Vivimos un tiempo mustio, desabrido, complicado, hosco y asqueroso (¿por qué no decirlo?)…lleno de auténticos mierdecillas, bocamierdas y mierderos por doquier, gente innoble y hasta gentuza sin un ápice de valentía, sentido austero y espartano de la existencia, abnegación o mínima capacidad de esfuerzo y sacrificio. Se busca sólo la comodidad y la ley del mínimo esfuerzo, en una generalizada instalación del homo ignaro, inconsistente e inconsciente, en la haraganería más absoluta y en el más indolente y barragánico dolce fare niente, sin mover un músculo, tensar un tendón, o dar un paso, ni por nada ni por nadie. Sólo gestos, postureo, vacuo y falso escaparate y mentiras a gogó y tutiplén.
Una sociedad en la que muchos presumen de rebeldía, inane como todo, porque saben que los múltiples e interesados matices interpretativos de los leguleyos pondrán siempre a salvo su estatus económico y social bien anclado en los pingües emolumentos que perciben religiosamente a fin de mes por no hacer nada útil para nadie. Hay generaciones que nunca han sabido y nunca sabrán lo arriesgado que era levantar, no ya un dedo, sino simplemente la voz, en España, entre 1939 y 1975. Ahora todo es muy fácil, demasiado fácil, hasta pedir la independencia, hasta romper España, desde billeteras bien repletas. Son muchas las oportunidades y aunque pierdas unas cuantas, siempre te queda alguna, o te la brindan sin más, si perteneces al segmento privilegiado de la sociedad, eso sí. Si ya eres un paria, púdrete, hazte a un lado, sé educado, trágate tu rabia, cállate y muérete sin incordiar, sin molestar a los demás.
Esta semana se me ha terminado de caer un ídolo (de barro) de su pedestal brillante y florido. Mi admirada Cristina Cifuentes, mesías salvado milagrosamente de la muerte como esperanza viva, radiante y rubia del P.P. tras su gravísimo accidente de motocicleta…se me ha acabado de caer, bien rebozada en el fango, que no ha tenido fuerza para sostenerla. Lo que no hizo la carretera, lo va a conseguir ahora un master de mierda, uno de los múltiples inventos de una Universidad repodrida desde hace tiempo, para expoliar económicamente a los ciudadanos a cambio de naderías intelectual-profesionales bien adornadas de pedantería fina que sólo sirven para cubrir huecos en la pared, pero no el hueco insondable en las vacías molleras de los integrantes de una casta política que más que ilustración quiere currículo lustroso y aparente, aunque sea inventado, es decir, aunque sea mentira. Por otro lado, como la mayor parte de la sociedad, para qué engañarnos. Por otro lado, como todos los políticos, en esto sí que creo que sin excepción, del partido 1, del 2, del 3 y del 4.
Bien mirado lo de Cifuentes es una pena, al menos para mí, porque me caía muy bien y siempre me había parecido una persona inteligente, batalladora, con personalidad y con fuerza. Con gancho y tirón electoral. La gran esperanza rubia del Partido Popular. Y lo más llamativo del caso Cifuentes es que no tenía ninguna necesidad de recurrir a falsear su currículo, a engrosarlo artificialmente. Habría que haberle recordado aquel sabio aforismo que en latín dice “Quod natura non dat Salmantica non praestat”, o lo que es lo mismo, en roman paladino: “Al que es tonto por naturaleza, la Universidad no lo hace sabio”. Los títulos académicos sólo son, desgraciadamente, un negocio infame y rutilante para la Universidad y un adorno petulante y casi siempre falso para los políticos. Vanidad de vanidades. Omnia vanitas. Te has pasado de chulita, Cristina. Hasta aquí… ¡Ah! Y cierren también esa Universidad, y su choricero negocio, por favor…