Desde las Cortes de Cádiz, primer intento de apertura liberal en España, las élites políticas (y económicas) conservadoras han cercenado cualquier proyecto de modernización del país que fuera contrario a sus intereses, recurriendo para ello a tropas extranjeras (1820), golpes de estado y dictaduras, incluyendo dos restauraciones monárquicas (1875 y 1978). Cualquiera que conozca la historia de España de los dos últimos siglos verá que no exagero.
No obstante, el último episodio de estos intentos de cambio en España, como fue el de la reacción social ante la crisis de 2007-2013, alteró profundamente el tablero político y la correlación de fuerzas que sostenían el sistema trastocando el guion histórico hasta el punto de ponerlo en la picota —recordemos que una semana antes de las elecciones generales de 2016 las encuestas daban a Unidos Podemos (IU-Podemos-Compromís-En Comú Podém-En Marea) amplias opciones de encabezar el gobierno, ‘sorpasso’ al PSOE incluido—. Las consecuencias políticas, inseparables de las consecuencias económicas y sociales, las conocemos de sobra: pérdida del papel preponderante del bipartidismo que, sin embargo, intenta recuperarse; ascenso (y caída) de nuevos partidos ligados a liderazgos personalistas; desgajamiento de la ultraderecha de su casa común (el PP), que cobra un protagonismo cada vez más determinante, y fraccionamiento del espacio a la izquierda de la socialdemocracia, cuya unidad, sin embargo, le reportó en 2015 y 2016 amplia representación institucional.
Este último caso, el de la división del espacio a la izquierda de la socialdemocracia, también se ha producido en las elecciones francesas del domingo pasado al concurrir fraccionado en cinco candidaturas, quedando fuera de la segunda vuelta en la pugna por la presidencia del país, cuando, vistos los resultados, podría haber superado, en una única candidatura, a cualquiera de los dos ganadores, Macron y Le Pen, derecha y ultraderecha, y quien sabe que hubiera ocurrido entonces.
Dentro de un año habrá elecciones autonómicas y que el Gobierno regional actual apoyado en tránsfugas se convierta en un Gobierno del PP junto con Vox (¡o viceversa!), es una opción más que posible, con lo que ello supondría de aumento de la desigualdad y pérdida de derechos (véanse, si no, el resultado de las medidas aplicadas en la crisis de 2008). El Frente Amplio que lidera Yolanda Díaz y que empieza a cuajar en Andalucía, ofrece una nueva oportunidad que desde la izquierda debemos aprovechar.
¡Feliz 91 aniversario de la II República!