“Ni el estado español puede pretender aplastar un movimiento tan potente, ni el independentismo podía romperle el espinazo a España”, defiende el exdiputado y exportavoz de Catalunya Sí Que es Pot.
La Verdad.- Joan Coscubiela (Barcelona, 1954) está feliz de dejar de ser diputado y portavoz de Catalunya Sí Que es Pot. «¿Tanto se me nota?», pregunta al periodista en su despacho de un Parlament semivacío. Hasta tararea el ‘Libre’ de Nino Bravo bromeando con sus compañeros. Veterano sindicalista, diputado en Madrid durante cuatro años antes de «hartarse de tender puentes» en Cataluña las dos últimas y convulsas legislaturas, Coscubiela fue el altavoz de muchos cuando manifestó en el Parlament que no deseaba para su hijo «un país donde la mayoría pueda tapar los derechos de los que no piensan como ellos.
– ¿Es Cataluña hoy una república independiente?
– Setenta horas después de la declaración del Parlament yo no soy capaz de ver ningún dato que permita afirmarlo, más bien lo contrario.
– ¿Estamos en el peor escenario posible: declaración de independencia y aplicación del artículo 155?
– Sin duda es un escenario negativo. Quiere decir que no se ha sabido utilizar el diálogo para encontrar una vía de acuerdo, ni tan siquiera para gobernar el desacuerdo, que a veces es una manera de terminar los conflictos. Se tuvo esa oportunidad el jueves 26 de octubre, con el anuncio del president Puigdemont de convocar elecciones. Incomprensiblemente cometió la torpeza de echarse atrás. El conflicto que existe en Cataluña alrededor de la reivindicación de poder decidir nuestro futuro no está resuelto. Espero que el periodo que va de aquí al 21 de diciembre permita, como mínimo, desescalar la tensión, enfriar los ánimos y evitar que la conflictividad vaya a más al conjunto de la sociedad. Y después del 21 encontraremos una solución.
– ¿Qué va a pasar con Puigdemont?
– El planteamiento de la Fiscalía en el sentido de una acusación de rebelión es una barbaridad jurídica que no se aguanta por ningún lado. La rebelión requiere en el Código Penal del 95 la existencia de violencia. Y es evidente que eso no concurre ni en Puigdemont ni en la presidenta Forcadell. Insistir por esa vía en una torpeza política.
– ¿Encarcelarle sería una decisión temeraria?
– Yo estoy convencido de que vivimos en un estado de derecho. Cualquier medida de presión solo puede ser después de una sentencia firme, cosa que no existe. Además, estos procedimientos penales suelen ser muy largos. Espero que a la Fiscalía no se le ocurra pedir la prisión provisional, que no está en absoluto justificada y que no cometan la misma torpeza que hicieron con los dos Jordis. Lo único que consiguió fue crispar más el ambiente con una interlocutoria de la juez de la Audiencia Nacional que no tiene ninguna base jurídica.
– Su discurso en el Parlament cuando se aprobó la ley del referéndum tocó la fibra de muchos.
– Aquella no era una intervención prevista, estábamos en un debate estrictamente procedimental para tramitar por la puerta de atrás la ley de transitoriedad jurídica y fundacional de la República. Una barbaridad que no necesitaban para su relato, una estrategia para quemar las naves e impedir el diálogo. Se utilizó un argumento peligroso desde el punto de vista democrático: la mayoría lo puede todo. Improvisé una intervención llevado por mi convencimiento de que las reglas de la democracia no son floreros que se pueden poner y quitar. Y comprobé que había tocado la fibra sensible de mucha gente.
– Fue el altavoz de otra mayoría silenciosa.
– Eso me dice la gente. Sin haberlo pretendido había puesto voz a muchos silencios. No era un silencio único, una sola manera de entender la situación, sino que la inmensa mayoría de la ciudadanía veía que no podíamos continuar en esta situación de conflicto sin solución, de que manden los hooligans de los equipos respectivos.
– ¿Ya no es demasiado tarde? La fractura social es evidente.
– Hay una fractura social importante. Los que lo veníamos explicando hemos recibido descalificaciones en ese sentido, se me ha insultado de la peor manera posible, acusándome de intimidar como el PP. Conozco lo que pasa en los centros de trabajo, en las asociaciones de vecinos, en las AMPAS, en los grupos de whatsapp... Este proceso tendrá efectos colaterales complicados que van a durar algún tiempo. Sería bueno que a partir del 21 de diciembre todo el mundo se pusiera a trabajar no solo para encontrar vías de diálogo definitivas, sino para intentar reconducir esta situación de fractura.
– ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
– Por muchas razones, no hay una responsabilidad única. Yo nunca hablo de culpa, que es un concepto judeocristiano, sino de responsabilidad, que es más republicano. La principal responsabilidad la tiene el presidente Rajoy y el PP, que vieron en su momento que la mejor oportunidad para volver a la Moncloa era erosionar a Zapatero a través del Estatut. Se hizo aquella barbaridad de recoger firmas y se presentó un recurso de inconstitucionalidad. Y Rajoy continuó con ese planteamiento, pensando que es un problema que se iba a resolver solo. También hay responsabilidades en Cataluña. Yo no soy independentista, pero considero la independencia absolutamente legítima desde el punto de vista de la reivindicación. Cabe perfectamente en nuestra Constitución, como ha dicho el TC. El error del independentismo fue entrar en la fase del unilateralismo.
– Habla usted de un «empate de impotencias».
– Sí. La fortaleza del independentismo, que es tener a centenares de miles de personas con una ilusión muy fuerte y una capacidad logística increíble, como se demostró el día del referéndum, es al mismo tiempo un problema, porque le ha restado capacidad de movimiento. Hay quien dice que les falló no tener un Tarradellas. No ha habido un líder capaz de gobernar ese momento.
– ¿Los que están viviendo el sueño independentista cómo despertarán? ¿Se sentirán engañados por sus líderes?
– No lo sé. Quien piense que porque Rajoy ha movido hábilmente sus cartas convocando anticipadamente las elecciones esto se termina se equivoca. Ni el estado español puede pretender aplastar un movimiento tan potente, que ha calado, ni el independentismo podía romperle el espinazo a España. Eso nos ha llevado a este choque de trenes. Espero que todo el mundo haya aprendido. Solo nos queda volver al punto de partida y se puede pactar un referéndum que abra las puertas a la reforma constitucional.
– Se muestra muy esperanzado con el 21-D. ¿No volveremos a la casilla de salida? ¿Y si no se presentan algunos de los partidos independentistas?
– Hacer predicciones de lo que van a hacer las fuerzas políticas el 21-D es arriesgado. Pero me atrevo a hacer una: se va a presentar todo el mundo. Incluso los que adoptan posiciones más hooligans saben que en política funciona la teoría de los líquidos: el espacio que no ocupa uno lo llena otro. Quedan cincuenta y tantos días para evitar meternos en un largo periodo de tensión en las instituciones y la calle.
– Podemos ha aplicado también a su manera el artículo 155 con su marca en Cataluña, desautorizando a su secretario general.
– Quiero ser prudente con algo que afecta a una organización de la no formo parte. No creo que se pueda de ninguna manera aplicar el símil del 155. Lo que se hecho desde la dirección de Podemos, teniendo en cuenta que había que cerrar rápido las coaliciones electorales, es someter a la opinión de los inscritos de Podem Catalunya esa decisión. Pero no la juzgo.
– En cualquier caso, demuestran que dentro de Podemos conviven sensibilidades antitéticas respecto a un tema tan importante como la independencia.
– Sí. Y yo las conozco muy bien como portavoz del grupo parlamentario.
– ¿Cómo lleva esta sucesión de ‘días históricos’? Le veo muy feliz de no ser ya diputado.
– ¿Se me nota mucho? Estos dos últimos años han sido muy, muy duros, sobre todo para aquellos que no hemos querido formar parte de ningún bloque y hemos estado tendiendo puentes. He recibido de los dos lados. Vendo de una tradición comunista, he visto detener a mi padre cuando tenía diez años, he vivido conflictos fuertes en el mundo sindical... Y estos dos últimos meses tenía la sensación de que éramos un agujero negro, del que nada puede escapar. Los día parecían semanas.
– Tiene claro que abandona la política institucional.
– Sí. Nunca dejaré la política, es un compromiso cívico. Pero después de 45 años de militancia es buen momento para dejar los espacios institucionales y pasar a la reserva.