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La que se avecina, o, más bien, la que se nos viene encima Featured

Bartolomé Marcos

No hay que ser ningún iluminado vidente, ni un pesimista recalcitrante, o un agorero lúgubre y siniestro, para constatar que “la cosa está mu mal, pero que mu mal, mu mal”, en España, en este final de 2018, en el que ni siquiera contamos con una pléyade intelectual como la de 1898 para recrearnos con cierta intensidad, estética emoción y hasta algo de masoquismo en nuestra imparable decadencia como país, como nación y como estado, y en nuestra más que evidente irrelevancia en el contexto internacional, verbigracia, el último desbarajuste con el asunto de Gibraltar, tras el amago, aún no consumado –y lo que te rondaré, morena-, del Brexit.

Saben ustedes, porque yo se lo digo una semana sí y otra también, que tengo alguna querencia por el guasap, que (aunque no es imprescindible y se le puede dictar para que él escriba), es invento que tiene cierta simpatía por la escritura, y de algún modo invita a leer y a escribir a personas que no siempre suelen hacerlo, pero que abomino sin embargo del “feisbú” y que soy enemigo declarado del verdulero patio de vecinos de las absurdas y analfabetizantes redes antisociales que están empezando a asfixiarnos a todos de rufianesca vulgaridad. Así, esta semana, una vez más, en un ejercicio de retroalimentación (yo les digo lo que pienso y algunos de ustedes enriquecen mis puntos de vista con su propio pensamiento), vuelvo a traer a esta sección fragmentos de una conversación mantenida por guasap con uno de los fieles lectores que siguen este viaje a ninguna parte que dura ya más de un cuarto de siglo. En relación con mi artículo de la semana pasada en el que les expresaba mi punto de vista sobre el resultado electoral en Andalucía mi guasapero contertulio –cuyo anonimato mantendré- manifestaba su acuerdo en lo esencial con el artículo, diciéndome: Coincido en tu análisis esta semana del resultado de las elecciones andaluzas. El fin del bipartidismo, en el que tanto empeño ha puesto Rivera, ha dado lugar a la aparición por la izquierda de los comunistas y ahora por la derecha de la extrema derecha (me cuesta llamarles fachas o fascistas, a falta de más referencias ideológicas que les lleve a tal clasificación). Como tú, creo también que es el voto indignado del votante conservador, aunque para el bueno de Turpín, que también opina sobre ello esta semana en El Mirador, se trate de simples fachas. Lo cual es sorprendente, pues aquellos a los que haces referencia en tu artículo resulta que han estado votando durante décadas a los socialistas, y ahora han salido del armario votando a los de VOX. Careciendo España de la tradición democrática de pactos entre diversas formaciones políticas, que solo unos países gozan, lo mejor que podríamos tener (aunque es una utopía) es un sistema de representación como el anglosajón, estadounidense o francés basado en que al final solo un partido gobierna. Es la mejor manera de tener un gobierno fuerte. Pero eso es mucho pedir a este olmo centenario llamado Hispania. Un abrazo.

La izquierda ha puesto el grito en el cielo y le ha faltado poco para llamar a las barricadas ante el ascenso de Vox en Andalucía, que será mayor en las próximas citas electorales, incluidas las generales, cuando tenga a bien convocarlas el inquilino okupa de la Moncloa, que sólo está allí coyunturalmente y de prestado como consecuencia del audaz e imaginativo golpe de mano que supo dar para auparse (para mí en fraude de ley) a un cargo que en absoluto le corresponde y desde el que está haciendo un terrible daño a España o a lo que va quedando de ella, que es lo que quiere preservar VOX, que, lejos de ser fascistas como se han apresurado a descalificarlos desde los partidos de izquierda, son sólo la fiel infantería, la avanzadilla desacomplejada que quieren construir FAES, José María Aznar, Pablo Casado, nuestro paisano Teodoro García Egea y quizá también Albert Rivera. Es el suyo un discurso de tipo patriotero, esencialista, de desfiles, romerías, toros, procesiones, que constituyen todo ese franquismo sociológico que la izquierda no ha querido o no ha sabido superar y que sigue teniendo encarnadura y presencia viva en una parte nada despreciable de la sociedad española. Pero fascistas, no, todavía no.

Y sigue diciéndome mi “guasapero” contertulio que no hay que culpar a la gente del fenómeno VOX, que el inepto de Sánchez ha desenterrado a Franco y con ello a sus seguidores. España era la excepción en Europa. Todos nuestros socios tienen un partido de extrema derecha. No sé por qué el marqués de Galapagar se mesa los cabellos y agita la calle. Él también ha contribuido a dar auge al nuevo movimiento. Las «alertas antifascistas» sólo servirán para que Vox amplíe su respaldo en las urnas, que será apoteósico en las próximas elecciones europeas. La desquiciada y desquiciante situación que se vive en Cataluña también tiene bastante culpa de lo que está pasando y de lo que puede llegar a pasar porque es que, como dejara dicho el escritor austriaco Stefan Zweig, «nos acostumbramos a considerar como normales situaciones totalmente anormales», y después todo termina en tragedia

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