Mientras los prebostes de la OTAN, agasajados por el anfitrión español, disfrutaban entre banquetes, cócteles y visitas turísticas de su Cumbre madrileña, su mundo se desmoronaba, aunque todos ellos apretaban filas y se disponían amenazantes, quizá para convencerse de que todavía eran grandes y podían provocar estremecimiento entre sus rivales. Ayudaba a este fin una orgía publicitaria mediática que llegó hasta el paroxismo tanto en la sacralización del atlantismo como en la ridiculización y criminalización de sus detractores.
Encerrados en su burbuja, y en el ambiente festivo y triunfalista que vivían en la capital española, olvidaron que venían de una sucesión de fracasos humillantes, el más sonado y reciente de los cuales es el de Afganistán. Y fantaseaban, engañándose a sí mismos y con la inestimable colaboración de los medios, con la derrota rusa en tierras de Ucrania, escenario de una guerra en cuyo origen tiene bastante que ver el afán imperial anglosajón de expandirse hacia el este y situarse a las puertas de Moscú; y cuya evolución nos remite a un horizonte donde aparece una nación troceada con un 30% en manos de Rusia. Otra derrota que se precipita en el fragor de las batallas que se libran en el Dombás.
Como derrotas son también las recientes expulsiones de las tropas occidentales del área del Sahel o el hecho de que sólo cuatro de los cincuenta y cinco líderes de la Unión Africana asistieran a una de esas charlas a distancia que ofrece Zelenski. Y es que África se decanta, crecientemente, por la Ruta de la Seda auspiciada por China y por la presencia militar en su territorio de tropas rusas. La gran mayoría de la humanidad rechazando sumarse a las sanciones occidentales(que están arruinando a los europeos) contra el Kremlin termina por definir un escenario de crisis terminal político-militar de una organización que nunca pudo presentarse como baluarte en la defensa de los derechos humanos, porque siempre basó su composición(hubo y hay dictaduras en su seno) y comportamiento(invasiones y bombardeos fuera del Derecho Internacional) en la negación de aquéllos.
Y en estos momentos de fuga hacia adelante para sobrevivir, la OTAN se enroca en lo peor de sus tradiciones y fundamenta su concepto de la seguridad en una vuelta de tuerca en lo que respecta a la violación de los derechos humanos. En su frente este, la organización integra dos nuevos países(Suecia y Finlandia), lo que supone proseguir con la política de aproximación y cerco a Rusia, es decir, abundando en la quiebra del concepto de seguridad indivisible, según el cual la seguridad propia no se puede construir a partir de la inseguridad de terceros. Y no cabe duda de que Moscú se siente amenazada por la presencia en su frontera de dos nuevos países hostiles. Ello conculca el derecho a la paz, puesto que esa expansión se inscribe en una retórica de amenaza, en el marco del Concepto Estratégico adoptado en Madrid, hacia el rival histórico. Pero hay más en esa ampliación: está condicionada a que los dos países nórdicos abandonen su tradicional política de asilo y extraditen hacia Turquía a los refugiados kurdos. Es decir, la OTAN crece a costa de entregar la cabeza del pueblo kurdo a Erdogan, violando así el principio, presuntamente inherente a las democracias occidentales, de otorgar refugio a quienes escapan de las tiranías. Otro derecho humano pisoteado en el encuentro atlántico madrileño.
En lo que afecta más directamente a nuestro país, destaca la nueva doctrina en relación al norte de África, inscrita en el marco de seguridad del flanco sur. Ya se anticipó algo al respecto cuando Sánchez entregó el Sahara a Marruecos, gendarme de EEUU en el área. El pueblo saharaui era sacrificado, violentando resoluciones de la ONU, en el altar de los intereses estratégicos norteamericanos, es decir, de la OTAN, en la línea que va desde el Magreb a Oriente Medio. Pero hay bastante más: la inmigración proveniente del continente africano se considera una ‘amenaza híbrida’, es decir, los inmigrantes pasan a ser considerados un factor de agresión que, a instancia de países hostiles a Occidente y de mafias, atentan contra la integridad territorial del sur de Europa. Son, por tanto, objetivos a abatir. De ahí las palabras de Sánchez cuando se produjo la matanza de la valla de Melilla en el sentido de que la policía marroquí había hecho un ‘buen trabajo’. El presidente del Gobierno, así como Marlaska, estaban siendo coherentes con la nueva doctrina militarista y racista emanada de la Cumbre, transcripción literal de la posición al respecto de la ultraderecha. Hasta el punto de que ambos mandatarios no tuvieron ningún reparo en mentir cuando se vieron cercados por la inhumanidad e irracionalidad de los hechos. El primero asegurando que cuando hizo aquellas declaraciones no conocía la magnitud de la tragedia y el segundo negando, a pesar de la existencia de imágenes explícitas, que gendarmes de Rabat hubieran penetrado en territorio español para detener y golpear a inmigrantes que habían pasado la frontera. En definitiva, la brutalidad imperial por encima de leyes de extranjería y de acogida a personas que huyen de las guerras y las persecuciones. Por encima incluso de nuestra propia Constitución.
Y es que si algo nos enseña la historia es que cuando el militarismo agresivo y el rearme(como el que pretende Sánchez)entran por la puerta, la democracia y la justicia social salen por la ventana.
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