Una vez más, la geoestrategia se impone sobre el Derecho Internacional y la voluntad de los pueblos. El reconocimiento por Trump de la posición de Marruecos sobre el Sahara, ratificada por Joe Biden, ha sido correspondida, a traición y con alevosía, por Pedro Sánchez, por supuesto al margen del debate parlamentario, sin conocimiento de sus socios de Gobierno (UP) y obviando lo estipulado en el programa electoral del PSOE de 2019, en que se reconocía el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui.
En esta decisión del Gobierno español habrá tenido su influencia, sin duda, un acercamiento de Marruecos hacia Argelia y el reconocimiento de Israel por la diplomacia de la monarquía alauita.
Algo se ha movido en el tablero geoestratégico de una zona vital para el suministro de productos energéticos a España y Europa y, a su vez fundamental para, por un lado, contener los flujos migratorios y, por otro, para frenar la expansión en esa zona del Magreb del fundamentalismo islámico.
Si a ello le sumamos la importancia que para EEUU tiene el contar con un socio, Marruecos, colaborador en su eje estratégico Canarias-Estrecho-Baleares, entenderemos muchas de las claves de esta decisión.
Y en este contexto, es patética la posición de la política exterior española, incapaz de adoptar una posición autónoma; antes al contrario, plegándose y subordinándose a los designios de la OTAN.
Ante ello, Unidas Podemos ha de seguir exigiendo, coherentemente, la defensa de los derechos del noble y hermano pueblo saharaui.
(Me acaban de comunicar que, según TVE, el Gobierno argelino ha llamado a consultas a su embajador en Madrid. Se supone que el Gobierno español no comunicó previamente su decisión al argelino. ¡En menudo embrollo nos ha metido el pusilánime Pedro Sánchez!).