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Reflexiva caminata otoñal Featured

 Bartolomé Marcos

Es domingo, 17 de Octubre de 2021. Son las seis de la mañana, reina aún la oscuridad en la limitada porción de la bóveda celeste que me ha sido dado contemplar, el espectáculo gratuito del infinito encerrado en una miaja de cielo, y aun así, grandioso. La mole oscura y un tanto siniestra de la Atalaya, probablemente volcán dormido tan antiguo como el canario Cumbre Vieja, que tantos anhelos está enterrando bajo el indiferente magma milenario, se adivina al fondo, pero aún no se aprecia su contorno. Inusitadamente, llueve. Pero hoy hace mejor temperatura que ayer. Cuando salgo a la calle veo que las luces de las farolas del alumbrado público, se reflejan y rebrillan en las losas de las baldosas y en el asfalto de la calzada, sobre los que cae una ligera pero persistente llovizna, algo insólito en un mes del año tradicionalmente húmedo, que este año se está revelando sin embargo como excepcionalmente seco. No sé por qué, pero, de repente, cuando doy los primeros pasos de mi matinal caminata, se instala machacona en mi memoria la melodía pegadiza del tema central de aquella noña película de juventud, “Love Story”, protagonizada por Ryan O´Neal y Ali MacGraw. Quizá por la frase de que, tras la lluvia, el pavimento adquiriera un brillo de charol (sic).

 

Dejó de llover justo apenas había empezado a andar, y ya no volvió a llover en todo el día. Esperemos que la lluvia no se haya ido para siempre, como en el Macondo de “Cien años de soledad”. A la altura de la Esquina del Convento, con la Horchatería Valenciana ya abierta, como faro acogedor y calentito, con sus luces encendidas y una decena larga de clientes tempraneros que, entre ruido de fondo de tazas, platos y cucharillas, apuran sus primeros cafés del día, se ha instalado una pequeña plataforma, probablemente para el desarrollo de alguno de los actos de una nueva edición de las fiestas del escudo, la invasión, que este año vuelven a celebrarse en la segunda quincena de octubre, en lo que se denomina Medio Año Festero, tras el parón forzado por la pandemia del dichoso coronavirus. En mi peripatético reflexionar (mi lema empieza a ser ando, luego pienso…) recuerdo que hace no demasiado tiempo, existió en Cieza otra iniciativa para recuperar la memoria de nuestro desgraciado pasado, realizada al socaire de la obra de teatro de la artista ciezana Carmen Carrillo que llevaba por título “Crónica y leyenda de una invasión anunciada” y de la fecunda labor de una asociación cultural, CAUCE, que bajo planteamientos rigurosos y austeros, se ocupaba, entre otras cosas, de la representación de la obra cada año en la Plaza Mayor y de la publicación de una revista seria de cierto nivel y enjundia bajo la cabecera de “LA PUENTE”, revista en la que se me dio ocasión de colaborar, cosa que agradezco.

 

Hemos dejado atrás hace unos centenares de pasos (a ritmo de podómetro, empieza a ser mi manera de contar tiempo y distancia) el epicentro de la futura burbuja inmobiliaria ciezana, con dos importantes inmuebles en construcción, uno de ellos con cara a dos calles, en Ello-Pérez Cervera, y otro en Salvador Seguí, donde hay uno más en construcción, de menor envergadura, en el segundo tramo de la calle, así como las dos construcciones, aún sin comenzar, ambas de gran monumentalidad y repercusión en el paisaje urbano, previstas en la manzana del Cocodrilo, una, y otra en el Paseo, justo frente a la que siempre fue mi casa, en el solar que antes ocupaban tres inmuebles y que Excavaciones y Derribos el Mona ya se ha encargado de dejar expeditos para que allí se ubique, a 200.000 euros de media, la futura casa de los sueños de algunos ciezanos y ciezanas con posibles. En su derecho están, aunque, lo que sí que es cierto y verdad, es que el mercado inmobiliario, y no sólo en Cieza, se está recalentando peligrosamente, y - para mí - (aunque no todos los supuestos expertos se ponen de acuerdo al respecto), está generando una burbuja que, de momento, puede ser de esplendor y poderío, de riqueza y de pujanza, sí, pero que, si no se anda con tiento, cuidado y mesura, es decir, si no se piensa mientras se anda, puede volver a explotar, con las nefastas consecuencias por todos ya experimentadas, recientemente además.    

La verdad es que invertir en inmuebles en la región de Murcia, región de alta sismicidad, tierra de terremotos, y de volcanes (piensen en Archena y Fortuna y sus aguas termales) es para pensárselo… Claro que el mundo, la Tierra, está en permanente movimiento combinado, sobre sí misma y alrededor del padre Sol. Si bien se piensa, el milagro es que cada día amanezca.

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