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Rosa Campos consigue una efectiva correspondencia entre vida y poesía con el poemario ‘Patio interior’ Featured

Pascual Gómez Yuste. 27.01.23.- Existe una extraordinaria correlación entre la vida de Rosa Campos Gómez y su último poemario ‘Patio interior’ (Editorial Almadenes, 2023). Para ella escribir es buscar en el laberinto de la memoria y del lenguaje la palabra precisa para dar cuenta de lo vivido, de lo salvado de la ruina del tiempo; y es precisamente esta búsqueda la que dará unidad a todo el libro. La búsqueda de la palabra salvadora y la memoria como fuente de autoconocimiento son ya los dos aspectos esenciales de este trabajo en el que muestra todo su brío poético. Tallada desde una impensable ternura, su lírica es una permanente caricia de palabras sobre lo vivido y sentido. Así se pudo percibir este jueves en el Museo Siyâsa gracias a las voces del Grupo de Literatura La Sierpe y el Laúd.

Con su obra anterior, ‘Las calles que vendrán’, una estupenda colección de relatos, Campos realizaba un canto a la esperanza durante la pandemia porque, como muy bien indica Miriam Cano Motos en el prólogo, “confiaba en que aquella situación e incluso la humanidad quizás mejorarían después de aquel extraño y forzado encierro, ansiando un tiempo nuevo a través de la metáfora de las calles como espacio para compartir, para cuidarnos, para amarnos”. Ahora con este poemario, también en palabras de la prologuista, “hace el viaje a la inversa, pasándose al verso y buscando en las entrañas de su patio interior aquello que la hace sentirse viva y conectada con los demás seres humanos”.

El poemario es, desde el título, la concreción de una mirada satisfecha hacia la experiencia cotidiana. Hacia la colectiva, representada por los sueños generacionales que se encarga de hacer o deshacer el tiempo. De la personal, teñida por las cosas sencillas. La poeta mira a su alrededor y levanta acta de una cotidianidad moderadamente feliz. La felicidad sólo vive en el interior de la persona y en ciertos reductos de una intimidad compartida: en la amistad, en el amor, en la familia. El lector asiste, en palabras de Cano, “a la sacralización de los humano y a la humanización de lo sagrado. Se nos va a revelar cómo el sentido de la vida se encuentra en las cosas más pequeñas: por eso es necesario pararse y ‘mirar de cerca’”.

También se ve una poesía con vocación de prosa para expresar sus reflexiones y recuerdos en torno a su vida como ‘La estación de tren de Cieza’. Y es que la autora no deja de ser poeta, pero una poeta que se expresa a través de la prosa. Si se pone en relación su obra poética y narrativa se llega a la conclusión que el proceso estructural y temático de ambos géneros es el mismo, que el hilo ideológico y la motivación cultural común que les une es manifiesta y clara. “Reflexiona Rosa acerca de la razón que la empujaba a llevar a sus hijos allí sin que fueran a subir al tren, y llega a la conclusión de que lo hacía para que ‘entendieran esa sutil metáfora que exponía que el vivir puede ser sabiamente transportado, como hacía aquella vertebrada máquina’”.

En cada uno de los bloques de poemas en que se divide la obra explora los límites de la expresividad lírica y se explora a sí misma. Hay en ellos un camino de indagación, como tentativa de aproximarse al escrutinio del silencio interior. “Es desnudarse un poco, pero como lo haces desde el cariño y con toda esa sinceridad que una quiere aportar, me he sentido muy bien haciéndolo”, explica Campos. “Ha sido como contactar más con las cosas de la vida: lo que es cercano, las cosas de la gente que me rodea”, añade. Pocos son los escritores que, tras las palabras, crean vida y cuentan una historia que quedará, para siempre, en la memoria de los lectores. Porque su poesía tiembla y toca lo humano de una manera sencillamente conmovedora.

En conjunto, el poemario crea un universo cuya unidad nace de su diversidad y capacidad reflexiva sobre la existencia. La expresión de su yo más íntimo está en él, y como dice ese poema que cierra y da título al libro a modo de epílogo, es “la columna vertebral de mis estancias/donde me riego/alcanzo el sol cuando a mi sitio llega/mis sueños tejo con con el velar de luna/me discrepo/examino en el hacer/me rediseño/reduzco hacia un nosotros la distancia”. Ella ha ido al centro de ese laberinto de búsquedas donde se prefigura lo que será cada uno. “Ahora sabemos que las calles son el espacio para construir comunidad, pero el patio interior es el santuario donde compartir la amistad, la entraña del vivir, el sagrario de aquello que nos hace humanos”, concluye la prologuista.

Publicado con permiso del autor.

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