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Adolfo Barrena Salces.- Si pasas de Aragón a Francia, por el túnel del Somport, entras en los Pirineos Atlánticos y, al poco tiempo, llegas a Oloron-Sainte Marie. Un poco más adelante, a unos 15 Km, podrás ver una zona con robles. No es un bosque natural, son los árboles que a mitad del siglo pasado plantó la administración francesa para intentar tapar la vergüenza de un campo de concentración.

En ese bosque estuvo, y está aunque hayan intentado borrarlo, el campo de Gurs.

Se levantó, deprisa y corriendo, en 1939, apenas unos días después de que el fascismo que representaba Franco, diera por concluida la guerra que había propiciado con su golpe de estado contra República.

Contaban las autoridades francesas de aquellos tiempos que Gurs era un campo de “refugiados” para quienes, después de haber luchado contra Franco, habían sido derrotados, para quienes tuvieron que huir del régimen franquista por ser republicanos o republicanas, para quienes habían quedado sin futuro posible, para quienes sabían que serían perseguidos o perseguidas por sus ideas de libertad, por su compromiso con la democracia.

Gurs sirvió para detener a gudaris, a combatientes de las brigadas internacionales, a milicianos, a familias enteras por el mero hecho de huir de la barbarie franquista.

Los primeros “habitantes” de Gurs eran combatientes contra Franco, militantes de partidos republicanos, del PSOE y del PC, todos eran perdedores de la guerra

Posteriormente, cuando los nazis invadieron Francia, Gurs sirvió, también, para encerrar y clasificar a comunistas, gitanos, malhechores, y judíos como estación intermedia camino de Auswitch.

Gurs era un lodazal en invierno, los barracones eran de sencillas tablas que no aguantaban la lluvia ni protegían del frío. El único calor era el que podían darse las personas hacinadas en su interior, mal alimentadas y peor vestidas.

En Gurs no había alambradas electrificadas, pero había alambradas que separaban, que rompían familias. No había torres desde las que ametrallar prisioneros/as, pero había guardias armados que continuamente controlaban a las miles de personas condenadas a vivir el hambre, la miseria, las ratas, las infecciones.

En Gurs no había cámaras de gas, la gente moría de hambre y de frío.

Por Gurs pasaron miles de personas, las cifras oficiales hablan de 63.929, de ellas más de 25.000 fueron españoles y españolas y más de 6.000 brigadistas internacionales. Eso es la historia, lo que deberíamos conocer, pero como todo lo que tiene que ver con la memoria democrática se intenta tapar, con bosques como en Gurs, con silencios como en este país.

Hoy he visto la historia contada por quienes vivieron esa pesadilla. Hoy he visitado la exposición “Retrato de un campo de internamiento”, son los dibujos y acuarelas que artistas que pasaron por Gurs han dejado como testimonio vivo de lo que allí hubo. La exposición está en el IAACC Pablo Serrano, en Zaragoza y puede visitarse hasta el 28 de febrero.

Los dibujos, que gracias a la Fundación Elsbeth Kasser y al buen trabajo de Fernando Yarza y su grupo, han llegado a España por primera vez (merece una reflexión el porqué ha tardando tanto, pero lo dejo para otra ocasión).

Hoy, todavía emocionado, con la lágrima a punto de salir, quiero hablar de lo que he visto. Los dibujos, las acuarelas, realizados en las precarísimas condiciones que imaginamos,  te hacen sentir el barro húmero que se pega a los pies, el frío que te encoge, los huesos que el hambre hace asomar en pieles casi traslúcidas, el hambre infinita, la muerte que acompaña, las despedidas de quienes serían asesinados/as, la violencia de guardianes,  la despersonalización forzada por el hacinamiento, el valor de la organización en esas duras condiciones, los intentos por seguir siendo personas, el rostro frío de la muerte, el cariño de una madre,…

Hay, también, dibujos de niños que dan un toque de color distinto del gris que predomina.

Todos ellos obras preciosas, detallistas, muy vivas y reales. Dibujos y acuarelas realizados como si fuesen una crónica de la vida en Gurs. Imágenes muy similares a las que nos enseñan, y reiteran de los campos de concentración y exterminio nazis pero que aquí, al igual que con los campos de concentración franquistas que hubo en España, se disimulan o silencian.

El “Retrato de un campo de internamiento” enseña otra cosa fundamental. Todas sus imágenes reflejan, además de la escena que representan, la dignidad de quienes nunca, ni en ese infierno, la perdieron.

Los robles disimulan, pero no callan la voz ni la conciencia. Gurs es una lección de la historia, es un ejemplo de lo que nunca debió pasar. Lamentablemente hoy, 80 años después, seguimos viendo personas obligadas a marchar de sus casas, huyen de la guerra, del  miedo y exactamente igual que hace 80 años, los “acogen” en campos, como hicieron en aquel campo que hoy quieren tapar con robles. Hoy hay, desgraciadamente, muchos otros campos de Gurs en ellos malviven miles y miles de personas que, como los republicanos de este país, huyen de sus casas para salvar la vida.

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