Argumentaba hace unas semanas el exsúperconsejero (nunca faltan prefijos para el cargo de este señor) Pedro Alberto Cruz, en una inusual aparición pública, que su proyecto cultural no fue el peor de los posibles. Frente a frente en una mesa de debate con uno de sus mayores críticos, Patricio Hernández, insinuaba PAC la resistencia que hubo de vencer, en sus años de gloria, por parte de una corriente mayoritaria en el interior del Partido Popular que veía su gestión con malos ojos. Se presentaba así el ahora profesor y poeta como una especie de salmón (o mejor, ´verso suelto´) en un entorno ultraconservador, beato y atrasado, impermeable a la modernidad.

Tras la amabilidad obligada del largo ciclo electoral y la pérdida de las mayorías absolutas, el PP regional se retuerce bajo el peso de tremendas acusaciones de corrupción múltiple contra su número uno, y ante el riesgo de que su electorado levante la mano para pedir recambios, ha optado por el cierre de filas y el repliegue identitario. Oponerse ahora desde el interno del partido a Pedro Antonio Sánchez es oponerse a las demandas de la base social popular mayoritaria: el cristianismo conservador y nostálgico, su temor a todo cambio, su cruz, su terruño, su campana y su lodetodalavida.

Solo en esta clave interna del PP, por tanto, se entiende la hipertrofia del proyecto de promoción de Caravaca Jubilar, financiado no solo desde Turismo sino también (con todo lo que ello implica) desde Cultura. El partido de PAS se apoya ahora en las esencias, los sectores con un nivel mayor de mansedumbre ante la corrupción o las catástrofes medioambientales (la Murcia rural frente a las más volubles ciudades, la cultura tradicional frente a la moderna, la religión frente a la tecnocracia), no para ganar apoyos electorales, sino para acallar la contestación al líder.

La lluvia de dinero público con que la consejera Arroyo y su lugarteniente López-Briones están regando el año santo caravaqueño, así como el ridículo cambio de fechas del festival SOS 4.8, buque insignia de Cruz (ahora rebautizado We Are Murcia), para evitar su coincidencia con el jubileo, acaban por dar la razón al exconsejero: de los proyectos culturales posibles en el seno del PP regional, el suyo era el excepcional. Convertir Murcia en la reserva espiritual del sureste, en cambio, es mucho más socorrido cuando de lo que se trata es de mantener apoyos a una cúpula poco limpia.

¿Y qué harán, ahora, PSOE y Ciudadanos? ¿Seguir aguantando el palo de ese maloliente palio? Para su desgracia, reliquia incorrupta solo puede haber una en este particular juego de tronos. Aún no sabemos si PAS sobrevivirá al terremoto del Auditorio y al tsunami de la Púnica, pero sí que ya podemos darle la extremaunción a quien se empeñe en aguantarle la silla.