena en esas instalaciones ganaderas intensivas y ahí se transmite. Pero eso ya lo sabíamos. Los gérmenes patógenos están en su ambiente y ahí se quedan. Y en cuanto mutan, y tienden a mutar, saltan al humano. La ganadería estabulada es un disparate. La ganadería tiene que ser libre, sana, en el monte. En esas instalaciones los animales nacen y mueren ahí, no se pueden mover. Es moralmente inaceptable.
¿Cuál crees que debe ser el rumbo de la lucha ecologista? ¿Hay esperanza con la hoja de ruta y las medidas planteadas por el Ministerio de Transición Ecológica del Gobierno actual?
Me sigue preocupando lo esencial en lo ecologista, que es cambiar el modelo socio-económico. No hay perspectiva. El Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico es mentira porque se trata, como mucho, de una transición energética. Teresa Ribera no podría hacer otra cosa. Y es indignante que quieran recuperar la España vaciada con una digitalización. ¿Digitalizar a los viejos? Al campo hay que darle una solución de campo, una actividad de campo. Se limitan a lo energético, que es importante. Con el coche eléctrico las emisiones no se van a reducir porque dependen de todo el sistema industrial. Nos llenaremos de coches eléctricos, pero lo que hay que hacer es reducir el coche y promover el transporte público. Tenemos que movernos menos, reducir los viajes y el comercio internacional. Hay que mirar más hacia dentro. Tenemos que producir más cosas porque solo producimos lo que interesa a la exportación. Resulta que con la pandemia no tenemos capacidad para alimentarnos. No hay mas remedio que reducir el comercio internacional, aunque sea un pecado mortal o un anatema decir esto. Necesitamos más autosuficiencia e incluso racionamiento si los recursos no dan de sí. Y esto suena, a mucha honra, absolutamente subversivo.
Fuente: https://www.cuartopoder.es/sociedad/medio-ambiente/2021/03/26/pedro-costa-morata-en-la-lucha-ecologista-somos-los-mismos-guerrilleros-de-siempre/