El cantante asturiano, de Anticapitalistas en la formación morada, lanza su séptimo disco bajo el nombre de Violética, un trabajo en el que se recogen canciones llenas de compromiso
"Me ofrecieron entrar en la lista, pero me di cuenta de que iba a ser más útil desde fuera"
Luis J. Menéndez/El Diario.- Nacho Vegas está de vuelta con Violética (Marxophone, 2018), su séptimo disco. Se trata de un doble álbum en el que sus dos caras, la lírica e intimista y la abiertamente política, conviven sin dificultad y hasta tienden a confundirse. Dieciocho canciones en las que caben versiones de Violeta Parra, homenajes a heroínas de la revolución del 34, denuncias escalofriantes de lo que ocurre dentro de los CIES, conmovedoras imágenes de mareas que desbordan las calles de Madrid, humor, amor y -como siempre el caso del cantautor asturiano- emoción en estado puro.
Hablamos con él unos días antes de que tengan lugar las primeras presentaciones del disco en Murcia (viernes 15, Auditorio Víctor Villegas), Barcelona (miércoles 20, Razzmatazz), Valencia (jueves 21, Palau de la Música) y Madrid (viernes 22, La Riviera).
Durante esta promoción está hablando mucho del "derecho a la infelicidad". Quería preguntarle cómo está en lo personal y en lo profesional en esta etapa de su vida.
Bueno, sacar un disco siempre es un momento de cierta euforia, ilusionante y con mucho jaleo alrededor. Es bonito. Recuerdo cuando con 16 años grabé mi primer disco con un grupo que se llamaba Eliminator Jr, que estábamos muy ilusionados. Carlos Loco, que en paz descanse y que había ejercido de productor, nos dijo que disfrutásemos de esa ilusión porque cuando llevásemos unos cuantos discos esa sensación desaparecería. Pero tengo que decirle a Carlos allá donde esté [sonríe] que eso era mentira.
El que el disco se abra con una canción que musica los poemas de los hermanos Aurelio y Manuel Caxigal, dos maquis que contaron cómo era su vida en el monte, supone un posicionamiento.
Son decisiones que tomo a posteriori, una vez que he grabado las canciones. Es entonces cuando pienso en la secuenciación, y sobre todo qué canción abre y cuál cierra el disco. En este caso se trataba de un poema de algo que en principio me resultaba tan ajeno como la vida de un guerrillero en los montes en los años cuarenta o cincuenta, pero hay quien la escucha y piensa que la letra es mía.
Cuando hago versiones me importa mucho tratarlas con respeto, y tanto en el caso de esta canción como de la versión que hago de Violeta Parra pensé seriamente si debía o no incluirlas. Ambas son fundamentales porque cada una abre un disco (en la versión CD) y en ellas me apropio de la voz de otros antes de introducir mis propias canciones.
¿Se considera, un poco como los maquis de El corazón helado un resistente en el contexto del pop español?
No, sonaría un poco presuntuoso decir eso. Precisamente una de las intenciones de este disco es poner en valor la música popular que se hunde en las raíces y que puede nacer de canciones escritas hace setenta u ochenta años.
Pero no hay demasiada gente de su generación que parta de ese mismo planteamiento.
Bueno, sí que hay… Mursego lo hace, Pablo Und Destruktion, María Arnal i Marcel Bagés, María Rodés lo hizo también con un disco de copla, Los Planetas llevan tiempo haciéndolo y precisamente acaban de anunciar un disco con El Niño de Elche en el que van a recuperar canciones tradicionales…
Visto con perspectiva, en mi generación todos empezamos con una excesiva anglofilia. Y quiero matizar que si fue negativa es precisamente porque fue excesiva, porque en mi música sigue habiendo referencias a aquellos grupos con los que crecí. Poco a poco nos dimos cuenta de que teníamos que empezar a mirar a lo nuestro, la música popular es más amplia que los grupos contemporáneos que nos gustaban entonces o que los grupos de rock de los sesenta.
Es usted uno de los pocos músicos actuales en este país a los que se presta más atención por lo que dicen sus letras que por sus recursos musicales.
Sí, es cierto. Recuerdo que cuando grabé la maqueta previa a mi primer álbum que el propietario del estudio, un chico que venía de la escena de los ochenta, me decía ya que tenía que acortar las letras, que eso no era radiable. "Sé que pones mucho cariño a las letras, pero hazte a la idea de que nadie va a hacerles puto caso". Luego, cuando grabé el disco, en seguida me di cuenta de que la canción que tenía más aceptación era El ángel Simón, que apenas tenía melodía ni estribillo, con una letra muy larga. Y la verdad que me hizo ilusión.
Soy consciente de que no soy un autor de canciones pop luminosas, no busco la melodía perfecta como le ocurría a mucha gente del indie, de mi generación. Yo sin embargo decidí que a la hora de componer la letra ésta le fuera diciendo a la melodía por dónde tenía que ir.
El disco prácticamente termina una canción dedicada a Aída de la Fuente, una de las figuras de la Revolución del 34 en Asturias. ¿Cree que a día de hoy cabe una reivindicación de la ideología y los valores comunistas?
Es cierto, en el disco las referencias al comunismo y al fascismo como enemigo principal están contextualizadas en momentos históricos concretos. Creo que fueron momentos en los que el movimiento comunista era esencialmente liberador en su lucha contra la represión criminal del fascismo, no debemos olvidar lo que nos ha dejado el comunismo. Es verdad que luego ha habido regímenes a lo largo del siglo XX que han puesto en duda la praxis comunista. Pero bueno, yo tengo a muchos amigos que militan en el PCE y creo que debe haber una respuesta al mundo en el que vivimos y a este capitalismo desbordado que nos rodea.
El Manifiesto Comunista sigue teniendo vigencia y aún da respuesta a estos conflictos. Aunque esa respuesta creo que sobre todo debe de venir del anticapitalismo, del internacionalismo y del feminismo.
A raíz de la reciente moción de censura de Pedro Sánchez, desde sectores conservadores se ha vuelto a hablar de "guerracivilismo" en la actitud de la izquierda. Como creador, ¿qué importancia le da a la revisión del pasado histórico de España?
Todo lo que está ocurriendo entra dentro de una estrategia de hegemonía cultural que nos ha pillado a muchos con el pie cambiado. En el pasado una formación política en el Gobierno intentaba catalizar un movimiento subvencionándolo o simplemente haciéndolo suyo. Hoy se despolitiza cualquier gesto cultural para venderlo como un relato no problemático. Esto enlaza con la Cultura en un sentido amplio.
Por ejemplo, algo muy relevante como hecho histórico para nosotros es la Guerra Civil, y el relato oficial habla de una guerra fraticida en la que se pelearon hermanos contra hermanos y hubo atrocidades por las dos partes, cuando en realidad lo que se produjo fue un golpe militar fascista contra un gobierno legítimo.
Ese es el tipo de relatos que hay que revertir. La canción con la que abro el disco habla de una historia que en realidad no ha sido contada, la de toda esa gente que sobrevivió en los montes, resistentes. Es lo que ocurre también en la revolución del 34 con Belarmino Tomás a la cabeza y figuras como la de Aída de la Fuente. La historia del 34 y de cómo influyó eso en Asturias después de la Guerra Civil, las primeras huelgas que hubo en los sesenta, incluso la reconversión industrial y la reindustrialización de Asturias, que es un completo desastre.
Es importante contar todo eso, más allá de cambiarle el nombre a unas cuantas calles. Hay muchas cosas que no se han contado y no confío en la política institucional para que lo haga. Algunos directores, algunos músicos son los que pueden hacerlo y esos pedazos de Historia no desaparecerán gracias a ellos.
¿Cree que la sociedad de este país terminará de restañar sus heridas y ser más justa en el futuro como consecuencia de ello?
A mí el término "guerracivilismo" no me gusta porque implica una postura equidistante. Pero más allá de eso, no podemos evitar los conflictos y para aprender de ellos hay que tomar partido. A mí me preocupa mucho que se hayan perdido batallas simbólicas que han conllevado también la pérdida de batallas ideológicas. Y lo grave de eso es que evitarán cambios que superen el déficit democrático que vivimos. Por ejemplo, todo lo que ha ocurrido con el conflicto de Cataluña, que tiene que ver con una falta de democracia: impedir un derecho tan básico como el de autodeterminación de los pueblos, impedir referéndum vinculantes, impedir la democracia participativa… Parece que ahora mismo hay un relato que se mueve en la equidistancia, pero en realidad no se trata de ir con unos o con los otros, sino de democracia o autoritarismo.
Escuchando Ideología, el primer single del disco, me sorprendí buscando algún tipo de mensaje revelador, una suerte de epifanía. Me dio que pensar que quien escucha su música y los que le hacemos entrevistas buscamos a un líder de opinión más que a un artista.
Sí, es algo que también me plantea dudas y dilemas. Es cierto que hace bastantes años decidí que no iba a tener problema en asociar mi compromiso político a mi trabajo, intentando diferenciarlos pero sin miedo al posicionamiento. En los últimos años se ha visto como la música es permeable a cuanto ocurre en la sociedad y se percibe una conciencia crítica mucho mayor de la que se percibía en los noventa y los dos mil. Sin embargo hay pocos posicionamientos explícitos en gente de mi generación. Tal vez por eso muchas veces me preguntan sobre política y yo me sorprendo hablando abiertamente de ello.
Pero en realidad me niego a ser un opinólogo. En la actualidad la política está presente en el prime time televisivo con tertulias y programas de debate. Y cuando veo en esos programas tipo laSexta Noche a algún músico de renombre y les preguntan por la situación política a veces me sonrojo con las respuestas que dan. Y me digo: "¿Yo también seré así de sonrojante?". Es una putada, la verdad [risas].
Grabar una cumbia como Todos contra el cielo, ¿es en sí mismo un acto político o una mera cuestión estética y una deferencia con su público en Latinoamérica?
No sólo es una decisión estética. La cumbia me interesa porque es todo un fenómeno al que se le está prestando menos atención del que debiera. Al igual que hay ríos de tinta vertidos sobre el punk, un estilo que en realidad ocupó muy pocos años, creo que la cumbia igualmente debería estudiarse. Yo la veo como un nuevo punk, de hecho, algo que sucede en toda Latinoamérica de forma geotransversal con cumbias muy diferentes: desde la cumbia sonidera de México o la más tradicional de Colombia; la chicha, que es la cumbia psicodélica de Perú; la cumbia villera argentina que está más vinculada al rock y el punk… La cumbia como tal es un fenómeno relativamente moderno que ha originado una nueva estética, y por eso me interesa tanto.
Esto me recuerda un poco el debate que tuvo lugar dentro de Podemos: si se debía apostar por canciones que conectaran con los jóvenes, con aquellas vinculadas emocionalmente con la lucha de izquierdas, si debían buscarse "himnos" que representaran a las clases medias, a las humildes. ¿Tienen los géneros musicales ideología más allá de su discurso?
No sé… Por supuesto que hubo géneros y escenas que tenían como componente esencial el compromiso político. Pienso en todo el pop británico de los ochenta que se enfrentó a Margaret Thatcher. O en la música chilena de los sesenta, antes de que llegara Salvador Allende, un tiempo de incertidumbre bajo la amenaza del fascismo. Pero hace un rato me decían algo que es cierto y que me resulta muy interesante: hay canciones que no nacieron como himnos y que sin embargo fueron adoptadas como tal posteriormente. Es el caso del A quién le importa de Alaska y Dinarama, que hoy es un himno LGTB.
Cuando escribes canciones llega un momento en que dejan de pertenecerte y pasan a ser propiedad de la gente. Eso que decía Violeta Parra de que cuando interpretas una canción popular lo que estás haciendo es rescatarla para devolvérsela al pueblo. Las canciones pertenecen más a la gente que a los autores, y es la gente la que va a decidir si la convierte en un himno que hable de los procesos sociales. Desde luego lo bochornoso es escuchar a los líderes políticos hablando de música y de si les representa más Beyoncé o Vetusta Morla.
Hace poco leía precisamente un artículo a propósito de cómo los políticos trataban de acercarse a potenciales electores a través de sus playlists de Spotify.
Hay una cuenta pendiente que tiene la nueva política, los nuevos partidos, y es la de conseguir la hegemonía cultural, cómo acercarse a escenas culturales que están en la calle. Están muy perdidos. En cualquier caso lo que yo espero de la música es que funcione siempre como una suerte de contrapoder, que sea crítica con el poder y que lo juzgue. Al revés de lo que ocurre ahora mismo, que quien se ve sometido a juicio es el músico al que meten en la cárcel por un delito tan absurdo como el de injurias a la Corona.
Violética es el disco más heterogénero de su carrera. ¿Sentía de alguna forma la necesidad de quitarse de encima la etiqueta de cantautor político que se le había colocado con Resituación y Canciones populistas para volver a mostrar una faceta más intimista?
Sí... Bueno, tampoco es que me importara demasiado. Hice este disco de forma más reposada, hacía cuatro años que no publicaba un álbum y el punto de vista fue diferente. En 2014 estaban ocurriendo una serie de cosas alrededor que me provocaron la urgencia de escribir sobre ello. En esta ocasión el tiempo que tomé me empujó a pasar las canciones por un tamiz más personal y a la vez reivindicar que hay otro tipo de canciones y formas de escribir que forman parte también de mi trabajo.
En realidad desde mi punto de vista lo íntimo y lo político no están peleados. Autores que me interesan como Violeta Parra sabían hacer muy bien canciones de amor y que al mismo tiempo existiera un componente de denuncia política.
Resituación tuvo críticas entusiastas, pero también alguna terrible: concretamente la que hizo un medio, Rockdelux, que hasta ese momento había sido fundamental en su carrera. ¿Sacó algo en positivo de aquellos reproches?
Sí. Santi Carrillo, el director de Rockdelux, me llamó antes de que saliera el número para avisarme de que había una crítica muy dura, y luego me sorprendió ver que estaba firmada por él y que era tan larga. Yo le tengo mucho respeto a Santi y por supuesto que la leí. Hay críticas negativas que son buenas y críticas positivas que por el contrario son muy malas críticas. Casi prefiero quedarme con las primeras.
Hablé posteriormente con Santi y, a pesar de que no estoy para nada de acuerdo con muchas de las objeciones que le pone al disco, había comentarios ahí que sí me hicieron repensar un poco la manera en que había afrontado las canciones que hablan de consignas y de mensajes, algo de lo que siempre he querido huir pero que tal vez en determinadas circunstancias ha asomado un poco la pata.
Ha dicho que Resituación debe ser entendido en el contexto ede 2014 y que la política ha cambiado en estos cuatro años. También su relación con ella. ¿Cuál es el balance que hace de su acercamiento a la política, formando parte de la candidatura Anticapitalista en las primarias de Podemos?
Bueno, aquello fue un proceso interno y no diría que pueda considerarse ni siquiera un paso por la política. De hecho yo sigo vinculado de alguna forma: ahora hay primarias en Xixón y hay una candidatura a la que apoyo. Me pidieron incluirme en listas, lo que pasa es que yo me llevo muy bien con todo el mundo, aunque ellos no se llevan muy bien entre ellos [risas] , y en este caso dije que no. Voy a apoyar la candidatura de Xixón Muévese, pero lo que quiero es que se entiendan todos.
Lo que aprendí de aquella experiencia es que al ver lo que ocurría dentro de Podemos, comprendí que había mucha locura y mucha hostilidad. Y me di cuenta que el apoyo que yo podía proporcionar iba a ser más útil desde fuera. Fue lo que dije cuando me ofrecieron entrar en la lista, que mi posición era más importante estando fuera porque desde esa posición se ven las cosas con una cordura que echo en falta en la gente que está absorbida por un partido.
Además, Podemos ha adoptado una estructura vertical que personalmente aborrezco, por eso formé parte de Anticapitalistas. Esa estructura hace que la gente se vuelva muy chiflada y que hable en una especie de código de lealtades y puñaladas que al final acaba por ser la tumba de formaciones políticas que se creían rupturistas. Yo todavía tengo una esperanza en el municipalismo que viene… veremos.
Llevamos años hablando de la fragmentación de la izquierda española. ¿Cree que hay espacio para un verdadero pacto de izquierdas que llegue a gobernar este país?
Con el PSOE no contaría, desde luego, no me fío en absoluto. A nivel estatal no lo sé, la verdad es que no tengo respuesta para eso porque las cosas no parece que vayan en la buena dirección. Pero sí confío en el municipalismo porque es una nueva manera de hacer política que salga de los Plenos y los despachos y baje a la calle.
A pesar de las limitaciones que tienen los Ayuntamientos para hacer ciertos tipos de políticas sí pueden llevar a cabo decisiones transformadoras para la gente. A partir de ahí tal vez podamos crear una fuerza que no sólo sea una suerte de coalición política para llegar a las instituciones, sino que se cree un poder popular que pueda empujar a un cambio real y rupturista con el régimen del 78. Porque no veo a ningún partido a nivel estatal que lo esté haciendo.
La CUP, Bildu, Anticapitalistas y algunas otras formaciones que no están en los parlamentos siguen pidiéndolo, pero los grandes partidos a la izquierda están cayendo en este reformismo al que te llevan las instituciones cuando te absorben. Pero bueno, ahora sí que estoy ejerciendo de opinólogo...