Adolfo Barrena Salces.- Son el conjunto de mecanismos y efectos especiales que facilitan los cambios de decorado en una obra de teatro.

También, en su segunda acepción, el diccionario nos dice que es la parte que queda oculta en un asunto o negocio.

Una tragedia es una obra en la cual los personajes se enfrentan a situaciones, o fuerzas misteriosas, que operan contra ellos y que, al final, causan su destrucción.

Dirán que me pongo dramático. Pues un poco sí, que quieren que les diga. Un drama es la representación de un conflicto.

Y lo que estamos vivienda estos días es el conflicto, nada nuevo por otra parte, entre economía y salud. Ya saben, se trata de "salvar la Navidad". Por eso, azuzados por ese llamamiento al consumo que es el Black Friday (recurrentemente utilizado por muchos que están preocupadísimos por el castellano), por la permisividad de los Gobiernos que dejan abrir el fin de semana (otra cosa es el derecho al descanso y a la conciliación de la vida familiar y social de los malpagados trabajadores) y por el buen tiempo (aunque se siga negando el cambio climático), pues la gente, ciertamente con mascarillas, se echa a la calle, llena las aceras, las terrazas de los bares, los centros comerciales, rompe los grupos burbuja  y disfruta de todas esas luces de colores que los ayuntamientos ponen en las calles para cambiar el decorado.

Eso sí, los mensajes oficiales siguen siendo llamada a la responsabilidad, al tener cuidado, al salir lo menos posible de casa,...

Pero la tramoya funciona, las luces, los belenes, las campañas navideñas, los repetitivos anuncios de rebajas y más rebajas, le dan a las calles otro aire, ayer oía en la radio a una buena señora decir que "ya se respiraba la navidad".

Volvemos al drama, estamos en el tercer acto de la obra. Nos llegó el bicho y nos pilló de sorpresa. Miedos, sanidad saturada, miles de contagios, miles de muertos, la economía echa migas, el paro, las peticiones continuas de ayudas a quienes lo pasaban mal, a los comercios que tenían que cerrar, a los bares que no podían abrir, a quien sufría porque el turismo se había acabado. Ese fue el primer acto. Cambió el decorado y se decidió "salvar el verano". la tramoya volvió a funcionar, el sol, el buen tiempo, las cervezas, la playa, llenar el Pirineo y los pueblos,.... Fue el segundo acto. Así se abrió el telón del tercer acto del drama. La segunda ola, el repunte, la saturación de la sanidad, la semipresencialidad en los colegios, los pcrs, vuelta a cerrar los bares, vuelta a resentirse la economía, vuelta a pedir más y más ayudas. Se cierra el tercer acto cuando, afortunadamente, la curva vuelve a bajar, pero el puñetero bicho por ahí sigue. Y, como dicen en mi pueblo, "vuelta la burra al trigo".

Es verdad que hay luces por las calles (las del centro, a los barrios no llegan), es verdad que la gente se lanza a las calles, es verdad que los Ikeas, Carrefoures, Hipercores, Puertos Venecias, Outlet de Pikolin, y demás templos del consumo, hacen negocio.

Pero...., ¿Ya tenemos reforzada la sanidad pública?, ¿ya tenemos el profesorado necesario para desdoblar las aulas?, ¿ya están las vacunas?

Esta es la parte oculta que la tramoya disimula, es la parte oculta del asunto, o del negocio.

Bueno, pues nada. Ahora, vuelve a abrirse el telón para el siguiente episodio. ¿Hacemos apuestas a ver como se cierra?