Pascual Gómez Yuste / Cieza. 21.05.23.- El Museo del Esparto no es un muestrario yerto. De vez en cuando la rueda gira de nuevo para mostrar los secretos del hilado del esparto y, en la terraza del Club Atalaya Ateneo de la Villa, veteranos ‘hilaores’, ataviados a la vieja usanza, explican cómo se trenza una cuerda. Un lugar que no deja indiferente a nadie. No se puede decir que únicamente sea un museo, es más bien un catalizador, es decir, un espacio que atrae, conforma y agrupa sentimientos, fuerzas y recuerdos. Cieza sin la manufactura del esparto no grabaría ninguna imagen en el alma: aquí se encuentra la clave de su pasado más reciente.
¿Qué puede haber más emocionante que dejarse llevar toda una visita por la atmósfera de autenticidad que inspira la música de raíz? La cuadrilla Caracol dio este viernes prueba de la riqueza de unas músicas realmente pegadizas, capaces de hacer que quien las escucha se anime rápidamente a tararearlas o a bailarlas. Esto lo sabe más que nadie sus integrantes, que dieron cuenta de un amplio repertorio con guitarras, bandurrias y otros instrumentos de cuerda similares. Esta actuación, enmarcada dentro de la programación municipal del Día de los Museos, rebosó de un estupendo ambiente e inimitable encanto murciano.
El riesgo de fuertes lluvias no fue ningún impedimento para realizar esta actividad abierta al público. La exhibición de hilado se trasladó al interior del museo. Parafraseando al poeta Miguel Hernández y citando a sus organizadores, “los maestros ‘hilaores’ y ‘menaores’ vestirán blusa silenciosa y dorada del sudor silencioso”. Las demostraciones de ‘hilao’ con rueda y de confección de pleita, así como otras técnicas de trenzado de esparto, evocaban el trabajo manual y el sustento de muchos ciezanos que tan honradamente se habían ganado en su etapa de máximo apogeo. No fue la única sorpresa de la noche.
El lugar posee una belleza elemental que hace pensar en una publicación de Antonio Pérez Gómez titulada ‘La industria manual del esparto’: “Si pudiéramos hacerle hablar a un hilo de esparto, a una cuerda, y que nos contasen su historia, quien la escuchara, no teniendo con esta economía antiguas relaciones que le hubiesen puesto al corriente de sus interioridades, oiría cosas que le producirían asombro”. En efecto. Es un espacio donde se conjura la promesa de escuchar algo tan inusual como las historias de los hombres, mujeres y niños que, independientemente del lugar donde les tocó estar, trabajaron el esparto para susbsistir.
La cultura del esparto en Cieza no existiría sin la labor de esta institución, que abrió sus puertas en 2012. Pocos vestigios industriales quedan en la ciudad de aquella etapa manufacturera decisiva, pero la memoria genética de los ciezanos sigue albergando, con todo motivo, las imágenes de una época histórica de luces y sombras. Es una colección antigua, repleta de objetos, artilugios en desuso y otros lazos con el pasado. Visitar estas instalaciones únicas por su patrimonio tan cabalmente conservado aporta un testimonio excepcional sobre la Cieza de finales del siglo XIXI y de buena parte del siglo XX.
Como todos los grandes proyectos, el museo de la calle Pablo Iglesias tuvo un creador, un colectivo de personas que lo hizo nacer para que creciese y tuviese una misión de salvaguarda. Ese alguien fue el Club Atalaya Ateneo de la Villa, una asociación presidida por Antonio Balsalobre que comprendió la necesidad de que el extraordinario legado de esta seña de identidad tan ciezana y de la memoria obrera de quienes la hicieron posible se conservara y se expusiera en el mismo recinto. Una idea que fue calificada de audaz y compleja. La historia de este edificio dio comienzo en 2012. Con ello se hacía realidad un sueño largamente acariciado.
Nada más entrar en la sala de la planta baja, en un lateral de la misma se alza uno de los ciento veinte mazos que un día pertenecieron a algunas de las veinte y una fábricas de esparto. En las estancias de la segunda planta, el visitante realizará un recorrido por la historia del esparto a través de algunas de sus piezas, enseres, materiales y fotografías más emblemáticas. Sus vestigios actuales muestran la imagen de una Cieza espartera que deberíamos ser capaces de preservar y poner en valor para las nuevas generaciones como un documento histórico. Porque si perdemos la memoria, nuestro bagaje cultural desaparece.