Hace tiempo que el Club Atalaya Ateneo de la Villa dejó de ser sólo una asociación cultural más. Ahora es bastante más que eso: una institución. Pensar en este simbólico recinto de la calle Pablo Iglesias es como ponerle imagen a la cultura popular de Cieza del último medio siglo.
Pascual Gómez/Cieza.es.- Para varias generaciones de ciezanos algunos recuerdos nunca se desvanecen y, entre ellos, muchos momentos vividos a lo largo de cincuenta años en el Club Atalaya-Ateneo de la Villa. Pocas asociaciones culturales hay en Cieza que sean más fieles a sus principios que este colectivo fundado el 29 de enero de 1967 bajo el nombre de Club Juvenil Atalaya.
Por ello, este domingo se producía un encuentro de viejos y nuevos amigos de esta asociación con el fin de hacer balance y compendio de estas bodas de oro. Con esta iniciativa se pretende acercar esta institución a los ciudadanos y mostrar el trabajo que se desarrolla en el ámbito de la cultura y el ocio, la conservación y difusión del patrimonio histórico local, con el fin de reforzar la relación entre el ateneo y la ciudadanía.
No se conoce con certeza el secreto de una longevidad que ha resistido el paso del tiempo. Sus fundadores tuvieron la claridad y la determinación precisas para crear este colectivo en una etapa social y política muy convulsa. Eran momentos en que no bastaba con hacer cultura: había también que normalizar el país. Y, en honor a la verdad, albergó desde sus inicios asociaciones sindicales prohibidas durante el franquismo.
Cuando haya que contar lo que sucedió en la historia de Cieza a finales de los años sesenta es probable que no vayan a valer sólo los acontecimientos más o menos noticiosos de la época, porque el trabajo de unos cuantos fue entonces una pequeña revolución trascendental. Y es que la labor del ateneo vino a mostrar que trabajaba gente mayor y gente joven como si viviesen en un país de veras moderno.
La celebración alcanza a cuantos intervinieron en la forja de esta asociación, pero es justo concretarla en Ana López 'Chichi', Carmen Pérez Costa, Jerónimo Miralles y Paco Juliá 'El Wuey', Pepe el Nano, Antonio el Tropezón, María Pilar López, Pepe Nicolo y Paco Juliá, entre otros. El caso es que cincuenta años de vida cultural dan para mucho, se llamen éxitos, vicisitudes, sorpresas e incertidumbres. No faltaron problemas con las autoridades de la dictadura, o para mejor denominarlos serios disgustos en forma de multas y cierres del local.
Recorrer sus archivos es evocar los principales acontecimientos del club de las últimas cinco décadas. A los responsables de la organización de la exposición, Pepe Marín les agradeció que hayan sido capaces de montar este complejo muestrario de documentos, fotografías y estampas que se exhibirá hasta el próximo 4 de febrero. En este recorrido por la historia del club hay sitio para la añoranza y el recuerdo y, desde luego, para sus protagonistas más queridos y añorados.
Por lo demás, la inauguración transcurrió con el ir y venir de visitantes que aprovecharon la mañana para ver un legado nunca antes visto. Y es que se preparó un acto a modo de encuentro de viejos y nuevos amigos del Club Atalaya, con una amplia exposición fotográfica y documentos, acompañado de un pequeño concierto de la banda eléctrica de los antiguos 'Jaguars'. Este encuentro concluyó con un aperitivo-almuerzo de gastronomía local.
Después de una fructífera trayectoria cultural, y tras haber desempolvado muchos recuerdos para organizar una exposición conmemorativa, el espectador sigue topándose con páginas del club que deslumbran. Y en esta sociedad de la información de nuestros días se abarca mucho, pero se corre el peligro de condenar al olvido algunas herencias que se podrían perder para siempre.