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Daniel Bernabé: “Hay una similitud entre las peticiones de los golpistas y las de determinada prensa” Featured

Conversación con el autor de 'La distancia del presente'.

Daniel Bernabé (Madrid, 1980) vuelve a la carga con un nuevo libro, La distancia del presente (Akal, 2020). Tras su obra más polémica, La trampa de la diversidad, este escritor se anima a echar la vista atrás y recorrer qué ha ocurrido en la década que transcurre desde 2010 hasta hoy. En este libro, el autor pone las luces largas y bucea por unos años de cambio que nos han construido y nos han hecho comprendernos formando parte de la historia.

La historia, a veces, se acelera y los hitos se suceden a un ritmo vertiginoso. Desde aquellas plazas tomadas por el 15M hasta las plazas vacías en la primavera de este año de pandemia; desde la caída de un Gobierno progresista, el de José Luis Rodríguez Zapatero, doblegado por la dura realidad de la anterior crisis económica, hasta el actual Gobierno de coalición, que ha de hacer frente a una de las situaciones sociales más difíciles que se recuerdan, la generada por la covid-19. Bernabé, a quien le hemos podido leer en este periódico, así como en La Marea, Público, RT o escuchar en Hora 25 de la Cadena SER, responde las preguntas de cuartopoder

-Hoy la izquierda mira con cariño a Zapatero, pero en el libro nos recuerdas pasajes como la remodelación del artículo 135 de la Constitución. De aquellos polvos estos lodos.

-Zapatero es un personaje que ha ganado con el tiempo. Su actividad como expresidente, en comparación con la de otros, como la de Felipe González, resulta menos hostil hacia la labor del Gobierno actual. Por otro lado, Zapatero tuvo una caída brusca. Al principio, despertó grandes esperanzas y creo que su primera legislatura es muy interesante de ver, se podría comparar con esta en algún aspecto, desactiva por completo la lucha social. Veníamos de un periodo agitadísimo, del 2001 al 2004, las manifestaciones contra la LOU, la guerra, huelga general, el Prestige... Se movilizó muchísima gente y llegó Zapatero y se paró aquello. Había muchas esperanzas puestas y su inicio fue muy potente, es cierto.

Luego, si somos estrictos a la hora de analizar lo que hizo, Zapatero es el Blair español. Es un Blair que llega ocho años después, pero aplica medidas muy similares en lo económico. El socioliberalismo llega a un punto en el que ya no apuesta ni por distribuir, es el mercado el que hace el trabajo y el Estado va donde no llega el mercado. Su final fue abrupto, una crisis de la que no es responsable pero su Gobierno no puso ninguna medida para contenerla, se apostó por el crecimiento inmobiliario. Se lo llevó por medio. Zapatero sí aplicó al principio unas políticas expansivas y es cierto que el país empezaba a salir de la crisis del 2008, pero cuando llega la crisis de la deuda, nos arrasa. Arrasa al país y al Gobierno, arrasa a nuestra propia soberanía. En la segunda semana de mayo de 2010, se ve claramente cómo el Gobierno es incapaz de hacer frente a un ataque especulativo internacional, sobre todo cuando la Unión Europea no nos apoya.

-Por aquel entonces, el 15M. Leyendo el libro, parece que no se te ha pasado el enfado todavía con el 15M.

-(Risas) Creo que he intentados ser, no sé si lo he conseguido, lo más justo posible. Hay cosas que no me gustan de la izquierda y los personajes que la componen, pero en este libro he intentado ser lo más justo posible. No quería que fuera un libro fuertemente opinativo, sino entrar a recoger de la manera más justa lo que sucedía. Si el 15M existió es porque había unas deficiencias en la izquierda en aquel momento. Por eso, quien recoge la frustración es este movimiento, que estaba construido con los mimbres que estaba construido.

En el libro, apuesto por analizar la influencia que tuvo el 15M en su momento. Es verdad que despierta grandes simpatías en algunos sectores de la población, pero también que no cambia el país. El PP sigue ganando las elecciones y obtiene la mayor cuota de poder político que ha logrado un partido en España. El 15M obtiene resultados a posteriori, pero no por sí mismo, sino porque la situación de inestabilidad y conflicto sigue creciendo. Es que ocurrieron muchísimas cosas en ese periodo.

También analizo que en el 15M, además del hecho en sí mismo, se dieron cita algunas contradicciones históricas en el progresismo. Aquellos sectores que habían estado al margen de la izquierda oficial, que en este país se podría representar en el PCE, IU y sindicatos, sorpassaron a esa izquierda. En Madrid, era más fácil que convocara una manifestación el Patio Maravillas que CCOO. Esto dio como resultado que dirigentes de esta corriente ideológica del progresismo apostaran por acabar con la izquierda y ser ellos quienes marcaran la agenda. En el libro, apunto algunos aspectos de los que el 15M adolecía, un componente más estructural que quizás vino luego con los partidos de la nueva política.

-En ese momento, había una fuerte agitación en las calles, después hubo un periodo en el que seguía creciendo la movilización social. Comparándolo con la actualidad, ¿qué pasa que llevamos un ciclo donde la movilización ha disminuido visiblemente?

-Hay un ambiente extrañísimo y, bajo mi juicio, muy preocupante. Por un lado, ha cundido un desánimo generalizado en la gente que compone la izquierda organizada. Creo que en algunos casos es justificado y en otros es una necesidad de demostrar que se tenía razón en la hipótesis de que la entrada en este Gobierno es de por sí negativa, que será un fracaso y que no se va a conseguir prácticamente nada. Por otro lado, es cierto que se están consiguiendo cosas en el Gobierno, aunque cuesta muchísimo sacarlas y lo que se consigue no tiene los resultados deseados, como por ejemplo en Ingreso Mínimo Vital, algo que se anunció a bombo y platillo. Habría que leer por qué no se obtienen resultados, el Estado y la Administración Pública están tan dañados tras estos 30 años de neoliberalismo que la mera aplicación de este ingreso es complicadísima de llevar adelante.

Por otro lado, hay una recomposición ideológica en la que nadie sabe muy bien a dónde ir o qué hacer. Está claro que Unidas Podemos, desde su apuesta por entrar en el Gobierno, está perdiendo apoyos. Sin embargo, lo cierto es que tampoco hay otra fuerza que esté ganando esa atención social. El partido de Errejón no sube, no hay ningún movimiento en la calle que concite simpatías a nivel masivo, ni siquiera el feminismo, que hasta hace poco era lo que más arrastraba, o incluso el ecologismo en los últimos compases del 2019... Veo que está todo paradísimo. También veo una estupefacción porque este año ha sido durísimo para todos.

Lo más positivo que veo es una cierta reacción del sindicalismo de clase, sobre todo en CCOO. Creo que el papel que ha jugado este sindicato en esta crisis, con su dirección, está mostrando que, al menos, es diferente de lo que habíamos vivido en las últimas décadas. Eso es positivo, pero, al mismo tiempo, pesan las inercias de que los sindicatos son malos. Es una cuestión interesante.

-En el libro, llegas a definir la situación que había en el 2012 o 2013 de "prerrevolucionaria". ¿En qué momento crees que estuvimos más cerca de tomar el Palacio de Invierno?

-Objetivamente en ninguno. Lo que quiero decir es que en esos momentos se daban las condiciones para que si hubiera habido una fuerza organizada, con capacidad de movilización social, dirigencia y autoridad, podríamos haber visto una caída del Régimen del 78. En el año 2012, sucede algo inédito. Hay dos huelgas generales en el país y mueven a muchísima gente. Además, había una gran cantidad de conflictos cada día. Ese año trabajaba en una librería y dejé de coger el autobús para ir de mi casa a la librería porque casi nunca conseguía completar el camino debido a las manifestaciones que había.

Había un movimiento potencialmente muy fuerte, pero no existía un factor que canalizara ese descontento hacia unos puntos muy determinados. Había una gran dispersión de reivindicaciones. Las direcciones sindicales, en ese momento, no sabían qué hacer con el enorme caudal de apoyo social que obtenían. Aún quedaba el 15M, con capacidad de poder convocar por redes pero que tampoco sabía qué quería hacer y cómo hacerlo, entre las asambleas y la toma de decisiones concretas había un abismo. Eso no se quería ver en aquel momento.

-Una década marcada por la corrupción, sobre todo del PP. Me gusta cómo en el libro señalas no solo a los corrompidos, también a los corruptores. Qué importante es eso también para el presente.

-Sí, porque parece que al final todo esto de la corrupción eran las maniobras inmorales de cuatro o cinco, y claro que eran inmorales, pero eran muchos más que cuatro o cinco y muchos más que la parte política del asunto, los conseguidores. Falta la otra pata, la pata empresarial. La corrupción en España es una transposición de los modos del franquismo a la democracia, en el franquismo las cosas se conseguían como se conseguían, y La escopeta nacional de Berlanga lo señala a la perfección. Lo que pasa es que en aquel momento no se le llamaba corrupción, era la forma normal de funcionamiento de aquel régimen político.

Eso se trasladó, como otras muchas cosas, tal y como estamos viendo ahora con el ejército, directamente al periodo democrático. El PP lo que hizo fue sofisticarlo hasta el punto de que había una trama organizada para el enriquecimiento del partido y sus dirigentes, pero eso era lo secundario, la razón primaria era que el capitalismo en España funcionaba de esta forma y los grandes contratos y obras públicas se licitaban pensando en los sobrecostes. De esta manera, las empresas desarrollaban un proceso de extracción de dinero público para sus intereses privados. Les molesta cuando se dice, pero gran parte del tejido del Ibex35 nace precisamente de la corrupción.

-Antes has comentado que en ese periodo del 2012 y 2013 había una ventana de oportunidad para que el Régimen del 78 cayera. Una de las piezas clave es la monarquía. ¿Está hoy pasando por sus peores momentos?

-Está ahora peor que nunca por una razón, Juan Carlos I, cuando suceden los hechos de Bostwana, vemos cómo la gran prensa señalaban al monarca de una forma muy clara, El País y El Mundo sacaron una portada muy similar, pero era un rey descendente, estaba al final de su reinado. Ya no era solo campechano, también tenía un cierto carácter pendenciero, se nos ha intentado vender que pasó de campechano al incontrolable, y lo era. Se saben anécdotas de desapariciones reales en las que el Gobierno no sabía dónde estaba el rey.

Lo que pasa ahora es que Felipe VI es un nuevo monarca, acaba de llegar, pero ya se ha visto envuelto en una situación que le es tremendamente negativa. Ahora decimos que la ultraderecha le utiliza, que es un rey de parte, que en el proceso independentista catalán adquirió un papel muy concreto... A la luz de los últimos acontecimientos, no sabemos si el rey está dejándose utilizar o toma estas posturas conscientemente, pensando que su reinado está amenazado y prefiere ser rey de parte que rey de todos los españoles. Esto es una apuesta de muchísimo riesgo, no solo para él y su Casa Real, sino para la estabilidad social de España. En esas estamos.

Desde luego que hay un problema. Ya no tanto las maniobras presuntamente ilegales que su padre llevó a cabo, el mayor problema estaría en que se demostrara que la Corona tenía un sistema de financiación muy parecido al de la Gürtel. Estaríamos hablando de un conseguidor que utilizaba sus influencias para llevarse una serie de comisiones por un trabajo que realizaba como jefe del Estado, por esa representación del tejido empresarial español en el extranjero. No lo sé, la Justicia tendrá que aclarar al asunto, si quiere, porque a la luz de los últimos acontecimientos la Justicia no pasa por el momento de mayor confianza que podamos tener en ella.

-Jueces, monarquía, militares... Las fuerzas vivas. Antes le has citado, parece que estamos en una película de Berlanga.

-El otro día, un amigo mío, de broma, me decía que por lo menos esto se entiende: van a caballo y llevan espada para entrar al Congreso como en el siglo XIX. En este mundo tan cambiante... Hasta ahora, siempre se nos había contado que el ejército había cambiado mucho, que la OTAN lo había transformado, que los mandos habían sido formados en democracia... A la luz de los últimos acontecimientos que estamos viendo, el ejército ha sido parte de una trama para derribar al Gobierno actual. Esto hay que decirlo con total claridad.

Esto no se resume en un chat de cuatro nostálgicos. Hace unas semanas explicaba en un artículo, simplemente haciendo una labor de recopilación de datos públicos, que lo que hemos vivido estos últimos meses es que ha habido una serie de movimientos en la judicatura, en el ejército y otras instituciones, tanto público como privadas, para adulterar el resultado de las urnas. Nos queda saber cuáles son los actores, qué influencia ha tenido un partido como Vox en esta configuración de fuerzas que intentaban alterar lo salido de las urnas, cuál ha sido el papel del sector privado y si hay gente que ha puesto dinero, pues hay determinadas cuestiones que pueden haber requerido financiación y, exactamente, analizar el papel de la prensa. Me sorprende ver cómo grandes periodistas de este país coinciden sacando el mismo día titulares pidiendo un gobierno de concentración. Podemos tener la duda de que hay una similitud entre las peticiones de los golpistas y las de determinada prensa.

-Volviendo al análisis de esta última década, echando la vista atrás. ¿Destacarías algo en positivo del proceso independentista catalán?

-Cuando sucedió todo aquello, supongo que impregnado por la situación anterior y todo lo que habíamos vivido, contemplé el procés como algo que no me despertaba simpatía pero significaba una crisis de régimen sin igual, cosa que es cierta. También es cierto que que el resultado fue que la política catalana quedó intervenida, que Catalunya no estuvo nunca más lejos de sus aspiraciones soberanistas, que se le dio a Felipe VI su 23F para solo una parte de la población, por lo que los que animaron a Felipe VI a actuar de aquella manera consiguieron su objetivo solamente a medias, y en cuanto a la sociedad catalana, yo no la conozco especialmente bien, percibo que el independentismo que se pretendía laico en lo nacionalista ha virado a posiciones cada vez más excluyentes en algunos de sus componentes.

Por otro lado, ahora hay una reconfiguración. ERC está entrando en la política estatal, una parte de lo que había sido el espacio de CiU vuelve, también, a entrar en la política estatal. Eso es la constatación de que el camino que eligieron no vio, ni de lejos, los resultados previstos. En ese sentido, a mí las cuentas no me salen. En el libro digo que nunca se llegó tan lejos para llegar a ninguna parte. No veo que haya variado la situación política del país más allá de en términos relativos.

-Ahora propondré unos nombres relevantes en estos diez años, para que los definas. El primero, Pablo Iglesias.

-Es el personaje de toda esta historia que más se atrevió a la hora de conseguir lo que haya venido a buscar, pero también al que más trabas externas e internas se le han puesto. Esto define mucho la situación que ha abierto este personaje.

-Íñigo Errejón.

-El ejemplo de cómo las justificaciones teóricas de gente muy inteligente acaban pegándose contra la realidad política. Errejón es alguien que controló Podemos pero que nunca fue elegido por las bases de Podemos para encabezar el proyecto político. Una situación extraña en la que quienes creían tener la llave para la historia y una clave teórica que se aplicaba como una ecuación de resultado único se daban con la realidad de que la gente no quería ir por ese camino. Eso creo que es algo que no supieron gestionar y les cuesta mucho, tienen un rencor muy larvado, parece que se hubieran creído esa narración, como si alguien de fuera les hubiera quitado el invento.

-Pedro Sánchez.

-Sánchez es, probablemente, el personaje político más sorprendente de toda esta historia. Siendo alguien que a todos nos parecía voluble y vacío, un auténtico producto de marketing para los nuevos tiempos, se ha destapado en un político hábil, con unos ciertos principios y una cierta capacidad de resistencia frente a las adversidades. Lo que ha sucedido estos meses no es normal ni sencillo. Por otro lado, creo que Sánchez está atado a su propia naturaleza. Cuando parece que va a ir un paso más allá, al final no da el paso. En esto pesa mucho la propia naturaleza del PSOE, como partido que recoge las aspiraciones de la clase trabajadora española pero que es la base fundamental del régimen.

-Margarita Robles.

-Robles me resulta una figura inquietante. Por un lado, es la típica ministra de Defensa, como fue José Bono, que es elegida por los socialistas y muy buen recibida en la derecha, cosa que tampoco me parece mal. Esto no quita para que los últimos acontecimientos la sitúen en un lugar del que ella misma debería despegarse.

Es decir, todo apunta a que Robles, en este proceso golpista, ha sido una convidada de piedra, pero, por otro lado, ella misma debería distanciarse de esta situación de una manera clara y tajante. Además, ha de hacer su trabajo viendo los últimos acontecimientos. Es decir, la única política no puede ser los paños calientes y hacer como que nada ha ocurrido para que los militares no se enfaden aún más. Si es así, eso demuestra que tenemos un problema con el ejército.

-José María Aznar.

-La representación popular de la inquina y la mezquindad, de las malas intenciones. Es un tipo que, pese a que su Gobierno fue menos radical en lo económico que el de Rajoy, es más odiado por la gente. Eso es porque Aznar nunca dejó de hacer política, es el artífice del proyecto de restauración reaccionaria en España. Por ello, sigue muy presente en la política española a través de muchos tentáculos.

-Por último, Julio Anguita.

-Ese hombre al que tardíamente todo el mundo le daba la razón, pero antes nadie le votaba. Le pesó enormemente aquella máscara que le pusieron, bajo la coartada de la comicidad, con los guiñoles. Siendo un hombre enormemente materialista en el mejor sentido de la palabra, se le consideró como un loco. Alguien que imponía sus principios a la imparable modernidad que España vivía en ese momento. Lo cierto es que al final de su vida acabó siendo una referencia moral y que, más que estarles agradecidos, hemos de tramitarle el mejor homenaje, hacer caso a las cosas que decía.

Fuente: https://www.cuartopoder.es/cultura/libros/2020/12/21/daniel-bernabe-hay-una-similitud-entre-las-peticiones-de-los-golpistas-y-las-de-determinada-prensa/

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