En los últimos meses… y años, se ha hablado y escrito mucho (yo también) sobre Cataluña y su “procès”, un proceso imposible (alguien lo bautizó como una quimera) en el que unos cuantos-quizá hasta la mitad de los catalanes, admitámoslo- quieren arrebatarles a todos los españoles –con una buena proporción de catalanes incluidos- una parte sustancial y preciosa de su patrimonio: histórico, social, cultural, lingüístico (el catalán también es una lengua española, ojo) y pecuniario. Para ser más ricos, para tener –aunque sea tribal, aldeano y paleto- más poder. Y sobre todo para ostentar más ese poder, para sacar más barriga, para tener banderitas propias con muchas estrellitas delante de quienes se sientan tras grandes mesas de caoba a discutir repartos del expolio injusto de los más ricos hacia los más pobres, es decir, para seguir perpetuando, capítulo tras capítulo, la historia universal de la infamia, que no es otra que la desigual distribución de la riqueza en el mundo. Culpables (entre otros): el nacionalismo y quienes no han sabido, aún, frenarlo.

Detrás de la pretensión de convertir a Cataluña en Estado independiente sólo hay una vergonzante operación de insolidario egoísmo, aprovechando en esta ocasión los complejos e inseguridades de un partido repodrido como el P.P. , dirigido por un Rajoy I el Recortador cuya primera obligación habría debido ser irse,  y las incertidumbres y vacilaciones crónicas de otro partido que no se cree ni a sí mismo como el PSOE, dirigido por un líder, Pedro Sánchez, Mister NO, que intenta cada minuto –patética y estérilmente- reconstruir, recomponer y retocar su imagen, en una situación kafkiana que ha generado un caldo de cultivo en el que crecen (sobre los muchos que ya había) oportunistas y charlatanes por doquier, que no otra cosa son Pablo Iglesias, de Podemos y hasta Albert Rivera, de Ciudadanos, o el Albertito Garzón de la fagocitada –por Podemos- Izquierda Unida. D.E.P.

Tras los acontecimientos de esta semana, con la contumacia del Parlament catalán enrocado en la desobediencia al Tribunal Constitucional, con actitudes incluso desafiantes de sus principales responsables, el Parlament y el Gobierno de Cataluña están dando un auténtico golpe de estado que ningún estado serio puede ni debe consentir. Claro que España (perdón), ahora mismo, está muy lejos de parecer un estado serio y si no fíjense en la situación de bloqueo político en la que seguimos a la hora de formar gobierno, con los mismos ineficaces y desafortunados actores que pueden abocar a una España (perdón) ingobernable a unas terceras elecciones en las que ya se habla de proponer para presidente  a un candidato de prestigio, ajeno a los partidos políticos, algo semejante a lo que se hizo en Italia con Mario Monti hace unos años, certificando así el fracaso estrepitoso del modelo democrático y dándoles la razón a quienes despotrican de la política y de los políticos. ¿Quién se acuerda del pueblo? ¿Quién piensa realmente en España? (perdón)

A estas alturas se impone, si no un golpe de estado, porque eso ya lo están haciendo ellos, sí un golpe sobre la mesa, un basta ya, terminante, definitivo, rotundo, que ponga firme a todo el mundo y a cada uno en su sitio, es decir, que ponga a la Ley y a España (perdón) por encima de Cataluña, y a los Tribunales de ámbito nacional por encima de los tinglados, estructuras y organizaciones nacionalistas. Y el mejor golpe sobre la mesa, ahora mismo, sería el de un gobierno de emergencia, acorde con la situación, de salvación nacional, frente al golpismo nacionalista, un gobierno integrado por P.P., PSOE, Ciudadanos, representando la fuerza de España (perdón) frente a quienes sueñan con liquidarla. Ya habría tiempo después de marcar diferencias, pero este, cuando el Parlament sigue legislando para la ruptura de España (perdón) no es el momento.¿Quousque tandem abutere, Catalonia de les cojons, patientia nostra? ¿Hasta cuándo, Cataluña de los cojones, abusarás de nuestra paciencia?

¿Qué le queda por hacer al pobre, desmerecido y socorrido Tribunal Constitucional para conseguir que se cumplan sus resoluciones? Apelar al brazo ejecutivo, dejar la advertencia que los sediciosos se pasan hasta con regocijo, chulería y risotadas sardanescas por el arco del triunfo de la entrepierna y contrarrestar el golpe de estado que están perpetrando, anulando nombramientos, disolviendo transitoriamente instituciones y hasta encarcelando directamente a personajes como Mas, Puigdemont, Homs, Forcadell, Junqueras, Munté y algunos otros, que ya han delinquido bastante, públicamente y jactándose incluso de ello. Y, sobre todo y por encima de todo, planteando sin complejos de ninguna clase, el gobierno de salvación nacional, la gran coalición, que ya está tardando demasiado y en la que, después de los resultados de dos elecciones generales que una tercera no haría sino corroborar más claramente aún, se habría expresado la clara voluntad libre de los españoles: más de 250 diputados de formaciones constitucionalistas. ¿Está claro o no? ¿Hacen falta otras elecciones? Basta ya…¿Quousque tandem abutere, Catalonia…?