El gran modelo literario que nos identifica a los españoles, y no sólo a los españoles, es el de Don Quijote y, lógicamente, su inseparable compañero y contrapunto, Sancho Panza.  El arquetipo tiene su representación por doquier, en España y en el mundo. Sin ir más lejos fíjense en la pareja actualmente en la cúspide del poder ejecutivo en España: el presidente Mariano (el corto) Rajoy, patético trasunto de un fracasado Don Quijote, que aún podría acabar, como su mayor logro, multiplicando a España por cero, y la vicepresidenta Sor Aya (Saenz de Santamaría), práctica, monjil y – a la sombra de su señor- irresoluta Sancha Panza.

Puigdemont, otro lastimoso, ridículo y “jaimitesco” Don Quijote , con el Sancho mucha Panza Junqueras -“Bizqueras” y con la fea Maritornes, bien representada por Anna Gabriel, antídoto de la libido donde los haya. Odiosos personajes, sin discusión. No lo piensen, no lo duden siquiera: ellos- los independentistas- son los malos… Ahora proclaman la independencia pero la suspenden. Ya está bien de burla. Los españoles, y los catalanes probablemente también, estamos hartos de un conflicto que, de tan largo y repodrido, hiede que apesta. Acábese ya, déjennos en paz. Si acaban ganando será por aburrimiento… por desistimiento del antagonista, que acabará arrojando la toballa (que sí, que también se dice así, que lo admitió la Real Academia Española hace algún tiempo).

Ellos, en su facineroso “parlament” están muy divertidos jugando a la política mientras cobran bien cobrao a fin de mes (que esta es una democracia bien pagá), pero los ciudadanos no, los ciudadanos siguen en la azarosa y dura lucha por la vida, tantas veces en medio de la más cruda intemperie, necesidad y precariedad, que no se vayan a creer, que la crisis aún aprieta y dista mucho de ser un mal recuerdo. La historia pasará factura y recordará el estropicio del nacionalismo catalanista y los estragos causados a su nonata república y a España, en una nueva página negra del nacionalismo insolidario, egoísta y excluyente más infame, que sólo sabe repartir dolor. Como siempre.

Nosotros, él –Pedro Luis Almela- y yo, que somos peripatética, feliz, ambulante y deambulante pareja de hecho, integrantes únicos del exclusivista y exclusivo grupo senderista Losrarosnc (númerus clausus, José Luis Vergara dixit), grupo hermético y cerrado en el ejercicio sacrosanto de nuestro inalienable y legítimo derecho a decidir, somos también, alternativa, secuencial e indistintamente, Don Quijote y Sancho y, con frecuencia, en nuestras interminables e inagotables conversaciones, surge, con reflexiones como las de más arriba, el problema catalán, que nos preocupa, que nos agobia, que nos irrita y que ya, sobre todo, nos cansa. Los dos somos, desde siempre, cosmopolitas y –como el Caballero de la Triste Figura (la que ya vamos teniendo y testimonio fehaciente y constancia de ello deja la foto- aspiramos a lo mismo que Don Alonso Quijano: andar mundo, soñar amores imposibles y deshacer entuertos. Pero Don Quijote es un héroe trágico y no suelen salirle bien las cosas. Antepone sus deseos a la realidad y se convierte así, en definitiva, en paradigma del idealismo desnortado, algo también aplicable quizá a la loca deriva secesionista emprendida por el nacionalismo catalanista con unos cuantos cabezones cabeza buques y cabeza hueca al frente.

Menos mal que los paseos por los campos de Cajitán serenan el alma, relajan y te hacen sentir que estás en otro mundo, ajeno al tiempo presente y su confusión, estrépito y barullo. Como el gran novelista francés François Mauriac no tenemos necesidad alguna de “jugar en un mundo en el que todos hacen trampas” y en el que “la actualidad es un álbum de escalofríos” (Manuel Alcantara).

Perdido Rocinante, descabalgados y a pie enjuto, pesimistas y por ello mismo más sabios, descubrimos una insólita y magnífica visión: un campo de almendros preñados de frutos, a cuyo pie han crecido miríadas de florecillas silvestres de color blanco, ofreciendo una estampa exótica, maravillosa y sorprendente para la época del año en la que estamos, mitad de octubre y bien entrado el otoño. A pesar de la ausencia casi total de lluvias, la tierra generosa nos ofrece este regalo para la vista y este remanso de sosiego, tranquilidad y paz para el alma. El campo –y Machado- nos devuelven la esperanza…

“Está el hoy abierto al mañana.

Mañana al infinito.
Hombres de España. Ni el pasado ha muerto,
Ni está el mañana ni el ayer escrito.”