En el París de Mayo del 68, los estudiantes soñaban con ver “bajo los adoquines, la playa”. Lo que han visto estos días los miembros de la Comisión de Peticiones de la Unión Europea que han visitado el Mar Menor ha sido, escarbando un poco, una ciénaga bajo la arena. Hace apenas tres años, el gobierno de López Miras seguía insistiendo en que el Mar Menor no había dejado de ser una laguna de aguas cristalinas cuando todo el mundo veía que era una charca de sopa verde espesa. Esta vez, el presidente ha ido incluso más lejos. Ha querido darle gato por liebre a la UE, maquillando la degradación ambiental con una capa beis sobre el fango negro. Ante tan burda maniobra, la jefa de la delegación se echó a reír antes de manifestar: “Los trabajos preparatorios querían tapar lo que es imposible ocultar”. Después de veintiséis años gobernando contra la naturaleza, no hay sitio en la laguna para enterrar tanto cadáver medioambiental.