Adolfo Barrena Salces.- La vida y la muerte nos pertenecen, una y otra son algo personal, intransferible e indelegable. Desde el mismo momento que nacemos empezamos a vivir, empezamos a recorrer un camino que, indefectiblemente tiene la muerte como llegada. La vida, como fenómeno natural, está compuesta por ciclos y etapas, por vivencias, por momentos, por actos. Lo último que haremos todos y todas será morir. Lo haremos porque hemos vivido. Aunque parezca una paradoja, solo muere quien vive.
Para estar vivo o viva hace falta querer vivir. Vivir es algo más que estar vivo o viva, vivir no es no haber muerto. Vivir es comunicar, relacionarse, soñar, amar, discutir, compartir,…. Vivir es tener una vida digna, es tener unas condiciones que valga la pena vivirlas.
Morir dignamente es más que morir libre de dolor, es más que disponer de los analgésicos y tranquilizantes necesarios, poder morir dignamente es el último derecho que debemos y que podemos ejercer. Pero esto no lo entienden miserables y canallas que definen esta ley como una forma de ahorrar gastos, como una máquina de matar. No lo entienden quienes, escondidos tras sotanas, desde los púlpitos, convocan ayunos y vigilias.
La derecha, como siempre, con ese estilo vil, ruin y despreciable de quienes carecen de empatía, confunde el derecho a la vida con la obligación de vivir porque además de canallas y miserables son un atajo de mentirosos y mentirosas. La ley de la eutanasia no obliga a nadie a suicidarse, pero sí permite hacerlo a quienes deciden que no quieren vivir porque, señores y señoras de la derecha, no se suicida quien quiere morir, se suicida quien ya no quiere vivir.
Celebro mucho la Ley de Eutanasia. Nos deja ser libres hasta el final.