Patricio Hernández Pérez.- En muy pocas ocasiones siente una persona a lo largo de su vida que estamos viviendo un momento decisivo, una de esas encrucijadas históricas en que se resolverá -en una u otra dirección- el signo de la época, un tiempo disruptivo que marcará significativamente el futuro. Los que no vivimos las grandes guerras mundiales no tenemos esa experiencia al tiempo personal y colectiva, biográfica e histórica. Tengo pocas dudas de que este es uno de esos momentos y de que lo que sea que venga estará radicalmente determinado por decisiones que se tomen ahora. Como en la vieja y conocida parábola indú de los ciegos y el elefante, nuestra ceguera unida a la abrumadora proximidad de los acontecimientos, en los que estamos plenamente inmersos, nos impiden calcular cabalmente la forma y el tamaño del paquidermo. Pero esto solo es parcialmente cierto: nos falta la perspectiva que da la distancia pero lo que está ocurriendo, esta policrisis de salud, económica, social, ambiental, etc., no es del todo inesperada. Al contrario, estábamos advertidos de las esperables consecuencias de nuestras acciones, pero no hicimos nada. ¿Lo haremos ahora, que las amenazas son enormes y están ya sobre nosotros? No podemos saberlo: todo está en el aire. Como ha dicho Edgar Morin, “el poscoronavirus es tan inquietante como la propia crisis. Podría ser tan apocalíptico como esperanzador. “Hemos entrado en la era de las incertidumbres”. “El futuro imprevisible se está gestando hoy”. Pero si tenemos alguna opción debe sustentarse en la aceptación de la idea de que algunas cosas importantes hay que cambiarlas radicalmente: el suicida modelo económico, el surgimiento de una nueva conciencia mundial de especie interdependiente, en la violenta y destructora relación con la naturaleza, en el cambio cultural que detenga el auge del individualismo, el consumismo, el cortoplacismo y la indiferencia moral, etc. Y esto hay que hacerlo en poco tiempo pues el margen antes del desastre es mínimo. Y va a encontrar muchas resistencias entre los privilegiados de la Tierra y en las arraigadas ideas que conforman nuestras múltiples identidades (nacionales, de clase, de género, etc.) Nada menos que esto nos ha tocado vivir.