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Fernando Simón no debe dimitir Featured

Gaspar Llamazares/Cuarto poder

"La última excusa para la exigencia de dimisión a Fernando Simón es por por ser insensible con sus colegas médicos diciendo lo que es obvio"

"Otros, por el contrario, creemos que es necesario y conveniente que Simón se mantenga al frente del CCAES"

"Y si dimitiera Simón ¿de qué hablarían algunos sobre la pandemia?"

Hace tiempo, casi desde los mismos comienzos de la pandemia, que ellos dicen que Fernando Simón debe dimitir. Las razones son lo de menos, basta con que somos los peores y que el trágico rastro de muertes y crisis exige un responsable. Una ofrenda a los nacidos para gobernar.

La última excusa para la exigencia de dimisión a Fernando Simón es por por ser insensible con sus colegas médicos diciendo lo que es obvio y es que los profesionales, los gestores y los ciudadanos hemos aprendido algo más desde la primera ola en relación a una pandemia desconocida. Pero cómo se atreve, si algunos son los que lo saben y otros los que mandan sin saber, y un técnico del ministerio no neutral como él no es de los que realmente saben ni aunque esté cerca tiene el poder. Quién le habrá dicho que en las administraciones hay margen y capacidad para aprender de la experiencia y mejorar.

Primero, se trocean las declaraciones al gusto del consumidor hasta deformarlas, luego el Consejo General de Colegios de Médicos de España, organismo profesional y políticamente neutral donde los haya, sin contrastar la información ni tiempo siquiera para encomendarse a nada ni a nadie, se rasga las vestiduras poniendo a los sanitarios-héroes por testigos y le exige a Simón una rectificación inmediata de lo que no dijo. Aunque en previsión de que incluso así se disculpe, manifiestan que, en todo caso, Simón debe dimitir.

No contentos con escandalizarse por unas declaraciones amputadas y por tanto inexistentes, de paso el ilustre Colegio de Médicos se permite hacer un juicio sumarísimo al Gobierno, una moción de censura profesional a la dirección política de la pandemia, a la que se le exige un golpe de timón y un cambio de rumbo inmediato de la gestión, poco importa que ahora ésta sea cogobernada con las CCAA. Tampoco se dice hacia dónde el nuevo rumbo ni si ese el golpe de timón incluye la consiguiente dimisión preventiva de un ministro no médico y ni siquiera científico ni experto y para más inri filósofo. ¡Qué tamaña osadía!

Por si todo eso, a pesar de todo, no ocurriera, se emplaza al Gobierno a la creación de un órgano técnico compuesto expertos neutrales para la evaluación de lo hecho y la dirección científica de la crisis. En resumen, un cese, un golpe de timón sin rumbo cierto, una evaluación a mitad de pandemia y otro cese en ciernes como colofón. Así, como de un plumazo, ni CCAES, ni Gobierno, ni CCAA. Lo mejor es que gobiernen los expertos que son los que saben. Antes muertos que sencillos.

Pero el grito de dimisión no es nuevo, se repite desde el mismo comienzo de la emergencia sanitaria, cuando todavía no había sido declarada la pandemia, y en que el réprobo Simón, como también la OMS y el ECDC, esperaban y erraban por defecto en la dimensión de la amenaza. Un grito acrecentado hasta la histeria cuando reconoció la libertad de su hijo para manifestarse nada menos que con las feministas. Otra osadía, eso de que un alto y serio funcionario nombrado por el PP pudiera hacer ostentación de los derechos ciudadanos de su hijo y de las mujeres. Casi una traición.

También, hace tan solo unos días, debía dimitir por un comentario machista impropio y desafortunado sobre las enfermeras, al cabo de horas y horas de informes y declaraciones a quién no le patina el inconsciente, esta vez además relajado y entre amigos, Poco importa el reconocimiento del error. Menos mal que ahora hemos elevado el nivel del reproche político y ya nos movemos en el terreno de la mera moral.

Aunque tampoco este dedo acusador tampoco sea nuevo: el Colegio de Enfermería ya se había querellado contra Simón por su supuesta responsabilidad penal en la escasez de las EPIs en plena primera ola de la pandemia. Por dolo o por imprudencia Fernando no solo debía dimitir sino incluso ir a la cárcel. Y él tan tranquilo.

Luego fue por haber llegado tarde, bien por exceso de confianza o por falta de previsión en el colapso de la red de distribución de EPIs y tecnología sanitaria. Da igual que la tardanza, el exceso de confianza sanitaria y la interrupción de la cadena de suministros hayan sido globales y hayan formado parte de los fallos del propio sistema económico y sanitario. Simón, en todo caso, debe dimitir.

Con una salud pública del siglo XIX, un ministerio del siglo XX, unas CCAA con unos servicios sanitarios recortados y unos servicios sociales en su mayoría privatizados, le exigimos la vigilancia, los datos y la respuesta adecuados a una pandemia del siglo XXI. Aunque todo siga igual, Simón debe dimitir.

También ha debido dimitir por la dictadura sanitaria del confinamiento, que ha negado la libertad de contagiar, y todo por el derecho a la salud y por usurpar las competencias de las CCAA con el mando único que ahora añoran. Un estado de excepción encubierto con la prioridad de la salud pública y sin prestar la debida atención a las llamadas en favor de la economía y de la inmunidad de rebaño. Por la amenaza de ruina debe dimitir.

Más tarde, por contradecir los datos incontrovertibles de la comunidad de Madrid primero en la desescalada y luego frente a los rebrotes. Y por aprobar el plan de desescalada o el plan de respuesta a temprana que primero rechazaron y luego muy pocos quisieron escuchar con el espejismo de la nueva normalidad.

Ahora, con la gestión de las CCAA, la coordinación y la cogobernanza ya es por todo lo contrario: por lavarse las manos y dejar a las autonomías a los pies de los caballos de sus propios ejecutivos y responsables de salud pública. Con sus compromisos e incumplimientos en atención primaria, salud pública y rastreadores. Por eso también debe dimitir.

En el camino, y porque también el tiempo libre es importante en salud pública. Simón debe dimitir por cogerse unos días de descanso haciendo surf en una larga pandemia, también por creerse un personaje público y hacerse fotos, y supuestamente por frivolizar sobre la pandemia apareciendo en un programa de televisión. Porque nada de lo humano nos es ajeno. Por ejercer sus derechos laborales y relajarse, también debe dimitir.

Y siempre porque nuestros resultados en fallecidos e infectados son los peores. Poco importa que los determinantes sean en buena parte desconocidos, que ahora el hemisferio occidental, y dentro de él Europa, estén sufriendo también la misma segunda ola y que todos se vean obligados a nuestras mismas duras medidas de restricciones, cierres y confinamientos. Que dimita Simón.

También, como el doctor Antony Fauci, por sus dudas sobre el inicio de la pandemia, sobre la apertura o cierre de las escuelas, sobre la generalización en exteriores de las mascarillas, sobre los test en los aeropuertos o sobre las vías de transmisión de la pandemia. Si Trump logra darle la vuelta al resultado de las elecciones presidenciales norteamericanas, ambos deben dimitir.

Porque incluso hay otros que antes no le pedían la dimisión, pero que ahora, al calor del aquelarre, se lo piden por su bien, o no se sabe si por el bien del Gobierno, unos porque dicen que se ha creído su propio personaje y va de sobrado y otros porque según ellos ya está quemado para seguir siendo portavoz de una materia tan delicada como las malas noticias de una pandemia. Estos le despiden como amigos, con abrazos elogios, pero también sostienen que Simón debe dimitir.

Otros, por el contrario, creemos que es necesario y conveniente que Simón se mantenga al frente del CCAES. Por su formación en salud pública, por su experiencia con la tragedia de otras pandemias, por su capacidad de hacer equipo, por contar con el respeto de los organismos internacionales, por su independencia al servicio de la comunidad y al tiempo por su colaboración con los distintos gobiernos elegidos en cada momento, por su humildad para comunicar y también para asumir limitaciones y errores y por hacerlo con recursos escasos y con muchos jugando a la contra. En definitiva, Simón debe seguir dando la cara frente la la segunda ola de la pandemia inesperada y letal de la covid19.

Y si dimitiera Simón ¿de qué hablarían algunos sobre la pandemia?

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