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Por un ‘plan B’ para Izquierda Unida Featured

 Alberto Cubero / Ara

Con motivo de las elecciones europeas y por primera vez en los últimos 10 años, en Izquierda Unida (IU) nos estamos planteando transitar un camino alternativo al proyecto electoral de moda (antes Podemos y hoy Sumar). Es cierto que el desencadenante no ha sido el envío de armas a Ucrania, ni el maquillaje de la UE de la guerra como una estructura social y reformable, tampoco la renuncia a la Tercera República, ni la constante subordinación al PSOE en el gobierno de coalición, sino los puestos en una lista electoral. Y esto evidencia la enorme dependencia electoral e institucional de IU que condiciona sus decisiones. Pero también es cierto que, sin el enorme malestar en la militancia provocado por todos los otros factores mencionados, una disputa por la lista electoral no habría llevado a nuestra organización a plantearse la ruptura con Sumar y presentarnos directamente como IU.

La dependencia electoral sin embargo no es algo nuevo en nuestra organización, aunque nunca había alcanzado estos niveles. Y fue esa dependencia electoral la que provocó el pánico a ser extraparlamentarios cuando surgió Podemos. Un pánico que nos llevó a abrazar la táctica del “fiel escudero” según la cual renunciábamos a cualquier autonomía política en favor de Podemos a cambio de un mínimo de presencia institucional que nos permitiera sobrevivir como organización. Esta táctica se ha ido consolidando a lo largo de los años y simplemente hemos pasado de ejercer nuestro vasallaje con Podemos a hacerlo con Sumar.

Difícilmente se hubiera podido llevar a cabo esta apuesta por la subordinación política si en paralelo no se hubiera limitado el debate interno y se hubiera sustituido una democracia interna basada en la discusión y la autocrítica por una suerte de democracia plebiscitaria donde la militancia era relegada al papel de retuiteador y de aplaudidor en mítines cada vez menos numerosos. Como no podía ser de otra manera, en estos años Izquierda Unida ha ido perdiendo visibilidad, militancia y potencia transformadora. Nos hemos ido desdibujando en proyectos electorales cada vez más alejados ideológicamente de nuestras posiciones y en los que además nos hemos tenido que manejar en relaciones desiguales y de subalternidad y en los que nuestro peso cada vez era menor. En cierta manera, que Sumar hoy nos ofrezca el cuarto puesto en una lista de las europeas, por detrás de Catalunya en Comú y Compromís, no es más que el colofón de un proceso que viene de muy atrás.

Lo más desagradable de este último ciclo ha sido el manoseo de la unidad y las palabras altisonantes con las que se nos ha tratado de convencer de la táctica del fiel escudero, donde UP era comparado al frente popular del siglo XXI, Sumar a un frente amplio y situar cargos públicos de IU en listas electorales (que ojo es importante) seguir el ejemplo de Pepe Díaz y Pasionaria. Y claro ahora todos esos objetivos altisonantes dependen de ir el 4 o el 2 en una candidatura. Ha sido agotador la concatenación de supuestos momentos históricos, el triunfalismo, el adanismo de quién creía estar pergeñando un plan ingenioso y nunca visto cuando no era más que la muerte por inanición de IU, léase aquí y en todo el texto también el PCE. Y toda esa pomposidad solo para tratar de disimular que no son más que mensajeros de la reina que trasladan las decisiones tomadas en el Ministerio de Trabajo (o mensajeros de los reyes cuando las cosas se decidían en Galapagar).

El descontento desde la base es tal que esta vez puede que no tengamos referéndum para ratificar el acuerdo electoral con Sumar por miedo a lo que pueda salir, y nuestra militancia que estará cansada y desorientada pero no es gilipollas y además tiene memoria, recuerda que en 2019 votó el acuerdo de coalición de Unidas Podemos por Europa.

Otro capazo más de malestar que carga nuestra militancia en este caso doble, por un lado, la sensación de haber sido utilizados estos años en referéndums que solo eran plebiscitos de decisiones ya tomadas, por otro el sentimiento de hurto de una decisión por ese miedo a que la militancia pudiera decidir que hay que transitar un plan B.

El plan B no es otro que concurrir a las elecciones europeas con las siglas de IU y con un programa y un discurso rupturista con la UE y totalmente alejado del otanismo y ecoliberalismo que defiende el grupo de los verdes. Pero el plan B les da vértigo y por ello son incapaces de imaginárselo. No lo ven viable, pero porque para algunos no es viable nada que se salga de la subordinación al proyecto electoral de moda en la izquierda española.

Pero en la moda política como en la de vestir, las tendencias cambian y si después de Podemos vino Sumar, después de Sumar no habrá proyecto electoral de moda en la izquierda, porque la tendencia es de agotamiento del ciclo iniciado tras las protestas a la crisis económica de 2008, la tendencia es de cierre de la crisis de régimen y hoy son las ideas reaccionarias las hegemónicas en el nuevo ciclo emergente lo que se expresa en lo político en una vuelta al bipartidismo donde Cayo Lara tenía ya más votos que Yolanda Díaz.

Una IU sin capacidad de ejecutar un plan B y subsumida en un proyecto electoral como Sumar, con una fecha de caducidad temprana y sin previsibles herederos no parece una buena idea. Quienes no creen a IU capaz de ejecutar un plan B, deberían ser sinceros y reconocer que el futuro que le deparan a IU es extinguirse con Sumar.

Quienes hoy niegan un referéndum porque consideran a la militancia unos inmaduros que votarán desde el calentón por opciones irrealizables, deben saber que no es un calentón que es el instinto de supervivencia. Porque tener un plan B es una cuestión de mera supervivencia de IU y retrasarlo solo nos situará en peores condiciones para aplicarlo con éxito. Eso lo sabe la inteligencia colectiva de una militancia con el culo pelado de transitar por desiertos, pero no es capaz de verlo quienes solo se manejan en el regate corto en ocasiones de su propia supervivencia.

Quienes son y han sido incapaces de transitar un plan B, hoy sienten la presión de la militancia y tratan de sacudirse esa presión postergando el plan B para después de las europeas. Pero mañana puede ser ya demasiado tarde pues tras una década de fieles escuderos, renunciando a las competencias, autonomía y visibilidad de IU en coaliciones de relación desigual, la pérdida del capital político de IU no deja de acentuarse. Cada vez menos gente se acuerda incluso de que existimos, sobre todo entre la juventud pues hay muchos jóvenes de menos de 27 años que nunca han tenido la opción de votar a las siglas de IU.

El dato objetivo que mejor demuestra esta afirmación es la pregunta del CIS sobre el partido al que te sientes más cercano con independencia del partido que vayas a votar (es decir, puedes votar al PSOE por voto útil pero sentirte más cerca de las ideas de IU, por ejemplo). Se trata además de una respuesta espontánea en la que el encuestador no da opciones de respuesta. En 2016, el 6,5% respondía IU y desde entonces ese dato no ha hecho más que bajar. En 2019 era el 3,7%, en 2021 el 1,6% y este mes de abril de 2024 el 0,8%.

Esto que algunos parecen no saber o no querer reconocer, nuestros “socios” de coaliciones desiguales no sólo lo saben sino que lo aprovechan para pasar de ofrecernos ayer el 2, hoy el 4 y mañana siguiendo la progresión seguramente el 6 en la lista de las europeas. Y es que cuanto más tardemos en llevar a cabo el plan B más complicado será que pueda tener éxito, al menos desde un punto de vista electoral.

Por eso, quienes hoy están afirmando que hay que dejar el plan B para más adelante, no hacen más que seguir adentrando a la organización en un callejón sin salida. Si en unas elecciones con circunscripción única, donde basta un 1,5% para sacar representación y donde no opera el voto útil, no nos atrevemos a presentarnos con nuestras siglas, ¿quién se cree que nos vayamos a atrever en las sucesivas citas electorales? Pues quienes hasta ahora no han tenido un plan B ni como una opción de reserva y hoy, ni tan siquiera tienen la determinación de consultar a la militancia, mañana no tendrán más que nuevas excusas de mal pagador para seguir postergando el plan B. Porque la dependencia de un ministerio y un grupo parlamentario en el Congreso les volverá a condicionar sobre todo lo demás. Y volvemos a la raíz del problema.

La deriva electoralista de la izquierda institucional en los últimos años ha generado una profunda desafección de una parte significativa de la militancia de izquierdas precisamente con las instituciones y la batalla electoral. Una reacción lógica y hasta saludable ante la sobredosis de oportunismo, cortoplacismo y tacticismo electoral que hemos sufrido en este período. Sin embargo, es un error caer en el extremo opuesto y renunciar a la batalla electoral e institucional, cediendo todo ese espacio a las fuerzas del régimen. Por tanto, un proyecto político verdaderamente transformador difícilmente puede aspirar a conquistar la hegemonía si renuncia a la batalla electoral e institucional, mientras la mayoría social considere que en las instituciones reside el verdadero poder, debemos estar ahí para hacer ver que no es así. Esta debe ser una de las ideas centrales del plan B para IU, tras ella, la tarea de generar un verdadero contrapoder.

Y para ello el plan B que debe apostar por la unidad, pero acabando con la táctica del fiel escudero, una unidad que recupere la autonomía de IU, una unidad basada en espacios democráticos y participativos y no en una relación bilateral donde desde el Ministerio de Trabajo nos informan de que es lo que hay, y sobre todo una unidad que vaya más allá de lo electoral. Para lograr esto es necesario poner pie en pared y acudir en solitario a estas elecciones europeas, porque llegados a este punto es la única manera de comenzar a construir un proyecto autónomo, seguir como hasta ahora no es unidad, es subalternidad. No solo es la única manera, es la más propicia (y puede que la última oportunidad) pues las elecciones europeas, con circunscripción única permiten obtener representación con tan solo un 1,5% de los votos.

Pero volveríamos a caer en el electoralismo si creyéramos que un plan B que hiciera de IU una fuerza transformadora se logra con una candidatura electoral, este puede ser el punto de partida más propicio, pero ni mucho menos es suficiente. Anclaje ideológico, proyecto estratégico y centralidad en la militancia, sobre esos tres pilares debería centrarse el plan B, en definitiva, aprender de nuestros errores y potenciar nuestros muchos aciertos para que IU vuelva a ser IU, porque casi 40 años después sigue siendo más necesaria que nunca.

Con una España subordinada a la OTAN hace falta una izquierda antiimperialista que defienda que España debe salir de la OTAN como hace 40 años defendió que no debíamos entrar. En estos momentos que la UE de la guerra nos reclama aumentar el gasto militar y nos sigue situando como un país periférico, basado en sectores productivos dependientes y condenado a la liberalización por directivas europeas, hace falta una izquierda que no justifique el aumento del gasto militar como el otro día hizo Mónica García, sino una izquierda que denuncie la naturaleza de la UE como hicimos desde Maastricht al tratado de Lisboa. Y podríamos seguir hablando de vivienda, de república, de tantos y tantos motivos para que IU vuelva a ser IU, una fuerza política surgida de la unidad y que aspira a la máxima unidad, pero con todas sus competencias, autonomía y visibilidad.

Fuente: https://arainfo.org/por-un-plan-b-para-izquierda-unida/

 

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