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“My personal trainer” Featured

Bartolomé Marcos

Cuarta y –por el momento- última entrega de la crónica de la que, sin lugar a ninguna duda, ha sido mi enfermedad más grave hasta la fecha en 65 años de vida, que ya van siendo años y, por suerte, no han sido tantas las enfermedades. Ya vale, me dicen en casa los míos, animándome a ponerle fin al relato literario, con una finalidad catártica, de una experiencia terrible y “religiosa” que espero no se repita jamás, o, al menos, en un plazo de tiempo razonable de, digamos por ejemplo, 30 años, que, bien mirado y vista la velocidad de transcurso y consunción que lleva el giro planetario copernicano, tampoco es tanto pedir. Si 20 años no es nada, tal cual reza el tango gardeliano, 30 tampoco es mucho más. Quizá sí sea mucho pedirle ese tiempo de vida  al sistema público de pensiones, a cuyo fondo de reserva le quedan 3 telediarios, o, mejor dicho, tres pagas extra, al ritmo que llevan las “mordidas” del gobierno al referido fondo para poder pagar puntualmente como hasta ahora en Julio y en Diciembre a quienes esperan ansiosos y expectantes desde primerísimas horas de la mañana del día 25 de cada mes en las puertas de las antiguas y ruinosas cajas de ahorros reconvertidas en ruinosos bancos nacionalizados por el más que ruinoso FROB. Quizá los jubilados, lejos de pedir tiempo, podemos acabar pidiendo la eutanasia.

Y es que se está muy bien vivo y en la vida, y no queremos despedirnos, esa es la verdad. Yo lo sé por experiencia aunque no me he dado mucha cuenta porque lo veo todo envuelto, ahora que está pasando casi completamente, como en una nebulosa onírica, de horrible pesadilla. Mejor despedirse siempre mañana. Es una de las conclusiones que saco de la experiencia sufrida. Otra es que, afortunadamente, no estamos solos si tenemos familia y amigos, si vivimos “dejando huella”…y eso es bueno, siempre y cuando sea así, dejando huella y no pegando pisotones.

En esta vuelta a la normalidad de mi último mes y medio, en este inesperado y contra pronóstico regreso al futuro (porque me ha devuelto su expectativa, ya saben, al menos esos 30 años) ha tenido un papel fundamental un joven profesional ciezano que se llama Francis Piñera, que, sin menoscabo de otros excelentes profesionales de la Fisioterapia, de ambos sexos, que también trabajan en Cieza, me está trasmutando de guiñapo en persona, de piltrafa en cuerpo serrano, de alfeñique en atletón (las ganas…¿eh?...las ganas, sobre todo mías).

Sé que me está haciendo un gran favor, y no puedo ni debo terminar esta serie de artículos sin dedicarle a él unas líneas. Sí, Francis está siendo “my personal trainer”, mi entrenador personal, o también, según se mire, mi torturador personal a domicilio, porque hay muchos días que me deja literalmente agujeteado enteretico y poco menos que para el arrastre. Durante una hora diaria, Francis Piñera me plantea una propuesta bastante completita, o al menos eso creo yo a la vista de mi evolución positiva y mis progresos, de ejercicios de calentamiento, robustecimiento, relajación y estiramientos, mientras mantenemos una (al menos para mí) amenísima conversación sobre todo lo humano y todo lo divino, practicando el clásico axioma de “mens sana in corpore sano”. Fíjense que estoy más que convencido de que a mí me ha  salvado del abismo y de la nada la palabra, el verbo, como a Charlton Heston en la película “El planeta de los simios” lo salva del exterminio indiscriminado la articulación de una frase- ¡¡Quita tus sucias zarpas de encima, mono asqueroso!!, capacidad que deja estupefactos a los simios que han evolucionado a especie dominante y que sabían que lo auténticamente diferencial de un estatus biológico superior era la capacidad de hablar, porque – no se cansen, no hay definición mejor- el ser humano es un animal que habla. Y eso, hablar y hacerlo con cierta coherencia, es lo que me ha salvado la vida…con la ayuda, como ustedes ya saben, de muchas personas, la mayor parte de las cuales se dieron cuenta de eso, de que yo, aún,  hablaba.

Hoy, para cerrar el ciclo de estas 4 entregas, es el turno de my personal trainer, Francis Piñera, antiguo alumno del IES “Diego Tortosa”, mi casa durante la mayor parte de mis años en activo, casado con quien fuera alumna mía (él no llegó a serlo nunca) de “Imagen y Sonido”, la simpática y pizpireta Carmen López Giménez, vinculada también profesionalmente, como el propio Francis, con el mundo de la sanidad. Además, Carmen nació el mismo día que mi hija mayor, el 18 de Julio de 1978, el primer año en el que el 18 de Julio dejó de ser fiesta nacional (ya saben, por aquello del glorioso alzamiento). Yo sólo conocí a Francis (Piñera), porque otro Francis, Francisco José Santos, profesor de Música, me lo mandaba a mi aula de Audiovisuales con información de los Voleadores para emitirla por Tele Red. Me pareció siempre un joven de exquisita buena educación, talante abierto, cordial y hasta jovial, aparte de ser una de las figuras del equipo de los Voleadores en una etapa llena de éxitos. Hoy es un extraordinario profesional de todo lo fisio, capaz de detectar finamente la reaparición de un músculo dormido o el nivel de tensión y relajación de tus isquios, tus tibiales o tus gemelos.

Te estoy agradecido, Francis. Creo que has trabajado bien conmigo. Y el caso es que lo tuyo se parece mucho a una de las aborrecidas tablas de gimnasia de los colegios en los que estuve interno durante mi adolescencia, que formaban parte de una asignatura que siempre acababa estropeando el nivel de mis calificaciones escolares, pero lo cierto y verdad es que mi modesta musculatura vuelve a dar señales de vida y que mi culo -¡ah, la importancia del culo!- me sostiene. Sólo con eso, se me abren otras perspectivas de vida mejor, aunque algunos me han venido diciendo en los últimos tiempos que la vida es una actitud mental, que la vida no es lo que es, sino lo que uno se imagina que es…o sea, que la vida que uno vive y en la que viven los otros, no es sino un constructo de la propia imaginación, así que yo…voy a intentar imaginármela de otra manera. Y en esa manera tienen sitio personalidades como la de Francis Piñera, my personal trainer. En una de nuestras múltiples y sudadas conversaciones, le di a conocer a un médico ilustre, el traumatólogo Sócrates Forcén Argüelles y sus nada desdeñables contribuciones a la mejor praxis médica, aquel médico original, sabio y prudente, que hace justamente 33 años, ante un gigantesco cenicero repleto de colillas propias -¿y qué quiere usted que le diga yo del tabaco?- privó a mi mujer de una excusa para hacerme dejar el vicio. “No señora, no…el tabaco es malo, pero su marido no se marea porque fume mucho”. Me estaba dando vía libre a otro cuarto de siglo como gran fumador.

Francis (Piñera) es también político,  concejal del grupo municipal popular en el Ayuntamiento de Cieza, pero, fíjense ustedes si es discreto y cabal que todo este tiempo (más de un mes) me lo podría haber pasado sin enterarme. Con eso está todo dicho. Francis, chapeau…saluda a Carmen de mi parte…porque es que yo, prácticamente, no salgo.

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