Adolfo Barrena Salces.- Es algo inevitable, todo el mundo (yo incluido) en estos días deseamos a nuestra familia, a nuestros amigos y a nuestros compañeros, los mejores deseos.
Yo, ateo impenitente, jamás hablo de navidad (siempre felicito el solsticio de invierno), jamás (soy republicano irredento) cito a los reyes magos y no me creo (soy racional) esas cosas del nacimiento resultado de un embarazo en el que intervino una paloma.
Pero la cosa está tan extendida, tan edulcorada, tan manoseada y tan mercantilizada que hoy, que no me da la gana hablar del discurso del preparado, ni del COVID, ni de las colas de camiones por el Brexit, dedico este post a uno de los temas estrellas de estos días.
Nada diré de esos belenes que nos pintan paisajes nevados en Belén, o en Nazaret, que las leyendas no se ponen de acuerdo.
Pero si me apetece hablar del mito de los reyes magos. Si uno lee los evangelios, tan solo hay uno de los cuatro conocidos (el de mateo) en el que se hace referencia a "unos magos que llegaron siguiendo una estrella y le regalaron a la criatura oro, incienso y mirra". No dice cuantos eran, ni como se llamaban, ni de donde venían.
La primera referencia conocida de que eran Reyes y no Magos, se encuentra a partir del S III, después de cristo. Tertuliano, uno de los padres de la iglesia, dice que son reyes y no magos. Como padre de la iglesia que era empezó a barrer para casa. La magia se asociaba a la brujería y claro, el santo niño, además definido con hijo de dios, no podía ser agasajado por "brujos", sino por "reyes".
Los reyes pudieron ser 4, 12, 2 o 17. Se acabaron fijando en 3 porque el 3, para el cristianismo, es número importante. Ya saben ese misterio inexplicado e inexplicable de la santísima trinidad, eso del padre, el hijo y la paloma.
De hecho, la primera imagen conocida de que eran 3 es del S VI y la encontramos en los mosaicos de la Iglesia de San Apolinar, en Rávena (Italia). Aparecen 3 y están sus nombres, pero obsérvese que no lleva corona ninguno y que los 3 son blancos.
Al buen Baltasar le cambian el color a partir del S XIV cuando, gracias a los viajes de exploradores, descubridores, evangelizadores y demás variables de conquista y explotación de pueblos, se dieron cuenta de que había otros continentes y que había personas negras.
La iglesia, que siempre ha tenido muy buen ojo para estas cosas del marketing, vio necesario reforzar su universalidad y hacer ver a las otras razas que la cosa del salvador era para todo el mundo. Así que Baltasar fue negro y ya, de paso, como ya se conocían, se incorporó a Gaspar como para representar al continente asiático y se mantuvo a Melchor como el europeo.
Llegó a haber debates entre los mandamases de la Iglesia de si había que añadir un cuarto cuando se descubrió América, pero ya estaba consolidado lo de 3 y no pasó de ahí la cosa.
Luego ya saben, para universalizar estas fiestas dedicadas al consumo, nos llegaron Santa Claus, Papá Noel y el Corte Inglés.
Pero bueno, ahí están los reyes. No me extrañaría nada que viendo lo que son los reyes por estas tierras, para salvar esta imagen de gente buena que son los 3 que, cada 6 de Enero, dicen que nos visitan, les vuelvan a cambiar el nombre y les quiten lo de reyes.
Con todo, felices días y mis mejores deseos de que este puñetero año deje paso a uno que sea mejor.
Un abrazo y recuerden que es más importante salvarse Vds mismos que ese invento tejido alrededor de una criatura que, dicen, nació en un pesebre al lado de un buey y una mula.