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Afloran las tensiones reprimidas en un Gobierno de coalición bajo asedio Featured

Iglesias trabaja para rearticular la mayoría de la investidura y Sánchez sigue abierto a Ciudadanos.

Enric Juliana/La Vanguardia.- El día en que Joaquim Torra destituyó a Àngels Chacón, la consejera catalana encargada de las relaciones con el empresariado, se oyó un leve crujido en el endiablado tablero español. Un chasquido. Los buenos jugadores de ajedrez saben que una tontería con un peón puede cambiar el signo de una partida. Sin ser consciente de ello, el presidente vicario de la Generalitat estaba favoreciendo la aprobación de los presupuestos generales del Estado del 2021 y la consolidación de la legislatura española, que él tanto deseaba desestabilizar. Día 3 de septiembre del 2020.

Torra no se dio cuenta. David Madí, sí. El principal consejero aúlico del gen convergente entendió de inmediato que el vicario estaba empujando al PDECat a los brazos del PSOE. Se consumaba la escisión en la familia convergente. Con la destitución de la consejera Chacón apenas quedaba margen para un acuerdo de última hora entre Junts per Catalunya y los convergentes que no quieren abdicar de todo su patrimonio. Una entente que Artur Mas podía haber favorecido. Carles Puigdemont estaba perdiendo el control. Cuatro diputados en el Congreso en vísperas de la negociación de unos presupuestos decisivos para el futuro de España iban a adquirir valor en el mercado de la política. Y con ese valor, el orgánico PDECat se sentiría capaz de acudir en solitario a las elecciones catalanas, con o sin acuerdo con el grupo disidente de la valiente Marta Pascal. Torra no se entero, pero Madí, sí. El juez Joaquín Aguirre y el teniente coronel de la Guardia Civil Daniel Baena también se enteraron, puesto que el titular del juzgado de instrucción número uno de Barcelona había ordenado pinchar los teléfonos de algunas de las personas señaladas como miembros del “estado mayor” del procés. Madí soltó un improperio referido al intelecto de Torra. Palabras gruesas. Así consta en el sumario.

En Moncloa también se enteraron. A lo largo del verano, el equipo de Pedro Sánchez había decidido dar prioridad a la negociación con Ciudadanos, pese a las reticencias de Unidas Podemos. Uno de los hombres del presidente, Félix Bolaño, llevaba semanas intentando desbrozar un acuerdo presupuestario con el diputado Carlos Cuadrado, el interlocutor designado por Inés Arrimadas. La entrada en escena del PDECat fue recibida con interés. Esos cuatro peones podían valer su peso en oro en la espesa partida de ajedrez en curso. Podían reforzar el marco pactista, atraer a Esquerra Republicana a la mesa de negociación, favorecer la posibilidad de un acuerdo muy amplio y reforzar un bloque centrista en el Parlamento en los meses venideros: la plataforma de los

140. Más adelante hablaremos de ella.

A principios de septiembre, Gabriel Rufián, portavoz de ERC en el Congreso, no tenía muy claro que su partido entrase a fondo en la negociación. Admitía que en la ejecutiva de ERC sólo hay un tema: cómo ganar las próximas elecciones catalanas; mejor dicho, cómo no perderlas, cuando todas las encuestas dicen que vas a ganar. Aún era pronto, decía, para valorar el movimiento del PDECat. La política catalana giraba entonces alrededor de la inminente inhabilitación de Torra y los rebrotes de la epidemia parecían bajo control: el foco principal estaba residenciado en Madrid. Al cabo de un mes, el marco ya había cambiado. La palabra “gestión” se convertía en la nueva divisa del dividido gobierno catalán ante un creciente malestar social. Ha reaparecido el català emprenyat. La negociación del presupuesto estatal ganaba interés para Esquerra a medida que la situación sanitaria de Catalunya empeoraba y la gestión de algunos de sus departamentos flaqueaba. ERC, el partido más inseguro de Europa occidental, necesitaba que le ayudasen a aterrizar en la negociación estatal. Pablo Iglesias y Arnaldo Otegi lo vieron.

El diagnóstico de UP: El temor de Iglesias a ser paulatinamente orillado

Iglesias empezó el curso convencido de que el PSOE quería forzarle a aceptar un pacto presupuestario con Ciudadanos con vistas a una paulatina modificación de la geometría política. El vicepresidente segundo estaba convencido de que el PSOE proyectaba entregar la presidencia de la Comunidad de Madrid a Ciudadanos, con una moción de censura que tendría todo el apoyo de Más Madrid, el grupo matriz de Íñigo Errejón, moción a la que, evidentemente, Unidas Podemos no podría dar la espalda.

Iglesias veía una operación de largo alcance para reflotar electoralmente a Ciudadanos, con el objetivo de expulsar a UP del Gobierno en la próxima legislatura. En consecuencia con ese diagnóstico, el líder de Podemos empezó a trabajar a fondo para que los presupuestos del 2021 fuesen aprobados por la mayoría parlamentaria que dio la investidura a Sánchez en enero de este año.

La pista de aterrizaje de ERC sólo la podía la podía asfaltar Bildu, formación con la que ERC mantiene amistad y alianza. Otegi es un dirigente con mucha determinación. Sólo un hombre así podía acompañar políticamente el proceso de desaparición de ETA, sin ramalazos violentos, como los que tuvo el final del IRA irlandés. Otegi quiere que EH Bildu, con el apoyo del influyente sindicato ELA, sea la ERC vasca. Evidentemente, esa perspectiva no le hace ninguna gracia al Partido Nacionalista Vasco. La decisión de Otegi de anunciar el apoyo de Bildu a los presupuestos pocas horas antes de que se votasen las enmiendas a la totalidad allanaba el camino de ERC pero tenía otros objetivo: tensar la cuerda con el PP y expulsar a Ciudadanos del perímetro del acuerdo. Iglesias, siempre impulsivo, quiso coronar el peón avanzado. En un tuit pidió dama: “El bloque de la moción de censura está llamado a asumir la responsabilidad de la dirección de Estado”, escribió el pasado 5 de noviembre. Y se armó la de Dios es Cristo.

La batalla de Díaz Ayuso: La hipótesis de una moción de censura en Madrid

No vayamos tan deprisa. Regresamos a la Comunidad de Madrid. La presidenta Isabel Díaz Ayuso y su Pigmalión, Miguel Ángel Rodríguez, vieron en septiembre lo mismo que Iglesias: el PSOE estaba dispuesto a entregar la presidencia de la Comunidad de Madrid a Ciudadanos para cimentar un bloque político central. Ignacio Aguado, presidente, rodeado de consejeros del PSOE y de Más Madrid. Esa hipótesis ayuda a explicar las fortísimas tensiones que se han vivido en la capital de España a medida que el rebrote de la epidemia se agravaba. Alarma sanitaria, pero también, alarma política. El Gobierno central quería marcar muy de cerca a Díaz Ayuso y esta acentuaba su comportamiento trumpiano para atraer a los electores de Vox, con una clara advertencia a Ciudadanos: antes de que se presente una moción de censura, soy capaz de adelantar elecciones y aplastaros. En estos momentos, con una clara mejoría sanitaria en la Comunidad de Madrid, la moción de censura parece una hipótesis bastante lejana. Aguado no soportaría tanta presión.

(La libertad de los presidentes de las principales autonomías para disolver y adelantar elecciones convierte la política española en una partida de ajedrez sólo apta para Bobby Fischer y Garri Kasparov. La modesta España genera más complejidad política de la que su atribulada población puede llegar a asimilar).

Los barómetros del CIS: UP tiene un problema: sus electores quieren a Sánchez

Presupuestos con la mayoría de la investidura de enero y Ciudadanos sin ganas de meterse en líos en Madrid. Diríase que Iglesias es el ganador táctico de otoño. Siendo así, ¿por qué su empeñó de seguir marcando diferencias con el PSOE? Para responder a esta pregunta hay que consultar los últimos barómetros del CIS: los electores de Unidas Podemos están enamorados de Pedro Sánchez.

La política seguida hasta ahora por Iglesias y sus ministros de dar prioridad a la consolidación del Gobierno de coalición, dando poca publicidad a las discrepancias, ha generado una alta valoración de Sánchez por parte de los votantes de UP. Se trata de una adhesión sin duda alimentada por la agresividad con la que la derecha española ha acosado al Gobierno desde el inicio de la epidemia. En el barómetro de noviembre, los votantes de UP valoran a Iglesias con un 6,3 y a Sánchez con un 6,2. Los votantes del PSOE puntúan al presidente del Gobierno con un 6,2. El 52,5% de los votantes de UP expresan mucha o bastante confianza en Sánchez, porcentaje casi parecido al de los electores socialistas (52,8%). Estos datos ayudan a entender las tensiones que han aflorado esta semana en el seno del Gobierno. Iglesias no sólo quiere consolidar la mayoría de la investidura de enero, también quiere volver a marcar diferencias con el PSOE .

La fuerte entrada en escena de Bildu ha puesto nerviosos a los barones socialistas de la España interior. ETA ya no existe, pero el recuerdo de ETA aún está vivo, sobre todo en aquellas regiones en las que nacieron la mayoría de los policias y guardia civiles asesinados por el grupo terrorista. ETA ya no existe, pero en estos momentos ETA forma parte de la oferta de al menos tres plataformas digitales televisión, con las series, La línea invisible y Patria, y el documental El desafío: ETA. La sociedad española aún está metabolizando lo ocurrido y la política genera en estos momentos más ruido del que la mayoría de la gente, asustada por las consecuencias económicas y sociales de la epidemia, puede asimilar. Buscando visibilidad, Iglesias y su equipo han contribuido esta semana al ruido.

Escenarios de primavera: La plataforma de los 140 diputados virados al centro

Ciudadanos no apoyará los presupuestos, pero no se da de baja de la estrategia bisagra. Si Arrimadas mantiene esa línea, una vez aprobadas las cuentas, Sánchez podría tener a su disposición la plataforma de los 140. Ciento veinte diputados socialistas y más de veinte diputados de “centro”, con puntos coincidentes sobre la política económica (Ciudadanos, PNV, PDECat y regionalistas diversos). Con algo más de 140 diputados se puede intentar gobernar en minoría. Sánchez no rompería la coalición con UP, pero podría intentar corregirla. El presidente podría afrontar una remodelación del Gobierno una vez aprobados los presupuestos. UP puede presionar con la mayoría de la investidura, pero difícilmente puede amenazar con la ruptura. He ahí la clave.

En las próximas elecciones catalanas se verificará la viabilidad de Ciudadanos como fuerza autónoma, teniendo en cuenta que el PP podría verse superado por Vox. A Junts per Catalunya le ha entrado miedo y ahora quisiera aplazar la cita de febrero con la excusa de la epidemia.

Torra se comió un peón blanco sin saber lo que hacía.

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