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Súbase al tigre, Don Ramón Featured

 José Daniel Espejo / La Verdad

Pues se ha quedado una semana muy buena para auparse alegóricamente al Aneto y mirar a uno y otro lado: Francia ardiendo en una cadena histórica de movilizaciones contra la reforma de las pensiones y España bostezando con las ocurrencias en el Congreso de un señor mayor un poco desorientado. Pero no temáis. Este artículo va a contener cero unidades de llantina sobre lo reivindicativos que son nuestros vecinos del Norte en comparación con nosotros. De hecho, por una vez y sin que sirva de precedente, España ha marcado un golazo en Europa con este tema, consiguiendo de Bruselas el visto bueno a una reforma basada en la progresividad y no en el puro recorte neoliberal de derechos que anda imponiendo Macron. No me quiero venir demasiado arriba, pero veo al Gobierno últimamente metiendo alguna que otra cuñica por allí en la ortodoxia económica de la troika: mutualización de la deuda, eurobonos, fondos Next Generation, excepción ibérica… toco madera antes de decir que el fundamentalismo austericida ha quedado atrás. Era cambiar el chip u olvidarse de la UE, las cosas como son.

¿Están los tiempos a-cambiando, como cantaba Dylan? No tan deprisa. Ese olor a humo que viene de la République (y también del Reino Unido) es el del eterno conflicto entre capital y trabajo en un contexto de rápido empeoramiento de las condiciones de vida. Que el precio de la energía y la inflación te estén ahogando es malo, pero que tu Gobierno aproveche encima para arrebatarte derechos es un colmo que está llevando a cientos de miles de franceses y británicos a las calles. Con casi un 70% de la población en contra de su proyecto, la reforma a golpe de decretazo de las pensiones francesas le está costando a Macron su popularidad y su futuro electoral, tras superar por tan solo nueve votos dos mociones de censura dos esta misma semana.

Al sur de los Pirineos también hemos tenido moción de censura, es verdad, pero la vibra ha sido completamente distinta. Sin sociedad organizada en la calle ni rechazo general al Ejecutivo ni unidad de la oposición, el intento ha quedado en una mera operación de propaganda al servicio de la ultraderecha, como mínimo contraproducente. Una iniciativa al más puro estilo Alberto Casero. Si el mejor candidato a presidir el país que han podido encontrar es un anciano desnortado como Tamames, visiblemente fatigado de su propio debate al poco rato de iniciarse, podríamos preguntarnos qué más tienen que aportar al país y a nuestra joven democracia. Seguramente la respuesta reside -al menos metafóricamente- en la almohada y la manta que pidió el aspirante a Presidente a los servicios de protocolo de la Cámara para pasar el receso. No le debió de aprovechar el descanso, pues al volver renunció a su turno de palabra para darle la réplica a los portavoces de partidos como ERC o Bildu.

En medio de todo el circo de la moción de censura destaca el papelón del PP, sobre cuyos diputados recayó la orden de no aplaudir ni protestar en toda la sesión. La anunciada abstención retrató la puesta de perfil extrema sin cuerda del partido de Feijóo, que trata así de minimizar daños barra rascar voto de VOX a cuenta de la mamarrachada. Está por ver que lo consiga. Si un partido al que te une todo (incluidas tus expectativas de gobernar el país) decide pegarse fuego a lo bonzo, es difícil que no acabes como mínimo mojado de la cabeza a los pies de ese combustible líquido tan inflamable que es el ridículo. Las derechas comparten una estrategia común que pasa por atizar al máximo el descontento, la frustración y la incertidumbre. El objetivo de ganar las elecciones a lomos de una ola de bajas pasiones depende de que esta ola no deje de crecer, y es en ese terreno, en el de las emociones colectivas, en el que se juega el inmenso reparto de poder autonómico y legislativo de este año. Las derechas necesitan ahora épica, una indignación francesa capaz de incendiar la sociedad y deslegitimar al Gobierno. Para alentarla vale todo: desde bloquear la renovación del poder judicial hasta llenar de desinformadores la sala de prensa del Congreso; desde sabotear la llegada de los fondos europeos para la recuperación hasta alentar guerras culturales de carácter xenófobo y antifeminista. Pero estas cosas, como todo en esta vida, se pueden hacer bien o mal. No creo que el espectáculo de esta semana, con un decrépito Tamames pidiendo tiempo muerto mientras la vicepresidenta Díaz le iba dando datos, entre en la primera categoría. Eso sí, los memes, de fábula. 10/10. Repetiría.

Fuente: https://www.laverdad.es/opinion/jose-daniel-espejo-subase-tigre-don-ramon-20230326082345-nt_amp.html?fbclid=IwAR3Wo6nAmXqdi12CC2XL2rVqK4Ytjb4b_UwRKhWVS7AMAs3iFWchwUd1-DE

 

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