Pascual Gómez Yuste/ Cieza. 12.08.2024.- Hay ateneos que viven con la mirada puesta sobre sí mismos, ensimismados. Se conforman con lo que tienen. Hay otros que se amoldan fácilmente, sin agobiarse, a los cambios que van y vienen con el viento. Y hay ateneos que se inventan constantemente a sí mismos, orgullosos de enseñarle su ombligo a sus vecinos. Es el caso del Club Atalaya Ateneo de la Villa. No satisfecho con la amplia y variada programación cultural estable a lo largo de todo el año, anoche alumbró el I Festival AtalaJazz Mágiko. No hay ciezano ni ciezana que no se muestre satisfecho de su ateneo.
Cierto es que la oferta cultural de Cieza alcanza proporciones inimaginables en el número 53 de la calle Pablo Iglesias, donde reside uno de los espacios para la cultura más singulares y necesarios en la ciudad. En la apertura de la primera sesión del festival ya lo puso de manifiesto la presentadora Mercedes Dato. Porque en sus instalaciones convergen todo tipo de manifestaciones culturales que contribuyen a mostrar la complejidad y la diversidad de la cultura contemporánea. Felizmente, nunca falta una actividad a lo largo de todo el año.
Si algo les sobra a los programadores culturales del Club Atalaya es imaginación. La puesta de largo de esta iniciativa musical es la continuación de un annus mirabilis para sus responsables, que culmina en agosto la XXXIIII Semana de Cine Mágiko. Belleza no es una palabra frecuente en la crítica de la música de nuestro tiempo, pero conviene bien a la actuación de A Dos Manos Dúo, que dejó tras de sí tan copiosa emoción estética. Es la libertad creadora de dos músicos que son, en realidad, muchos músicos a la vez: el guitarrista Antonio Aroca y el bajista Pascual Martínez.
Con la elegancia ingrávida del atleta que salta sin que la proeza del gesto revele su preparación laboriosa, la naturalidad de ambos músicos ciezanos no hicieron sospechar los meandros y laberintos del camino. Tocaban las composiciones de una manera tan perfecta que se dirían alumbradas sin esfuerzo. Para muchos de los asistentes fue una especie de retorno añorado a la adolescencia. Uno y otro ofrecieron un repertorio sin concesiones al público ocasional. Aroca y Martínez eran la viva reencarnación de los célebres Fran Zappa y Jaco Pastorius, respectivamente.
Las versiones que ofrecieron ambos en este concierto tomaban como guía sus referentes musicales e incluso antiguas composiciones propias, y fueron en general ejecuciones brillantes y minuciosas. Sin duda, pusieron al jazz de calidad en el lugar que merece. Virtuosismo y placer a partes iguales se fundieron en una actuación memorable cuajada de joyas musicales, tan plenas de elegancia y ritmo. La interpretación de A Dos Manos Dúo fue de un exquisito refinamiento sonoro. Una velada que debería haber visto cualquier aficionado al jazz.