Patricio Hernández Pérez.- Este domingo, al fin, comenzará la vacunación contra la Covid-19 en España y en toda la Unión Europea. El Reino Unido y los Estados Unidos ya la han iniciado. Negacionistas aparte, no hay muchas dudas entre los expertos de que la vacunación de la mayor parte de la población es la vía para detener la pandemia. El gobierno confía en que al final del verano esté vacunado el 70% de la población, y el resto antes de fin de año. En realidad es todo el mundo rico el que se dispone a ser vacunado. Pero, ¿qué pasa con el resto, con los países empobrecidos? Según la Fundación Salud por Derecho, nueve de cada diez personas en más de 70 países pobres no tendrán acceso a la vacuna contra la COVID-19 en 2021. Y algunas predicciones hablan de que hasta 2024 no habrá suficientes vacunas para todo el mundo. De momento, el 14% de la población, que vive en paises ricos, tiene reservadas más del 50% de las vacunas que vendrán, de forma que su población se podría vacunar tres veces (en el caso de Canadá, hasta cinco veces).
Los países ricos están acaparando las vacunas producidas, más allá de sus necesidades reales, y vamos camino de una "brecha de inmunización", como ya ocurre, por ejemplo con la hepatitis B, una grave enfermedad que en 2015 sufrian 257 millones de personas, y de la que existe vacuna preventiva desde 1982 en los paises ricos, pero para el año 2000 menos de 10% de los ciudadanos más pobres del mundo habían tenido acceso a ella. Esta injusta distribución y el acceso desigual a las vacuns sólo refleja el tipo de orden que impera en el mundo, donde domina la producción de medicamentos una poderosa industria farmaceútica privada que defiende sus enormes beneficios antes que la salud de las personas, con la connivencia de los gobiernos de estos países más ricos. Una iniciativa de India y Sudáfrica defiende que los derechos de propiedad intelectual en torno a las vacunas contra el coronavirus sean suspendidos. Y tiene el apoyo de 100 países, además de varias agencias de la ONU, el Parlamento Europeo y centenares de ONGs. Así, Médicos Sin Fronteras defiende que “la vacuna de la COVID-19 no debe ni puede entender de patentes ni de beneficios de las farmacéuticas. Se debe anteponer la salud y la vida de las personas". Pero no prosperará por la oposición del mundo rico. Un estudio de la Northeastern University de Boston del pasado septiembre demostró, sin embargo, que si la vacuna se repartiese equitativamente por todo el mundo, la mortandad sería la mitad de la que se va a producir si los países ricos se hacen con los primeros 2.000 millones de vacunas, como está ocurriendo.
Este es el mundo en el que vivimos. Y a nosotros nos ha tocado el lado bueno. Pero debiera levantarse un clamor moral entre los privilegiados de la Tierra para salvar vidas humanas, la de nuestros prójimos, que es un objetivo técnicamente posible. Quizás ahora que llega la Navidad y que -seamos o no creyentes- nos ponemos oficialmente receptivos y sensibles, podríamos aprovechar para pensar en esto y después hacer algo. ¿Qué les parece?
Fuente: Comentario del autor extraído de su muro de facebook.
