En medio de la peor y más perturbadora crisis que ha conocido nuestra generación podemos ya vislumbrar algunos aprendizajes para el futuro.
El primero es que necesitamos seguridad y protección ante los riesgos y amenazas que se multiplican, más allá de la que cada cual pueda proporcionarse, y ésta la proveen los estados, los poderes públicos. No tiene futuro, porque ha quedado del todo inservible, la defensa neoliberal del estado mínimo, de la privatización y desmantelamiento de los servicios públicos, del sálvese quien pueda.
Pero al mismo tiempo estamos aprendiendo que la escala de los problemas trasciende a los viejos estados nacionales, que aparecen como impotentes en un mundo de gran movilidad, abierto y contagioso. Necesitamos multilateralismo, cooperación internacional, gobernanza global, y estamos desprovistos de ella. Europa misma se ha mostrado muy insuficiente como estructura supranacional para coordinar y dirigir la lucha contra la pandemia.
También necesitamos de la ciencia y de la investigación, que ha venido siendo socavada por políticos irresponsables.
Y dotarnos de la capacidad autónoma de proveernos de aquello que podemos necesitar en momentos de dificultad, y para eso necesitamos una cierta industria nacional orientada a hacernos menos dependientes del exterior para la atención de necesidades básicas.
Y necesitamos más cohesión social, muy dañada en los últimos años, que no haya sectores abandonados en los márgenes de la sociedad, porque hemos comprobado que somos interdependientes, que todos dependemos de todos y nada de lo que le ocurra a los demás me es ajeno y esto ya no es sólo un principio moral sino una realidad física, material. Y por ello la salida de la crisis socioeconómica que viene ha de ser muy diferente a la de la crisis anterior, y resolverse desde la solidaridad y la justicia, atendiendo las necesidades básicas de toda la población.
Y también hemos aprendido que somos ecodependientes, que la extralimitación de los límites naturales la pagamos muy cara, que nos comportamos como especie con la mayor irresponsabilidad y que hemos comprometido el futuro de la vida toda, humana y no humana, sobre la Tierra. Y aquí el cambio radical de modelo no es ya una opción entre otras posibles
Y cuando superemos la pandemia podemos actuar en consecuencia con estos aprendizajes o regresar a una normalidad negadora, escapista, y seguir haciéndonos trampas a nosotros mismos como una especie estúpida con propensiones suicidas, hasta que perdamos definitivamente la partida.