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Adolfo Barrena Salces.- Acababa de empezar el mes de febrero de 1980. Hacía 5 años que Franco se había muerto, hacía un poco más de dos meses que se había celebrado el primer aniversario de la Constitución. La radio, y la tele, y la prensa (incluida la internacional) nos decían que España ya era un país democrático.

Habíamos tenido las primeras elecciones municipales (Abril de 1979) y estábamos en la 1ª legislatura. La democracia, nos decían, ya había llegado.

Un día como hoy, 1 de febrero de 1980, los pistoleros fascistas volvieron a decirnos que no. Que seguía siendo necesario luchar por la democracia y la libertad. Yolanda González, una joven estudiante de 19 años, fue secuestrada y asesinada por un comando fascista vinculado al partido ultraderechista Fuerza Nueva.

Yolanda era una víctima más de esa "modélica transición" que tantas veces nos han vendido. Yolanda, como había pasado con Arturo Ruiz, con Mari Luz Nájera, con los abogados de Atocha, con los trabajadores asesinados en Vitoria, con las más de 40 personas asesinadas por "grupos incontrolados", con las más de 50 víctimas de la represión policial de aquellos años, fue una víctima inocente de la lucha contra el franquismo que se resistía al cambio y a la pérdida del poder.

Nunca olvidaremos aquellos años que vivimos, en los que el miedo se sentía por las calles. La transición no fue esa cosa que nos cuentan. La violencia salvaje y asesina estaba en las calles. No se había desmontado el aparato represor del franquismo y eran los mismos franquistas represores quienes mantenían el poder en las fuerzas y cuerpos de seguridad y en el aparato de la justicia.

Sabíamos, y lo sabían ellos, que la lucha se daba en la calle, que en la calle se organizaba la resistencia popular, que en la calle se reclamaba amnistía y libertad.

Por eso el franquismo violento, los pistoleros de la ultraderecha sembraron de muerte y terror las calles. En las calles se defendían las más importantes reivindicaciones. Por eso, aunque fuera a sangre y fuego, aunque hubiera asesinatos, había que mantener el orden en las calles. El orden era sinónimo de transición tranquila, de no molestar demasiado, de tolerar lo justito a rojos y rojas.

Bien sé que nos movemos en unos tiempos difíciles, pero sé que es necesario tener memoria y recordar, con esa rabia contenida de tantos años, a quienes como Yolanda, Arturo, y tantos/as otros y otras, se dejaron la vida por la libertad.

#memoriademocrática

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