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La república probable y sus alternativas Featured

Raúl Sánchez Cedillo/El Salto

La agonía del régimen de la Segunda Restauración hace no sólo posible sino probable, cada vez más probable, la solución republicana.

Como un reloj averiado, sigo convencido de que la crisis de régimen en España, que se abre en 2011 con el 15M y que entra en fase de gangrena entre el octubre de 2017 y este 2020 que vivimos, es una crisis republicana, es decir, una crisis orgánica que solo tiene una solución relativamente estable en un marco republicano. Una solución que la prolongación de la agonía del régimen de la Segunda Restauración hace no sólo posible sino probable, cada vez más probable.

La realidad y el deseo

Quiero pensar que entre la realidad y el deseo hay un centro de gravedad real, un proceso objetivo-subjetivo con una historia y una narración llenas de fechas y discontinuidades. Probemos si no a pensar contrafácticamente y supongamos que, durante un cierto periodo, podría haber habido una solución posible de la crisis constitucional mediante una reforma de la constitución monárquica. ¿Dónde situamos ese periodo? No desde luego en los inicios de la transición; ni tampoco tras el 23F y la victoria del PSOE de González, Boyer y Solchaga. Parece claro que la última posibilidad de reforma de la constitución monárquica coincide con los seis años comprendidos entre la victoria electoral de Zapatero en 2004 y la primavera de 2010, periodo este en el que tenemos la autoinmolación de Zapatero en el altar de la austeridad (12 de mayo) y la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Cataluña (28 de junio). Sí, cuesta imaginarlo: son precisamente los años en los que se gesta el bloque orgánico de las derechas que hoy hacen imposible toda salida constitucional estable. Cuesta imaginar que, todavía en pleno bipartidismo, una mayoría de dos tercios en ambas Cámaras y un referéndum pudieran haber estabilizado por un periodo largo la cuestión territorial mediante una monarquía parlamentaria confederal, que habría estado cimentada en los ejes de independencia fiscal madrileño, vasco y catalán. Cuesta, pero era posible y, como no se intentó en ningún momento, no tiene sentido pronunciarse sobre las probabilidades de éxito que hubiera tenido.

Cuando se escriban las crónicas serias sobre ese periodo, habrá que reseñar la irresponsabilidad y la ceguera de las elites políticas y mediáticas para atajar en sus albores algo que sólo podía acabar muy mal.

De la crisis de régimen al fallo multiorgánico

Mi tesis es, pues, que hoy la república (luego entramos en los adjetivos) es más probable de cuanto lo haya sido desde el inicio de la Segunda Restauración. Pero me pregunto (junto a miles de personas): si ahora mismo no se puede derogar ni siquiera una reforma laboral, ni una ley mordaza, ¿se va a poder implantar una república? ¿Qué tiene que suceder en los elementos de la coyuntura y en su configuración para que esto sea concebible? Vamos por partes.

Para entendernos, vamos a considerar primero los factores favorables a la salida republicana, al menos los más determinantes. Insistiendo en que lo que cuenta es su conjunción, su acción concomitante, sus efectos de anulación de las probabilidades marginales de unos y otros. Si la sentencia del Estatut conduce al procés y la respuesta del Estado —porque no podemos olvidar el papel del PSOE en esta historia— conduce al octubre de 2017, la autoinmolación de Zapatero conduce al 15M y, por renglones muy torcidos, a Podemos y sus satélites. La crisis sistémica del capitalismo desde 2008 y el régimen de austeridad en la UE actúan como catalizadores e intensificadores de estos procesos. Pero estos procesos marcan umbrales de irreversibilidad: resquebrajamiento del consenso de las clases medias con el régimen de acumulación y distribución dominado por el IBEX35 y final del bipartidismo turnista. De estas secuencias nacen tres fuerzas que podemos llamar semisistémicas o bifrontes: la constelación de Podemos; la derecha fascista de Vox y sus grupos menores y el bloque independentista catalán.

Sólo estos factores son suficientes para diagnosticar una crisis orgánica de muy mal pronóstico. El régimen del 78 es un Estado de partidos dentro de un sistema político de pluralismo limitado (Juan José Linz dixit). Esto significa que los partidos se reparten el monopolio de todos los poderes del Estado, no sólo del legislativo o el ejecutivo. Junto a las oligarquías del capitalismo financiero, dominan el pluralismo limitado de los medios de comunicación (la sociedad civil realmente existente) y, last but not least, el poder judicial (como sabemos, el monopolio de las fuerzas del franquismo en la judicatura se adaptó al Estado de partidos con la Ley orgánica del Poder judicial de 1985). Conclusión: en el Estado de partidos español, la crisis orgánica del sistema de representación no puede dejar de producir sus efectos en el conjunto de los poderes del Estado, amplificando y cronificando esa crisis.

¿Y la jefatura del Estado? Quizás sea este el factor más obvio del fallo multiorgánico de la Segunda Restauración. Si la autonomía relativa de la Casa Real se ha revelado, con las vicisitudes de Juan Carlos I, como la autonomía absoluta de las responsabilidades fiscales y penales del IBEX35, la autoridad y la legitimidad incipientes de su sucesor han quedado heridas de muerte con su intervención en el octubre catalán y con su respaldo apenas disimulado al procés de las derechas madrileñas. Pero no menos obvio es el caso de la judicatura, que desde la sentencia del Estatut ha consolidado en su interior la hegemonía de las derechas y ha asumido el programa involucionista de estas. El eventual procesamiento de Pablo Iglesias en el Supremo tendría el carácter, de producirse, de un paso del Rubicón en la voladura de puentes constitucionales.

Así, pues, fallo multiorgánico, guerras intestinas en el Estado de la Segunda Restauración, ausencia completa de figuras institucionales de mediación. Y, por encima de todo, la pandemia del siglo que ha puesto de manifiesto, por si todavía fuera necesario, el valor real de los derechos fundamentales inscritos en la constitución: bonos basura.

Objeciones y escepticismo

Pero, se dirá: “nadie puede negar la crisis terminal y la voladura de puentes y pilares del Estado de partidos; ahora bien, que ello vaya a conducir a la república es cualquier cosa menos probable. Es mucho más probable, se dirá, un proceso/golpe involutivo, ya sea mediante el lawfare, la sedición cívico-policial-militar o una combinación de ambas, sin olvidar la más que probable puñalada por la espalda del clan González y Cebrián o del mismo Pedro Sánchez”. No en vano, Isabel Ayuso acaba de decir (es un decir) que el Supremo, el bloque madrileño de las derechas y el monarca son las fuerzas dispuestas a dar un golpe de Estado. Siempre es difícil de valorar el grado de bocachanclismo de la presidenta madrileña, pero no es ni mucho menos la única en expresarse de este modo.

Entonces, ¿golpe sui generis? No. No se puede descartar, pero es muy improbable. La principal razón: las derechas están desunidas, su conjunción es sólo aparente. Parece más bien que la descomposición de la derecha unida, de la criatura de Fraga y del primer Aznar, produce un agujero negro (fascista) que arrastra inevitablemente sus fragmentos, creando espirales de enorme violencia, pero de insuficiente arrastre gravitatorio para engullir a todo el sistema político y a todas las componentes del bloque orgánico de las derechas políticas y sociales. En pocas palabras: las derechas divididas no pueden ganar elecciones; su lucha es sobre todo fratricida y, por último, no cuentan con el respaldo de los poderes dominantes de la UE. Si el próximo 3 de noviembre Trump perdiera las elecciones estadounidenses, el bloque Ayuso-Abascal lo tendrá mucho más crudo, tengan o no sanción real. Cuanto más barrabasadas cometen, más acercan el momento de la crisis republicana.

Última objeción: el PSOE jamás dará ese paso. Tal vez, pero tras el “primer aviso” de Vox, respaldando las pintadas fascistas en la estatua de Largo Caballero, en coincidencia con sus iniciativas de revisionismo histórico franquista junto a PP y Cs en el ayuntamiento de Madrid, cabe esperar efectos de profundidad en el PSOE en Madrid y en todo el Estado. La guerra de las derechas madrileñas contra el estado de alarma decretado por el gobierno de coalición hará otro tanto. En el PSOE puede pasar de todo, casi siempre malo, pero el peso del republicanismo no hará más que reforzarse, en correspondencia con el peso del republicanismo en la opinión pública, so pena de verse arrastrado al centro de la nada de un constitucionalismo del que han desertado los actores principales.

República por defecto o virtù constituyente. La caja negra de la experiencia pandémica

Entonces, ¿esto es pan comido? No, en absoluto. Esa es la paradoja: como en el caso de las dos repúblicas anteriores, en la génesis probable de una nueva república pesan más los factores de corrupción (en el sentido global con el que Machiavelli usaba la expresión) que la presencia activa de la virtù constituyente. Pesan más las rigideces y la descomposición de los equilibrios de la constitución material española que la irrupción de un sujeto plural constituyente. Están presentes los elementos invariantes de la historia republicana española: la gran depresión de 1873 y la nueva gran depresión de 1929; está presente y lo está cada vez más, el desorden en el sistema mundo y en el subsistema europeo; está presente el problema de la colonia y de la guerra colonial, como lo estuvo en ambas repúblicas (y sus rotundos fracasos al respecto), y como ahora lo está como problema colonial europeo.

Termino con una caja negra: la de las transformaciones subjetivas (afectivas, éticas, psíquicas) que la experiencia de la pandemia está produciendo y no puede dejar de producir. Las negativas ya las estamos viendo: a las narraciones fascistas históricas se suma el polo paranoico de las conspiraciones sobre el Covid19 y sobre las medidas de control epidemiológico, mientras que lo que podemos llamar el agambenismo difuso en la izquierda intelectual propaga la gran impotencia ante lo que sería el golpe final del biopoder occidental sobre la vida desnuda, hecho de mentiras sobre el virus y medidas totalitarias de control de las poblaciones.

Sin embargo, creo que finalmente la virtù prevalecerá, porque, en física como en política, hay lo que se llaman las trayectorias dependientes (path dependence) y los puntos de inflexión (tipping points). El sentido de los valores fundamentales de la sociedad política, el sentido de la vida, de la cooperación, del trabajo y de su reconocimiento y de la justicia distributiva y reparadora, está en juego ahora mismo en los cerebros conectados de la multitud, para lo bueno y para lo malo. Pero la dependencia de la trayectoria me lleva a pensar que, en esta historia que empieza el 15M, en el proceso de nuestros cerebros se impondrá el sentido emancipador, el que ve en la situación pandémica y su gestión capitalista un punto de inflexión, tras el cual este régimen neoliberal de parásitos rentistas y fascistas se hace intolerable por más tiempo, se vuelve contrario a toda expectativa de una vida digna o de la mínima seguridad de la vida. Mi apuesta es que de la caja negra saldrá una nueva virtù republicana, hecha de luchas y contrapoderes múltiples y autónomos, de reapropiación de la cooperación social, de exigencia agresiva de educación, sanidad, trabajo y/o renta universal comunes y universales, de combate de las causas del calentamiento global y del envenenamiento atmosférico, de expropiación de los expropiadores. De constitución de lo común de los seres humanos como institución republicana. Tendremos así no una república débil, por defecto, sino una(s) república(s) biopolítica(s).

En la partida que se juega en Europa, esta república sólo podrá triunfar si, en vez de cerrarse en el agujero negro del problema español, vuelca su virtù sobre sus hermanos europeos, para poner fin al poder despótico de un capitalismo colonial, cada vez más fascista y ecocida, que piensa que no sólo puede subsistir reduciendo al máximo el valor del trabajo socialmente necesario, sino que apuesta por reducir al mínimo el valor de las vidas de la multitud para asegurar su supervivencia como un zombi planetario. No podemos dejar pasar este kairós republicano, nos va literalmente la vida en ello.

https://www.elsaltodiario.com/encuesta-monarquia/raul-cedillo-republica-probable-y-sus-alternativas?fbclid=IwAR0bEEs83SnlZZDBF9smCTeDQEns1UoCq2rGQ4UUzt8rXgPve3IGdcDpFrQ

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