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Juan Pinilla: "Desde que hay subvenciones, los artistas han dejado de ser libres para convertirse en esclavos de los políticos" Featured

Henrique Mariño/Público.- Juan Pinilla (Huétor-Tájar, 1981) revela su "voz verdadera" y rinde homenaje a los trabajadores andaluces en Humana raíz (Mamita Records). Un disco de tributo a las plumas que admira, desde Rafael Alberti hasta Francisco Umbral, en el que este flamenco de izquierdas —premio Lámpara Minera en 2007— aborda su relación con la literatura y la política y carga las tintas contra la precariedad, la desigualdad, la deshumanización y la falta de ética.

Cantaor, investigador, traductor, entrevistador y, entre otras facetas, también columnista. ¿Por encima de todo, cantaor, o no debe haber nada ni nadie por encima de uno?

Por encima de todo está la persona. El ser que se cría dentro de unos parámetros familiares y de una educación musical y artística, pero también ética, filosófica y con cierta conciencia de la "clase oscura" en que nacimos, como decía Javier Egea. Es decir, de mi procedencia social, pues vengo de una familia trabajadora. Y todo está relacionado con el flamenco porque en mi casa mamé esa música y la lectura, lo que dio lugar a la escritura y al columnismo. Al final, todo esto viene de mi afición por la lectura de Paco Umbral.

No te olvides de la leche que mamaste ni de la cuna donde naciste.

Exactamente. Todo está relacionado, porque primero va la persona, como decía Saramago. Quien es artista es, aunque el ciudadano no se puede quedar atrás. Tanto Saramago como Egea afirmaban que primero eran personas y después, escritores. Yo soy una persona que canta, pero también me expreso escribiendo, porque es lo que aprendí en mi hogar.

La leche era roja.

Esa es la clase oscura en que nacimos, sin consciencia de naves hundidas.

Es licenciado en Traducción e Interpretación, pero estudió Derecho y Literaturas Comparadas. ¿Juntos o por separado?

Y un año de Políticas. Tardé tiempo en licenciarme en Traducción e Interpretación, pese a que saqué buenas notas, porque a los veintiuno había empezado a trabajar en La Opinión de Granada. Luego me enrolé en las compañías de flamenco y viajé por el mundo entero.

Sigue matriculado en Literaturas Comparadas, aunque abandonó Derecho.

No me interesan los títulos, sino algunos profesores y asignaturas. No quiero tener una carrera más, simplemente adquirir conocimientos y mantenerme mentalmente despierto, algo que me sirve a la hora de escuchar y de componer. Vi que Políticas era una porquería y me fui, porque solo se salvaba un docente. Ya tengo una edad para saber que en la universidad hay una mierda de profesores.

¿La otra política huele tan mal?

Imagínate… La palabra política está muy prostituida porque la ejercen personas que ven en ella el medio para alcanzar sus fines, cuando debe ser un fin en sí mismo por el bien global. Es decir, un instrumento para lograr una sociedad más justa.

No extraña que lo bautizasen como el cantaor intelectual.

Bueno, lo que ocurre es que esa palabra también está prostituida, porque hoy llaman intelectual a cualquiera.

Defiende el flamenco social y rechaza el sambenito del flamenco nacional, o sea, franquista. ¿Cree que, más allá de los aficionados, la sociedad todavía lo asocia al señorito, al españolazo o al tópico exterior del combo paella, toros y flamenco?

No creo que la sociedad española en general sepa qué es flamenco, ni el folclore de las diversas nacionalidades que conforman este país de países, desde Galicia hasta Catalunya, cuando ahí está la base de todo. España posee una riqueza increíble en cuanto a matices musicales y lingüísticos, algo que se refleja en el mundo del arte. La gente —en general, insisto— no conoce el flamenco, por lo que su opinión está absolutamente sesgada.

Incluso hay cierta progresía que lo identifica con valores nacionalcatolicistas, cuando todo lo social aboca a lo flamenco, como decía Rafael Cansinos Assens. Es una expresión de las clases populares más desfavorecidas de Andalucía —hoy felizmente extendida por el mundo entero— con una gran calidad musical, letrística y poética, como así lo sustentan los escritos, las investigaciones y las tesis doctorales. Por eso digo que la sociedad no sabe lo que es el flamenco.

¿Y qué es el flamenco?

Es una música, pero también una forma de ser, de sentir, de pensar y de vida que tiene que ver mucho con Andalucía, que es el paisaje y la tierra que lo crea. No lo trae ninguna raza ni cultura de otro sitio, sino que nace en los territorios de Al-Ándalus como consecuencia de ese crisol y amalgama de pueblos que pasaron por el sur de la península Ibérica. Si algo tiene influencia real en el flamenco es el legado andalusí.

Una música de músicas que toma préstamos del folclore creada por seres anónimos con la genialidad que solo tiene y otorga el pueblo, y ahí están Machado, Stravinsky o Manuel de Falla para corroborarlo. Andaluces y andaluzas, seres excluidos y apátridas, han sido capaces de crear —sin saber leer ni escribir— uno de los edificios musicales más interesantes del siglo XX. Esa es la magia y el misterio del flamenco.

La cultura, según usted, debe avivar los movimientos sociales. ¿El compromiso, sin arte, es panfleto?

Si no hay una mínima calidad detrás, no solo se queda en el panfleto, sino también en lo obvio, lo evidente y lo demagógico, por lo que se degrada mucho. Le ha ocurrido a grandes poetas, quienes —cuando escribieron sobre compromiso político— acabaron siendo panfletarios, pese a que otros muchos se salvan. Ahora en el flamenco sucede muy poco porque escasean la implicación y el compromiso social, aunque está repleto de historias épicas y gloriosas a cargo de gente con un alto grado de sensibilidad e implicación hacia el pueblo y lo común. Cantaores, cantaoras, bailaores, bailaoras e incluso humoristas de la ópera flamenca.

Todo fuese por pagar menos…

Claro [risas]. La ópera flamenca se la han atribuido a Miguel Primo de Rivera, cuando el gran contratista Vedrines se quejó en los años veinte de que la ópera pagaba menos impuestos que el flamenco. Entonces el dictador, en presencia de José Cepero, le espetó al empresario: "Pues llamadla ópera flamenca". Y así consiguieron pagar un 3% de tasas en vez de un 10%, que hasta entonces era el tributo correspondiente a los espectáculos de variedades.

La picaresca llega hasta nuestros días: Santa Comba, un pueblo coruñés que hoy no alcanza los diez mil habitantes, llegó a superar los cuarenta tablaos en 2007, por encima de ciudades como Córdoba...

Por no hablar de las peñas flamencas... [risas].

Volvamos al compromiso. Usted bucea en la historia y achaca el fomento del tópico peyorativo a la generación del 98 y, así, hasta hoy. Cuando, en realidad, el flamenco nació como grito.

O como catarsis. De hecho, algunas de las primeras coplas ya hablan contra el poder establecido, contra la situación de esclavitud en la que vivían los mas pobres —en aquellos años, el pueblo gitano—, contra las condenas injustas impuestas a los desfavorecidos y contra el poder del dinero. Cuando aluden a esa perversión, a que el dinero puede comprarlo todo, hay un mensaje político.

Precisamente, esto es suyo: "El flamenco es apartidista, pero eso no significa que sea apolítico. El flamenco está más cerca de la acracia. Y la acracia, evidentemente, está más cerca de la izquierda que de la derecha".

Bueno, eso lo escribí en la primera edición de Las voces que no callaron. Flamenco y revolución (Atrapasueños). He revisado el libro para la tercera —subtitulada Flamenco y rebeldía— y ahora lo explico mejor. No obstante, es verdad que los flamencos eran ácratas, pero se dieron cuenta de que vivían mejor en regímenes de libertades. En el siglo XIX cantaban a Torrijos el Valiente, al general Riego y a Mariana Pineda. O sea, por los liberales y contra los absolutistas. Posteriormente, el 90% toma parte por la Segunda República y muchos terminan exiliados.

Con los años hubo una tendencia política más marcada, si bien en sus inicios fue diferente. La conspiración del duque de Medina Sidonia o la revolución de Casas Viejas —aunque podríamos retrotraernos a sucesos acaecidos en el siglo IX— son revueltas más anarquistas que socialistas o comunistas, algo que responde a la acracia intrínseca del pueblo andaluz.

¿No cree que, a grandes rasgos, la falta de propiedad de la tierra espoleó al pueblo andaluz?

Por supuesto, es el germen de esas revueltas, porque entonces el 70% de la tierra pertenecía a muy pocas personas.

¿La tierra marca el carácter?

Sí. De hecho, la gente de Cádiz era más abierta porque el mar no tenía propiedad, lo que se refleja en el cante. Los de Jerez son más cerrados y los de puertos como Cádiz, más abiertos, porque tienen mucho que ver con el océano. Incluso las melodías gaditanas se tocan por arriba y las jerezanas, mucho más cerradas rítmica y armónicamente, por el medio. Por eso digo que el paisaje tiene tanta importancia en la gestación del flamenco y de sus diversos estilos.

Macandé vendía caramelos, pero no cobraba por cantar.

Es que no quería cantar.

Y mucho menos para el general Sanjurjo...

Ni muerto. Cuando se enteró de que estaba en Ceuta, lo quiso contratar y él no se presentó, porque decía que solo cantaba si estaba a gusto. Le dieron una paliza y lo desterraron en Marruecos, donde casi muere de inanición. Es el carácter de los flamencos irredentos, que no se venden ni se compran, como Tomás Pavón, Juanito Mojama o la Paquera de Jerez. Yo apelo a esa actitud, de una generosidad sin límites y de una limpieza de alma y de espíritu.

Macandé cantaba cuando vendía caramelos. O sea, hacía pregones —porque el flamenco está lleno de cantes de trabajadores—, como la Pompi, el Niño Gloria o Manuel Vallejo. Pobrecillo, porque Macandé era uno de los grandes cantaores y murió en un manicomio en 1947. Enloqueció porque su mujer era muda y le nacieron cuatro hijos que tampoco hablaban. Vivían en la miseria y, como no podía darles de comer, se le fue la cabeza. No hay nada grabado, pero yo conozco sus fandangos.

¿Por cante heredado?

El flamenco es un arte de transmisión oral y generacional. Al igual que yo de niño le escuché cantes a mi padre y a mi abuela, otros lo hicieron antes en las corralas de vecinos. Manolo Caracol fue el último que visitó a Macandé en el manicomio. Y de la misma forma que los discípulos se encargaron de recopilar y escribir los discursos de Sócrates, quien no había dejado nada escrito, los cantaores interpretaron el cante de Macandé. Quizás no eran las palabras exactas, pero sí el sonido, la intención y el pensamiento. Lo mismo ha ocurrido con el Loco Mateo, con Curro Dulce, con Silverio Franconetti...

Como la transmisión es oral, no existen criterios uniformes. Por eso nadie puede referirse al mejor cantaor de la historia: ¿quién sabe cómo cantaba Silverio, cuyo "grito hacía partirse en estremecidas grietas el azogue moribundo de los espejos", como decía Lorca? El único defecto que le puso una vieja gitana que lo escuchó era que tenía los pies muy grandes. Cantaba mejor que nadie en una época de voces finas.

Por eso el origen del flamenco no es gitano, sino del pueblo andaluz. O sea, cantaban los gitanos andaluces, porque en Alemania o en Francia los gitanos no lo hacían. No lo trajo nadie, si acaso los andalusíes. Y, como es un arte de transmisión oral, al final nos llega con aportaciones personales. ¿Cómo cantaba Tomás el Nitri? Pues Mairena se lo escuchó a los viejos y nos lo canta a su manera. ¿Manuel Molina? Nos llega a través de Vallejo y del Gloria. Etcétera.

Una labor de arqueología sonora.

Absolutamente.

Antes aludía a los flamencos represaliados. Muchos se resistieron y hasta combatieron el franquismo, aunque un capítulo aparte merecen los silenciados, quienes tuvieron que adaptarse a la dictadura para ganarse la vida o para no perderla.

Para no perderla, caso de José Cepero y tantos... Durante el franquismo no hubo flamenco. Resurgió un poco en los tablaos a finales de los setenta, porque antes era copla nacionalcatolicista. Era Lola Flores y Manolo Caracol, quien habiendo triunfado gracias a los esfuerzos de la generación del 27 —la mayoría republicanos y exiliados— tuvo que nadar y guardar la ropa.

De hecho, cuentan que Caracol lloró delante del Caudillo, a quien llamaba Su Excelencia, implorándole que le dejara abrir el tablao Los Canasteros. Tuvieron que sobrevivir y no los critico. Entiendo que muchos para subsistir y no perder la vida tuvieron que adaptarse a los nuevos tiempos. Como Juanito Valderrama, quien había combatido con la CNT, aunque coló en el régimen la canción El emigrante, dedicada en realidad a los exiliados.

Pese a todo, defiende las voces propias de Manolo Caracol o Juanito Valderrama.

¡Jolín! El flamenco no estuvo considerado y durante años se guardó en la intimidad. Había grandes mecenas, porque algunos señoritos tenían gusto y paladar. Los flamencos sobrevivían en las tabernas, en los colmaos, en las ventas y en las moscas. Así subsistieron hasta los sesenta y setenta, cuando empezaron los festivales y las peñas, porque el flamenco en el franquismo apenas existió.

¿Cree que su izquierdismo manifiesto le ha cerrado alguna o muchas puertas?

Me han perjudicado las personas sin criterio artísticos, porque me he encontrado en la derecha a gente con gusto que no evalúa tu procedencia política, sino que te contrata por tu trabajo o por un proyecto. Y, al contrario, en la supuesta izquierda a veces hay personas que precisamente censuran que estés comprometido políticamente. Ahí están Manuel Gerena y el Cabrero, quien no ha cantado en la Bienal de Sevilla desde hace treinta años. Cuando uno opta en esta vida, te arriesgas a que muchos te censuren, sobre todo si tienes proyección pública. Dentro de mi pequeña parcela, claro que la he sufrido —además de coacciones y amenazas— y me he caído de programaciones.

¿Esa supuesta izquierda es más papista que el papa: "No voy a contratar a este artista para que no me acusen de haber fichado a un rojo"?

¡Claro! La derecha no tiene los complejos del PSOE en la Junta de Andalucía. Nosotros nos hemos hartado de denunciar que solo trabajasen únicamente quienes tenían el carné socialista. Hasta el punto de que la gran bailaora Manuela Carrasco llegó a levantarse en una reunión y dijo delante de Manuel Chaves: "¿Qué pasa? ¿Acaso hay que tener el carné del PSOE?".

Lo mismo pasó en la Comunidad de Madrid con el Partido Popular. ¿Dónde están los gestores culturales que se han sacado una oposición? Totalmente silenciados. Ahora, con los escándalos de corrupción, han dejado trabajar un poquito más a los funcionarios, pero antes decidían los políticos. Aun así, desgraciadamente, sigue ocurriendo.

¿Cree que la izquierda gobierna o gestiona con miedo? Al menos, con miedo a pisar callos.

Cuando gobierna un partido a la izquierda del PSOE se nota muchísimo a nivel cultural, como puede verse en la programación de sus Ayuntamientos: es buena y variada, tiene gusto y criterio… Ahora bien, en un municipio debes gobernar para todos y a veces sí hay complejos.

Sostiene que las subvenciones han amordazado a los flamencos.

Desde el momento en que existen las subvenciones, los artistas han dejado de ser libres para convertirse en esclavos de la Administración. Una persona que necesita una subvención, que no se otorga por criterios artísticos sino políticos, deja de ser libre y se somete a esos imperativos. Entonces el arte se diluye y olvida su función primigenia: ser absolutamente independiente.

Y, cuando se vendían discos, ¿se impuso también la panoja? O sea, que por motivos económicos grandes cantaores se escoraron hacia el pop o al, digamos, flamenquito.

Seguro que tenemos en mente al mismo cantaor... Fue así, aunque no dejaron de tener cierta calidad cuando detrás de ellos estaban Vicente Amigo o determinados productores interesantes. Ha habido casos muchísimo peores, donde la prostitución ha alcanzado unos límites terribles. Ahora bien, yo no valoro ni apruebo el supuesto trabajo alimenticio. Creo que uno puede rebajar la cantidad, pero no la calidad en aras de una supuesta mayor accesibilidad al flamenco.

Tras la retirada del Cabrero, ¿con qué cantaor de denuncia se queda?

Con Paco Moyano y Manuel Gerena, los dos estandartes que quedan.

A Paco Moyano le siguieron dando "hostias democráticas" tras la muerte de Franco.

Estuvo en la cárcel, lo tenían fichado y fue torturado en la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol. En cambio, Gerena se libró porque tenía a mil personas en la calle coreando "¡amnistía y libertad!".

Enero de 1976. Teatro Lope de Vega de Sevilla. Como le habían prohibido actuar, salió a la calle y le dijo a la muchedumbre: "Me he encabezonado en cantar en mi tierra antes que en ningún sitio y voy a hacerlo".

La foto de Manuel Gerena cantando fuera del teatro es histórica. En todo caso, Paco Moyano es uno de mis maestros y referentes.

Al Cabrero es imposible entrevistarlo. Me comentaba Elena, su mujer, que él está a sus cabras.

No quiere, claro, pero habrá que insistir. Es una pena, porque ahora está malito.

Más allá de los cantores protesta y de los clásicos, ¿con quién se queda? ¿Hay algún personaje singular que le llame la atención, no solo artísticamente?

Me encanta Mayte Martín. Toda ella es un símbolo para todos los que queremos mantener viva la ética y la estética del flamenco. También me gusta la carrera de Rocío Márquez. ¿Alguien icónico? Quedan muy pocos. En Granada tenemos a la cantaora y bailaora María la Coneja, quien volvió loco a Gadafi. Le dijo: "Donde pones el ojo, pones la bala". Y el dictador libio le pidió entonces a los intérpretes que tradujeran lo que había dicho… La Coneja es una persona emblemática y muy querida por los artistas. Luego me tendría que ir al baile: Eva Yerbabuena y Manuel Liñán están escribiendo páginas importantes en la historia del flamenco.

¿Le parece una intromisión que Sílvia Pérez Cruz u otros artistas se adentren en el flamenco?

No, cuando lo hacen con calidad y con sentido. Lo que me parece una intromisión es que hablen de apropiación las asociaciones gitanas. ¿Cómo pueden decir que Rosalía se está apropiando de la cultura gitana? Para empezar, ¿qué es la cultura gitana? ¡Viva Andalucía libre, los pueblos y la humanidad! ¿Qué apropiación, cuando nosotros hemos utilizado la bossa nova, el jazz, los cantos suramericanos, los ritmos cubanos…? El flamenco es una apropiación de apropiaciones, la fusión de las fusiones más bonita y perfecta que existe en la música.

Como si lo acusasen a usted de apropiarse de Marx en sus tanguillos de Cádiz.

De Groucho.

¿Es más de Groucho que de Karl?

Yo soy marxista por ambas partes.

"La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados", decía Groucho y canta usted. ¿Hay algo que no quepa en el flamenco, porque ha recurrido desde Nietzsche hasta el Che Guevara?

Bernarda de Utrera decía que si sabes de flamenco y de compás puedes meter en el flamenco hasta la guía telefónica. Cabe todo, de hecho en mi nuevo disco, Humana raíz, incluyo una prosa de Paco Umbral. Ninguna novedad: el Lebrijano cantó a García Márquez en prosa y Enrique Morente, a San Juan de la Cruz.

De hecho, el guiño a Umbral ya se percibe en el título de la canción Mortal y rosa. Para usted, que ha ejercido el género, ¿quién figura en la cumbre del columnismo?

Umbral. Ahora hay gente joven y buena que me llama la atención, como Isaac Rosa, aunque Paco es una referencia. Valoro su genialidad absoluta, sus arrebatos líricos, su capacidad para escribir una crónica brillante cada día y que se le notasen sus estados de ánimo y, es decir, que no fuese mecánico. También me gusta con locura Cansinos Assens, pero viví muy de cerca a Umbral, porque a los doce años compraba El Mundo para leerlo a él, a Gabriel Albiac, a Antonio Gala, a Martín Prieto y a Raúl del Pozo.

En esa nómina también figuraba Javier Ortiz, quien había militado en ETA y, tras abandonar la banda terrorista, en el Movimiento Comunista de España, luego integrado en la Liga Comunista Revolucionaria.

Y Federico Jiménez Losantos [risas], quien también procedía de la extrema izquierda [militó en la Organización Comunista de España-Bandera y en el PSUC].

¿Incluiría a Antonio Burgos?

¡Joder! ¿Entre mis columnistas favoritos? Lo he leído y tal vez podría entrar solo por el flamenco. Recuerdo un texto suyo sobre un amigo cantaor: Sevilla se divide en dos, los que escucharon la saeta de Manuel Cuevas y los que no. Él es muy facha y muy señorito, pero luego le hace guiños interesantes a una izquierda no histriónica.

Ha musicado a Lorca, a Machado, a José Hierro, a Ángel González, si bien siempre reivindica a Javier Egea, fallecido en 1999 y relegado al olvido durante años: "Pequeñas almadías despobladas / sobre la espalda azul del exterminio".

Los he cantado a todos, pero reivindico a los poetas de Granada. La otra sentimentalidad, de Álvaro Salvador, Luis García Montero y el propio Javier Egea, para mí fue fundamental. Pretendo llevar a mi música las teorías de Juan Carlos Rodríguez Gómez, aunque luego la otra sentimentalidad se diluyó en la poesía de la experiencia. Los poemas de todos ellos, así como los de Ángeles Mora y Teresa Gómez, son esenciales.

Si puede resultar complejo llevar una poesía a una letra musical —aunque muchas letras musicales son poemas en sí mismas—, ¿todavía lo es más trasladarla al flamenco?

Mucho, porque el flamenco se rige por estructuras métricas populares. Hay una limitación clara, pero el flamenco tiene las claves musicales para hacerlo, el problema es conocerlas y saberlas utilizar. Yo —y antes otros muchos— he podido cantar en poesía y en prosa sin meter la tijera, es decir, siempre he respetado los poemas. Sería un atentado recortarlos para encajarlos y adaptarlos al cante, porque son obras de arte.

Estamos acabando la entrevista y de su disco no se ha hablado. Parafraseando a su querido Umbral, espero que no esté dispuesto a levantarse y a abandonar la mesa, porque habrá venido a hablar de su disco y no de lo que opine el personal.

Desde este domingo ya puede escucharse Andalucía, el primer single de adelanto, coincidiendo con el Día de Andalucía. Y el disco Humana raíz lo publicaremos el 14 de abril, aniversario de la proclamación de la Segunda República.

En el álbum cabe la precariedad, la falta de ética, la desigualdad y la deshumanización. También "los ecos que vencen a las voces". ¡Qué bella frase!

Está inspirada en un verso de Antonio Machado: "A distinguir me paro las voces de los ecos, / y escucho solamente, entre las voces, una". Humana raíz es el disco en el que saco mi voz verdadera, en el sentido de que son letras y composiciones mías o de gente muy cercana.

Hay un trabajo de introspección en Los cantes del currelo, donde rindo homenaje a los trabajadores andaluces, y también es un álbum de tributo a personajes tan heterogéneos como Juan Carlos Aragón —autor de comparsas y chirigotas del Carnaval de Cádiz—, a Rafael Alberti o a las puellae gaditanae, aquellas bailarinas de la antigua Gades en cuyas lápidas rezaba el siguiente epitafio: "Que la tierra sea tan leve sobre vosotras como vosotras lo fuisteis sobre la tierra". A Cádiz el arte de tan lejano le viene que hasta en los tiempos de Ulises bailaban por soniquetes.

También hago un autorretrato, a modo de personaje literario, sin caer en la biografía. Hablo de mi relación con la literatura o con la política y el flamenco, que siempre terminan en fiesta. Yo estudié Traducción e Interpretación para viajar y al final lo he hecho con el flamenco, que me ha llevado a sitios donde he visto a mujeres y a hombres cuyas voces me transportaban y me evadían. Es un disco, en definitiva, que refleja lo que me ha dado la música.

¿Qué vio en Bagdad?

Muchas de esas miradas siderales que me traspasaron, mencionadas en mis letras. Vi a jóvenes artistas y cineastas que ahora están fuera de la ciudad o han muerto en las trayectorias del Mediterráneo. Desde el hotel Sheraton escribí a Javier Couso mientras veía la metralla incrustada en el hotel Palestina, donde mataron a su hermano, el cámara José Couso. Como cuna de la civilización y del conocimiento, vi mucha cultura. En Al-Mutanabbi, la calle de los libreros, me compré El manifiesto comunista en árabe. Un lugar impresionante. En sus tiempos, Bagdad tuvo que haber sido una ciudad culturalmente brillantísima.

Le comentaron que el flamenco procedía de allí.

Y en Irán, en Sudán, en Bulgaria o en Cuba, donde un viejo centenario me dijo: "El flamenco le debe mucho a los cubanos, chico".

Ya la profesión era complicada y llegó el coronavirus, que retrasó un año la salida de su disco.

Por primera vez se creó un banco de alimentos de flamencos. Grandes artistas con premios nacionales y Giraldillos han vuelto a vivir en las casas de sus padres. Las ayudas han sido muy escasas —prácticamente, no ha habido— y lo peor de todo es que no hay alternativas. El sector está en la ruina más absoluta. El año pasado yo tenía programadas treinta actuaciones en los mejores teatros de España y, lógicamente, ahora he cerrado menos conciertos de presentación.

¿Deberían las administraciones facilitar la celebración de espectáculos culturales si se cumplen las medidas de seguridad necesarias?

Creo que se puede abrir la veda, porque no existen datos estadísticos de contagios en conciertos celebrados en recintos con el público sentado. Sin embargo, los Ayuntamientos han jugado un papel perverso, porque ni siquiera están programando actuaciones para finales de año. De ahí la ruina tan grande…

¿Cree que las administraciones se han olvidado de los artistas y de quienes están detrás?

Efectivamente, hablamos de un sector, porque además de los músicos hay que tener en cuenta desde el maquillaje hasta las luces. Representa el 3% del PIB español y el 4,4% del PIB de la Unión Europea, un porcentaje significativo. La pandemia del coronavirus se nos ha escapado a todos de nuestro conocimiento y de nuestra experiencia. Las respuestas de los Gobiernos han sido torpes, pero casi los excusamos, salvo a los que han antepuesto la economía a las personas. Yo no tengo reservas con los que han priorizado la salud o han cerrado los países para evitar que hubiera más muertos, aunque hay muchos sectores hundidos, como la hostelería.

Al final, la responsabilidad individual ha jugado un papel fundamental y creo que como sociedad no hemos dado ejemplo en algunos momentos puntuales. Ahora bien, insisto en que no han sabido ofrecer alternativas convincentes, por lo que la gente lo está pasando francamente mal y carece de expectativas, porque no sabemos cómo va a ser el futuro.

Si se venden pocos discos y apenas hay conciertos, ¿debería haber un rescate?

Deberían dejar trabajar a quienes tienen proyectos que aportar y pueden ofrecer otras vías. Durante la pandemia se ha consumido mucha música, pero el problema es que hay muchos flamencos que no están en el circuito digital. Artistas procedentes de barrios marginales que solo saben cantar, tocar y bailar para ganarse la vida —como han hecho siempre honradamente— ahora están desamparados porque no cotizaban y no han podido cobrar el paro ni otras ayudas. Es terrible… Y, mientras, los tablaos se han muerto de hambre.

Usted es portavoz de la Junta Estatal Republicana. ¿Verán sus ojos la Tercera?

Si los Borbones siguen ejerciendo de Borbones, sí.

¿Cómo se imagina a Podemos dentro de cinco o diez años? ¿Como la Izquierda Unida de los 17 o 21 diputados?

¿A Podemos o a Unidas Podemos? Yo me los quiero imaginar coherentes.

A Podemos.

 

Yo soy del Partido. O sea, del PCE. Pero me gustaría que siguiera esa conjunción de fuerzas con un objetivo común y, sobre todo, que fueran consecuentes con su pensamiento y leales a la gente que los vota.

¿Si tuviese que elegir entre leer, escribir o cantar…?

Cantar, porque significa escribir y leer.

Digamos que tiene que prescindir de escribir o de leer...

De escribir. La lectura nos hace libres, seres humanos conscientes, y sobre todo, sensibles. Leer te da una amplitud de miras para entender y para empatizar, algo fundamental para la democracia. Más que enseñarles a sumar y a restar, yo fomentaría entre los estudiantes —y entre la gente— la lectura. Hay muchas personas que escriben y piensan con faltas de ortografía porque no saben leer.

Fuente: https://www.publico.es/entrevistas/dia-andalucia-juan-pinilla-hay-subvenciones-artistas-han-dejado-libres-convertirse-esclavos-politicos.html

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