Pocas dudas caben que el 20D fue un fracaso para la izquierda transformadora del Reino de España, en una coyuntura política como nunca la había tenido de favorable, y lo fue por más que el excelente resultado de Podemos y las confluencias aparenten lo contrario; un fracaso porque la aritmética que dieron las urnas impidió la oportunidad de desalojar del gobierno al PP -lo urgente- y menos todavía de ahormar una mayoría rupturista capaz de dar un vuelco a las políticas ‘austericidas’ de los últimos años -lo necesario-.
Las proyecciones que han realizado distintos medios aseguran que si Podemos e IU hubieran concurrido en coalición el 20D, agrandando el espectro de las confluencias, las suma de los votos y por consiguiente de los escaños de la izquierda y el centro izquierda habría alcanzado los 173 diputados, una mayoría suficiente para gobernar. Sin embargo, la estrategia de Podemos de "fagocitar" a IU para hacerse con sus cuadros políticos y dar el sorpasso al PSOE condujeron a que los 920.000 votos obtenidos por Alberto Garzón se tradujeran por efecto de la ley electoral en tan solo dos diputados y a un resultado total de las izquierdas de 161 escaños, con lo que para conformar gobierno se precisaba incluir en el pacto a los nacionalistas (ERC, DiL y PNV), que en varias legislaturas fueron el complemento-bisagra a cambio de beneficios económicos para su comunidad (singularmente PNV y CiU) y que ahora han transformado en exigencias dificilmente aceptables por el PSOE y menos aún por PP y C´s, o un acuerdo con el partido de Albert Rivera que éste nunca hubiera aceptado con un gobierno escorado a la izquierda; todo esto aderezado con los errores cometidos tanto por un ‘desnortado’ Pedro Sánchez como por un ‘soberbio’ Pablo Iglesias.
Llamados nuevamente a las urnas, el 26J se presenta para la izquierda rupturista como un fracaso y una oportunidad. Un fracaso, que será realidad si no es capaz de articular, con inteligencia y generosidad partidista, un bloque político y social capaz de generar la ilusión suficiente para provocar un efecto movilizador en el electorado; un bloque en que todo el mundo sea visible y se sienta cómodo, entendiendo que el objetivo no puede ser el sorpasso al PSOE, sino al PP, pues lo primero llevaría irremediablemente a un gobierno con suficiente mayoría de PP y C's o a la Gran Coalición, PP, PSOE, con el apoyo o participación de C's; un fracaso del que tardaría años en recuperarse una izquierda imposible, incapaz de aprovechar su oportunidad política. Pero también supone una oportunidad; una oportunidad que lo puede ser si ese bloque de izquierdas es capaz de conformar una alternativa movilizadora del voto para superar al PP, posible porque fue el partido que más últimos escaños se llevó el 20D (19), y obligar al PSOE, por el efecto movilizador de la ciudadanía, a pactar a su izquierda o ‘autoinmolarse’; una oportunidad que garantizaría lograr lo urgente e iniciar el camino de lo necesario. En breve, veremos.