Si analizamos los últimos acontecimientos que enmarcan la historia reciente de España, se observa claramente, entre otras cuestiones, dos momentos claros: Uno. La aparición de Podemos como manifestación de la articulación de la respuesta a lo que Pablo Iglesias denominó “Régimen del 78”. Dos. La aparición de la respuesta defensiva que el Régimen del 78 está dando. Y todo ello en un entorno internacional donde la clase dominante, dentro de los marcos democráticos, encuentra medios para quitar de las áreas de poder a aquellos de las clases subalternas que las han conseguido. Primero hubo una fase no democrática, con golpes de estado, caso de Salvador Allende, Argentina, Brasil, etc. Luego con golpes democráticos, caso del impeachment contra Dilma Rousseff o bien con un golpe palaciego, caso de Pedro Sánchez. Ahora se trata de quitar a Pablo Iglesias con un esquema muy parecido al de Pedro Sánchez (No quiero un Podemos como el PSOE que dice Pablo Iglesias) y así acabar con toda respuesta orgánica al Régimen del 78.

Son formas diferentes de apartar del poder a equipos que ponen en duda, o que pueden poner en duda o riesgo, en un momento determinado el sistema hegemónico porque tienen la solidez suficiente. Son los representantes de las clases subalternas que tienen ya la suficiente entidad para, no sólo cuestionar el viejo sistema hegemónico, sino para sustituirlo por el nuevo.

El caso español no puede estar fuera de este juego internacional y el caso Pedro Sánchez (La élite orgánica del PSOE reacciona contra el equipo de Pedro Sánchez cuando éste está dispuesto a participar en la construcción de lo nuevo) así lo manifiesta y la situación de Podemos especialmente. El objetivo de la clase dominante en el caso español pasa, primero por romper las condiciones de alianza PSOE – Unidos Podemos, que fue el caso Pedro Sánchez y que se resolvió con una gestora en el PSOE, y segundo con debilitar al máximo a Podemos hasta hacerlo retroceder a las posiciones de IU tanto electoralmente como en sus relaciones con la sociedad civil.

Para conseguir la destrucción política de Podemos se está aprovechando las disputas tácticas entre Íñigo Errejón y Pablo Iglesias para debilitar el núcleo irradiador, o al menos alejar a Íñigo Errejón lo máximo posible de dicho núcleo. Eso supondría la pérdida de iniciativa electoral suficiente que permitiría, como hasta ahora, la supervivencia del régimen un poco más, según el pensamiento de los intelectuales orgánicos del régimen.

También, y como ha visto muy bien Juan Carlos Monedero, se trata de acercar a Íñigo Errejón lo máximo posible al PSOE de la gestora para luego pasarlo a dicho partido. Esto último no es nada nuevo y hay desde la transición decenas de nombres del PCE y luego de IU que han terminado en el PSOE como personajes de segunda fila después de participar en la deconstrucción histórica del PCE/IU. Se puede observar que dicha estrategia se repite. Esperemos que ahora en forma de farsa.

Esta estrategia de debilitamiento hasta la inutilidad se está basando en hechos objetivos tales como la existencia de dos posiciones claras dentro de Podemos. Una, la de Íñigo Errejón que moviéndose en lo que Habermas definió como Mundo de la vida afirma que la acción central debe ser la de los actos de habla, es decir los actos parlamentarios fundamentalmente y la de Pablo Iglesias que se mueve en lo que es el Mundo de la producción donde el parlamento es un reflejo de la calle y no al revés. Son dos posiciones opuestas, contradictorias, complementarias y necesarias, que Vistalegre II dirá cuál es la hegemónica en Podemos. En esa dialéctica nos encontramos y ambas confluyen en lo que Vicenç Navarro definió como “Esta alianza entre las clases medias y la clase trabajadora debería ser la base electoral de la alianza Unidos Podemos, junto con otros componentes de las clases populares."[i], como condición para conseguir la mayoría parlamentaria para un cambio de régimen. Los demás objetivos se plantearán cuando corresponda.

Estas dos posiciones se pueden ver desde dos los momentos de la relación dialéctica. El de la positividad: son necesarias ambas, por ser complementarias, para la praxis; y el de la negatividad: son innecesarias, por ser excluyentes, para la praxis y por tanto hay que ir hacia otra dialéctica de la praxis. El primer momento de la relación te lleva a la continuidad de Podemos y el segundo a su destrucción (innecesidad) real aunque puede que no formal.

Es en este punto del movimiento de lo histórico donde los intelectuales orgánicos del régimen entran en juego para actuar/afirmar siempre desde el momento de la negatividad. Ello implica que todo análisis que se haga será siempre desde el momento de la negatividad de la acción y en consecuencia no habrá otro campo de acción que el del error/innecesidad. Obviamente esta posición estratégica es la respuesta que el sistema hegemónico da a la fortaleza de Podemos que pasa por intensificar su relación con la sociedad civil, es decir, con la calle.