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Muchas flores, algunos santos, un globo y un trenecito, pero el cohete no acaba de despegar Featured

Bartolomé Marcos

Hace más de un cuarto de siglo (debió ser hacia 1990) que empezó a hablarse del fenómeno de “La Floración” en Cieza. Y ha tenido que pasar todo ese largo periodo de tiempo para que el feliz descubrimiento eclosionara por fin con fuerza y la florecilla pasara de tímido borrón a vistoso y multicolor espectáculo, asombro de propios y extraños, que, cada vez en mayor número –este año la prolífera presencia de forasteros en nuestra ciudad y campos deja buena constancia de ello- se acercan a nuestros bastante mal comunicados parajes rurales, para contemplar pasmados (hasta donde los invernaderos lo permiten), la maravilla del campo ciezano en primavera incipiente y efímera, porque ya saben ustedes que- estirando mucho el chicle- esto dura lo que un caramelo en la puerta de un colegio, “”, visto y no visto, de mediados –finales de Febrero, a finales de Marzo…- fechas en las que el campo se viste de primavera para recibir a los santos, algo que este año ha sido, junto a otras muchas felices propuestas, realidad literal. Santos y Santas de la Semana Santa ciezana –santos oficiales y hieráticos de solideo, trono, hornacina y peana, aguantando estólidos el marzal solanero vestidos con sus mejores galas, estuvieron departiendo muda y amigablemente con todo el mundo que quiso a pie de melocotoneros, albaricoqueros y ciruelos en flor. La Floración democratizó la Semana Santa y los santos bajaron de sus altares y puntos elevados de lógica y natural preeminencia, para departir con ajenos y lugareños, en ameno coloquio, entre surcos, caballones y sembrados y en medio de sonoro y feliz susurro de abejas que sonaba. Un beatus ille algo carnavalesco, pero tampoco estuvo mal la cosa. Con algo hay que entretenerse, y si además sirve para ganar dinero, o sea para que lo gane la gente del pueblo, mejor que mejor. Supongo yo que alguien estará haciendo las cuentas.  

Por fin, el Ayuntamiento ha hecho un gran esfuerzo, conceptual, organizativo y parece que también económico (he llegado a oír cifras bastante mareantes acerca de cuánto ha costado la programación extraordinaria de “La Floración”, cifras que no reproduzco aquí porque no dispongo de información contrastada). No obstante, a pesar del esfuerzo municipal, que ha editado, con bastante decoro tipográfico y no pocas faltas de expresión, dípticos, trípticos y polípticos con el programa de actividades repartido en cinco grandes áreas de actuación: Naturaleza, Patrimonio, Deportes, Música y Gastronomía, la realidad hoy por hoy, a pesar de todo eso, sigue siendo que, aunque este año se ha dado un gran paso, la monotemática flor del cerezo, en el valle del Jerte, sigue aún ganándole la partida, en cuanto a repercusión mediática nacional, y por tanto en cuando a gancho tractor del turismo, a la polivalente, caleidoscópica, multicolor…hermosísima, floración ciezana. Cada vez menos, también es verdad, lo que significa que hay que seguir empeñando esfuerzos humanos, materiales, financieros y de todo tipo para apuntalar lo que puede ser un acontecimiento que reporte renombre y beneficios económicos a nuestra ciudad.

Esfuerzo, dedicación y desvelos como los que ha venido desarrollando en ese largo cuarto de siglo un siempre bienintencionado y entusiasta artista plástico ciezano, profesor y maestro de la fotografía que afortunadamente sigue vivo y en disposición y con ganas de seguir trabajando por la causa (por eso tampoco es cuestión de erigirle ahora monumentos que a su debido tiempo vendrán), y que se sigue llamando Fernando Galindo Tormo, colega y amigo mío y persona a la que incluso sus detractores (que algunos tiene) le reconocen el mérito, la perseverancia y el empeño en un asunto como el que aquí y ahora nos ocupa. Las flores nacen, crecen y dan sus frutos en los campos de Cieza por la afortunada conjunción de la Naturaleza y la acción del hombre agricultor, y en eso poco tiene que ver Fernando Galindo. Pero el de la Floración en Cieza sí es invento suyo, o es invento que le debe mucho. Tanto como para no hablar del invento sin hablar de él.

Hubo un tiempo en el que este pueblo, o mejor, sus dirigentes, optaron por los residenciales, por el monocultivo del ladrillo, con postergación incluso –si necesario hubiera sido- de sus tradiciones agrícolas, que nos han dado históricamente de comer. Después, el estrepitoso fracaso de algunas de las descabelladas propuestas referidas a campos de golf, escuelas de equitación y ocurrencias varias por las que aún estamos pagando facturas, nos trajo la prudencia, la mesura y la cordura (obligadas) de considerar que con las cosas de comer no se juega. El de la Floración es un ambicioso y hermoso programa de actuación cultural con potencialidades muy notables en el turismo y por ende en la economía ciezana. Pero –aun siendo iniciativas loables- no basta con un globo aerostático a 30 metros del suelo y un trenecito de la bruja –sin bruja y sólo con “brujilla”- que pasea a los escolares en agradables y templadas mañanas primaverales por el Paseo Ribereño. Más metros, más altura, más distancia, más perspectiva, más ambición, más madera, ¡coooñooooo!, para que el cohete se dispare hacia el futuro y para que el infierno de la locomotora del trenecito no deje de rugir. Se está haciendo, pero es necesaria la colaboración de todas las instancias para perfilar detalles y evitar, por ejemplo, los muchos errores de expresión que desdoran buena parte del material impreso que se ha editado (subsanable con algo tan sencillo como dejármelo a mí para que lo corrija); para evitar también, en otro orden de cosas, vicios atávicos del agricultor ciezano con la construcción de invernaderos que arruinan la contemplación del paisaje en flor, para cuidar el medio ambiente resolviendo el problema de los humos (que este año ha sido bastante menor, sólo coyunturalmente, por la mejor climatología), para seguir mejorando la oferta hotelera y gastronómica, y para conjurarse contra el formidable y espantoso enemigo de esta tierra que sería el fracking, la fractura hidráulica, que puede poner en peligro hasta la consistencia y estabilidad de la tierra que pisamos, en la que enraízan árboles, flores y frutos y de la que depende hasta la calidad del agua que bebemos.

Así que los homenajes pueden esperar. Ahora es tiempo de seguir trabajando en lo que de verdad importa: un proyecto ilusionante y bonito al que le quedan aún muchos flecos por cerrar y sin los que el cohete no puede impulsarse y despegar airoso hasta llegar muy lejos.

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